Tienen que estar ustedes más hartos de lo del apartamento del “Un, dos, tres” que los de Nerja de que les pregunten por Chanquete. “Que dónde está enterrado Chanquete. A ver, que era un personaje de una serie de TV, no era real”. A Torrevieja sigue viniendo gente preguntando: ¿es aquí donde regalan apartamentos? No. El apartamento hay que pagarlo, lo que regalamos ¡es el permiso de residencia!
Vamos a ir poniendo las cosas en su sitio porque Torrevieja ya era un ciudad célebre y cargada de Historia mucho antes de que Mayra aprendiera a leer tarjetitas. (Hasta aquí puedo leer; tarjetita por aquí). Esta es la ciudad de la sal, ¿o no?; la ciudad de las habaneras, ¿a que sí? La ciudad de la sal, de las habaneras y de los rusos. Cada vez tienen ustedes más rusos viviendo aquí. Ganan ya a los alemanes y los suecos y recortan distancia con los ingleses. Torrevieja es como la ONU, pero en despierto.
Viven aquí más extranjeros que españoles. Si se cumplen la proporción del censo, de los que ahora mismo estáis aquí, el 47 % sois españoles (¿los españoles quiénes sois?; los que criticáis al gobierno); 12 % sois británicos (¿quiénes sois los británicos?; estas filas, thank you por venir); 4 % sois rusos (kak dela, cómo estáis; que levanten la mano los rusos; pocos me parecen para ser el 4 %; ¿usted, señora, no es rusa? ¿Seguro?) Será que cada ruso lleva dentro unos cuantos, como las muñecas ésas que van saliendo una de otra, cómo se llaman, eso, “muñecas rusas”. Spasiba a nuestros oyentes rusos.
Según el censo hay también un vecino de Taiwan y uno de Andorra. ¿El de Andorra quién es? ¿No ha venido el de Andorra? Lástima, iba yo a preguntarle cómo se lleva lo de tener de Jefe de Estado a un obispo. Lo bueno de vivir en una ciudad tan diversa es que aprendes mucho sobre otras culturas, ¿verdad? Te quitas muchos tópicos de la cabeza. Descubres que no todos los italianos cocinan bien. Ni todos los cubanos saben bailar salsa. Ni todos los griegos deben dinero. Porque tenemos ahí unos clichés establecidos, que cuando vamos nosotros al extranjero nos damos cuenta y también nos molesta.
Cuando vas a Londres y a las dos de la tarde te dicen “bueno, ahora ya a dormir la siesta, ¿no? Y cuando se despierte, ¿qué, a torear?” Tenemos ahí esos tópicos metidos. Mira los rusos, pobrecillos. Que parece que todos tengan que ser mafiosos y beber. Cuando la mayoría son personas normales y honradas que han abandonado su país básicamente por dos motivos: porque allí se les va una pasta en calefacción y porque si critican a Putin los envenenan. Llegan aquí y comprueban que con una estufa de parafina tienen resuelto el invierno y pueden hacer chistes sobre el Rey, y qué van hacer los rusos, sino quedarse a vivir en Torrevieja.
Tenemos que revisar estos prejuicios sobre los demás, eh. Los rusos, mafiosos. Los chinos, nunca se mueren. Los ingleses, que no saben comer. Los alemanes, que son cuadriculados. Los de Orihuela, que no hacen tan buen arroz como ellos creen. Prejuicios.
Hay un prejuicio muy extendido en algunos ámbitos contra los empresarios. Y esto de Díaz Ferrán de hoy ayuda poco a desterrarlo. El señor Díaz Ferrán no es, desde luego, el primer empresario al que le van mal las cosas, sus empresas quiebran y él mismo se ve presionado por los acreedores para saldar cuentas, pero sí es el primero que, habiendo presidido la patronal CEOE -habiendo sido la cara visible del empresariado español- acaba detenido por alzamiento de bienes, que es la forma técnica de decir que pone sus bienes a nombre de otra persona para evitar que se los embarguen.
Cuando quebró Marsans y los acreedores reclamaron lo suyo no sólo a la compañía, sino a personalmente a su presidente, el empresario se declaró en quiebra personal y alegó que no podía hacer frente a los cuatrocientos millones de euros que le demandaban. Pero la fiscalía nunca ha creído que Díaz Ferrán fuera insolvente. Lo que la fiscalía sostiene es que ha ocultado su patrimonio a través de un hombre de paja, un testaferro llamado Ángel de Cabo al que paga por prestar su nombre: y lo mismo intenta vender un yate de Díaz Ferrán como si fuera suyo -operación que el juez Velasco ya impidió en verano- como figura de titular de una cuenta en Suiza que, según los investigadores, es de Díaz Ferrán y acumula casi cinco millones de euros.
Cantidad muy golosa para la Hacienda española y que ésta no ha visto declarada ni siquiera con la amnistía fiscal cuyo plazo ha terminado este fin de semana. Hace unos días se publicó que Hacienda quería operaciones con eco mediático y que afectaran a personas conocidas para transmitir este mensaje de que nadie está al margen de la ley y que el fraude se persigue hasta sus últimas consecuencias.
