Señoras y señores, con ustedes un hombre de izquierdas, y honrado, que siempre intentó llevar una vida en coherencia con sus principios y con sus ideas. José Sacristán sobre la asignatura pendiente que, a la vista de los 'koldos', las 'leires' y los 'cerdanes' tiene el presidente Sánchez.
No parece que a Sacristán pueda imputársele deseo alguno de que gobiernen las derechas. Ni afán por contribuir a la demolición moral, como dice el presidente, de su gobierno legítimo. Tampoco que sea un resentido, como diría Óscar Puente. Si acaso lo que se le podrá imputar es que tenga criterio propio y que lo exprese.
No valen las comparaciones. No vale el 'y tú más'. Un antes y un después en el PSOE. Él antes sabemos cuál es, un grupo corrupto que anidó en el corazón mismo del Gobierno, y en el corazón mismo del partido, para servirse del poder con el fin de hacer caja. El después está aún por escribirse. Y de cómo se escriba él después dependerá la salud electoral de este partido cuando los ciudadanos lo examinen.
Sea en 2027 o sea antes. El truco de la 'fachosfera' se gripó hace meses, la opinión mayoritaria de los medios -medios de todo signo- viene siendo desde el jueves muy severa con el jefe de gobierno. Y dado que al presidente siempre le sedujo más -o eso quiso aparentar- la lectura de la prensa extranjera, ahí tiene el Times de ayer, 'la fiesta terminó', en el que la anécdota es que diga que hay quien lo apoda Don Teflón -muy extendido no estaba el apodo, al menos hasta ayer- y en el que lo relevante es todo lo demás.
El truco de la fachosfera se gripó hace meses
El diagnóstico devastador sobre su forma de gobernar, opaca y sin rendición de cuentas. 'Los españoles merecen un gobierno mejor', llega a decir, para encadenar a continuación no solo las causas judiciales, también la gestión de la riada, de los transportes públicos, de la vivienda o del apagón eléctrico de abril. 'O gobernar como se debe, o irse', es la disyuntiva que el Times plantea al presidente. (Otro periódico a la lista de los conjurados).
El informe sobre el apagón
La actualidad tiene estas cosas. El Gobierno presentó ayer su diagnóstico sobre el apagón -error de planificación, dice, y funcionamiento anómalo de las centrales- justo en el día en que la mayoría parlamentaria prorrogó la vida de las centrales nucleares (la mayoría, en esto, no la tiene el gobierno; tampoco en esto); y justo el día en que al PSOE al que se le han fundido los plomos por un exceso de planificación de la tropa golfa que prosperó alrededor de Sánchez y porque no funcionó un solo de los cortafuegos que, en teoría garantizaban que no volvieran a repetirse episodios anteriores.
Episodios anteriores de la larga historia del PSOE: mordidas, adjudicaciones, infraestructuras con sobrecoste, enchufismos, abusos de poder y trincones. ¿De qué cortafuegos me habla? Cuando una trama corrupta dura ocho años, con una pata en el gobierno -ministerio de Fomento- y otra en el partido -sede central, planta noble-se hace imposible sostener que existían mecanismos de control para evitar mangoneos. Porque, si alguna vez existieron, alguien se ocupó de desactivarlos para poder trincar. Ocho años.
El presidente, resignado ya a repetirse a sí mismo como el mago al que se le acabaron los trucos, escribió ayer otra de sus cartas. A la militancia socialista. Para pedirle que le compre, mansamente, la tesis de que no hay corrupción en el partido, salvo alguna cosa, y que nada hay más humano que esto de que te salgan ranas tus dos secretarios de organización (bueno, ranas, no, más bien cuatreros, o sableadores). Y que él, por supuesto, es mejor que los demás. Siempre comparándose, el líder supremo, siempre compitiendo, siempre reivindicándose como más recto y elevado que los demás.
