Más que indultar a JJ Barea me dan ganas de mandarlo a la mierda. Y ya disculparán ustedes el vocabulario y la indignación, pero los justifico por la estupefacción que ha originado la fuga de nuestro base portorriqueño.
Hablo del Estudiantes. Hablo de Yei Yei, un refuerzo de la NBA a quien celebramos como un mesías y que se ha escapado como un impostor. Ni Pablo Iglesias ha ido tan lejos en la espantada, ya que de mesías impostores hablamos. Y del Estudiantes, pues el equipo madrileño es el de Iglesias, el de Sánchez y el de Pepu.
Así es que espero que caigan sobre JJ Barea, sobre José Juan, las peores represalias del revisionismo. Y que se le despoje del anillo de campeón que obtuvo con Dallas Mavericks. Nos parecía a los colegiales el anillo del pescador, si me permitís el fetichismo. O así llegamos a adorarlo cuando Barea nos deslumbró con su historial y su simpatía.
Hasta fuimos indulgentes con sus kilos y su estatura, así que es el momento de vengarse. Y de llamarlo gordo, canijo y pureta. Porque mide 1,77. Porque tiene 37 años. Y porque los kilos ponían en aprietos el orgullo con que debe llevarse esa camiseta.
La única excepción admirable fue la del gordo sagrado Pinone. Un ejemplo de lealtad y de compromiso que denuncian aún más la fuga de Jota Jota, o del Jodido Jota Jota. Que no es que se marche. Es que se marcha cuando solo queda un partido. Y cuando el Estudiantes se juega la supervivencia.
Fui un iluso al comprarme la camiseta de Ose Uan. Terminaré donándola al museo de los traidores. Y esperando que la exhiban entre las de Luis Figo y Toni Cantó