Hoy se juntan estos dos elementos que, tal vez, coinciden todos por casualidad o tal vez no: se acabó el plazo para aflorar voluntariamente dinero oculto, se detiene a un empresario que en otro tiempo pareció intocable. Tendremos ocasión de comentarlo esta noche.
En fin, está la situación económica tan difícil para todos, ¿verdad? (los bancos, que antes te ofrecían créditos baratos y ahora no dan ni juegos de sartenes; en los consejos de ministros, que hacen más recortes que en los sanfermines) que nos hemos venido a Torrevieja buscando alguien que lo esté pasando bien.
Están ustedes en fiestas. Las fiestas de la Inmaculada. A ver, la Inmaculada es el domingo pero he visto el programa editado por el ayuntamiento y dice: fiestas del 23 de noviembre al 17 de diciembre. ¡Tres semanas! ¿Esto lo sabe Luis de Guindos? ¿Lo permite? Pero durante el día siguen ustedes trabajando. Los que tienen trabajo. O sea, no es que estén todo el día con la Charamita para arriba y para abajo.
La charamita son los gigantes y cabezudos. Bueno, la charamita es la dulzaina del tararí tararí. Y luego están los gigantes, que son Lily, el obro y el lobo, y los cabezudos, que he visto que tienen uno que es como Obama, negro. Gigante ahora mismo en España lo único que tenemos es la deuda pública; cabezones sí que tenemos unos cuantos. No sólo en el gobierno. Los niños se lo pasan en grande con los cabezudos, y eso que ahora a los niños lo que les fascinan son los aparatos electrónicos, ¿verdad?
Antes es verdad que se fijaban más en los cabezudos, porque ahora están a la vez con el teléfono móvil de papá, descargándose juegos de coches. El padre todo el tiempo: pero mira para arriba, que te estás perdiendo los gigantes. Y el niño que sigue toqueteando el aparato. Hasta que el padre se enfada y le dice: deja ya el móvil, hombre, que pareces un concejal.
¿Aún cantan ustedes el ora pro nobis cuando sale la charamita? ¿Y el “serafina es una chica muy fina”? “Al hornero le han hecho, al hornero le harán, capitán de los higos de la higuera verdal”. En realidad, al hornero, como es autónomo, lo que le han hecho es la puñeta con tanto IVA y tanta retención de IRPF.
Está el gobierno que no sabe ya de dónde sacar. Yo me imagino a Montoro manejando la máquina extractora de las salinas, que sabéis que lo que tiene es una cuchilla inmensa que va arrancando la costra del fondo de la laguna.
El fondo somos nosotros y la costra es nuestra nómina. ¡Viene la cuchilla! Ras. Dices: madre mía, el trozo gordo que se ha llevado. Tienen ustedes suerte de que Montoro no veranee en Torrevieja porque si no les cobraría una tasa por cantar habaneras. Este hombre, en cuanto ve que hay algo que le gusta mucho a la gente se inventa un impuesto. Viene aquí en julio y ve la que montan ustedes en las Eras de la Sal, el certamen que reúne más público que una carrera de Fernando Alonso, y rápido se le enciende la bombilla: tasa habanera. ¿Cuántas dice usted que ha cantado este mes? A pasar por caja.
Y como aquí me han dicho que cantan ustedes habaneras en las bodas, en los bautizos, en los entierros, en los entrenamientos del Fútbol Club Torrevieja...
La habanera es una danza que nació en Cuba, de balanceo y cadencia lenta, hecha de arrullos, nostalgias y suspiros.
La habanera viajó de allá a aquí con los marineros. Los barcos que llevaban la sal de Torrevieja a los puertos de América regresaban después con la caña de azúcar y el café, y si en el viaje de ida cantaban las canciones de aquí, a la vuelta venían entonando habaneras. Al ir añoraban lo de aquí, al volver añoraban lo de allá. Los viajes eran largos, de mes y medio la ida y otro mes y medio la vuelta. Y en medio había que descargar, recoger y volver a cargar. De modo que el barco, y sus marineros, podía estar cinco o seis meses fuera. El marido veía a la mujer dos veces al año. Tanto a la mujer que tenía aquí como a la que había conocido en La Habana.
“Cuando salí de La Habana, válgame Dios”.
Tan lejos del amor tuyo no puedo estar /
y de nuevo me dispongo a cruzar el mar /
cubanita de mi vida quiero volver /
y gozar eternamente de tu querer. /
Claramente ésta es la canción de un hombre casado. Y adúltero.
Hoy, en honor a Torrevieja, vamos a hacer un programa en compás de dos por cuatro. Agradeciéndoles que escuchen Onda Cero a todas horas. A Pepe Ruiz con La Vega Baja en la Onda. Y agradeciéndoles, en nombre de toda la España helada, que sigan sacando sal de las salinas. Los dos remedios más conocidos contra el frío glaciar en España son la sal y el carajillo... que, como las Habaneras, también nació en Cuba para convertirse luego en costumbre de los españoles de todas partes. De los de antes y de los de ahora, porque el carajillo es una tradición actualizada y mejorada, como sabe toda la gente moderna.
Brindamos con el brandy de Jerez. Gracias por recibirnos, Torrevieja.