El presidente, resignado ya a repetirse a sí mismo como el mago al que se le acabaron los trucos, escribió ayer otra de sus cartas
'Lo que es censurable', les escribe San Pedro a los miembros de su iglesia, 'lo que es censurable es que se haya puesto el informe de la UCO al servicio de un intento deliberado de la derecha para derribar un gobierno legítimo'. Si yo recibiera esta carta, le escribiría otra pidiéndole aclaración.
¿Qué significa que el informe de la UCO se haya puesto al servicio de la derecha? ¿Quién lo ha puesto y cómo? El informe de la UCO es un informe de la UCO, punto. Del que el gobierno hizo saber, por los cauces oficiales, que seguramente tampoco sería gran cosa, alguna conversación interpretable de su ejemplar camarada Cerdán, pero sin chicha suficiente como para llamarlo siquiera ‘informe Cerdán’.
El informe se entregó a las partes personadas, se filtró a los medios y, a partir de ahí, cada cual dijo lo que le pareció oportuno sobre su contenido. ¿Qué es, exactamente, lo que al presidente le parece censurable? ¿Qué la UCO tuviera a bien abrirle los ojos a esta prolongadísima actividad corrupta que floreció a sus pies y sobre la que él dice haber estado en Babia?
Gobierno legítimo. Nunca deja el presidente de colocarle ese apellido a su gobierno, legítimo. Todos los anteriores al suyo también lo fueron. Y cayeron. El de Rajoy, derribado muy legítimamente por el Parlamento. El de Zapatero, obligado a disolverse por el naufragio económico. El de Aznar, relevado en las urnas por los ciudadanos. El de Felipe, relevado en las urnas tras la escalada de escándalos de corrupción de muy diverso pelaje.
El empeño de Sánchez en añadir legítimo siempre tuvo un único fin: imputar al PP que no le reconociera la legitimidad. Da igual que lo primero que hiciera Feijóo cuando debutó en el Senado fuera afirmar la legitimidad del presidente, da igual que le felicitara -aun doliéndose- en su última investidura.
Da igual todo porque el presidente está especializado en hacer lo que reprocha a los demás, es decir, distorsión, desinformación, intoxicación. Y deslegitimar a la oposición. No solo como oposición, deslegitimarla como alternativa del gobierno predicando, como hace esta semana, que hay que impedir a toda costa que los españoles den el gobierno a la derecha.
Y a toda costa incluye aguar el insólito, e inédito, grupo corrupto que anidó en el corazón mismo del gobierno y el corazón mismo del partido y justificar que ni siquiera se someta el presidente al examen del Parlamento -la cuestión de confianza- no vaya a ser que la pierda.
El Gobierno, haciéndole los coros a su amo, entona el estribillo de que solo eran tres los corruptos, tres eran tres, Ábalos, Cerdán y Koldo. Y lo entona con la misma convicción con que hasta hace una semana predicaban que solo eran dos, Ábalos y Koldo, porque Cerdán era un ejemplo de honradez, integridad y costumbres austeras. La palabra del Gobierno, con tanto ministro manco por achicharramiento y tanta ministra a por uvas, la palabra del Gobierno en este asunto hace tiempo que no vale nada.
La palabra del Gobierno no vale nada
Claro que no lo sabe la ministra portavoz, ¿qué va a saber? Como no sabe si acabará señalado algún ministro, como no sabe si la financiación de su partido es impoluta, como no sabía si Cerdán era honrado pese a las veces que lo proclamó. Y como no debe de saber en qué consiste el caso Koldo. Porque ayer llegó a decir que este asunto no está aún judicializado.
A saber qué será una judicialización abierta. Causa judicial, claro que hay, si no de qué iba a estar investigando la policía judicial. Lo que aún no hay es investigación al patrimonio de Santos Cerdán, todavía. Y a sus dispositivos móviles, de los que cabe pensar o los habrá borrado o los habrá clonado para tener, él también, munición con la que negociar.
Hay sesión de control del gobierno a la oposición en el Congreso. De Sánchez no se esperan, a estas alturas, sorpresas. De Feijóo, tampoco. De los grupos que hicieron presidente a Sánchez y ahora rehúyen renovarle sus votos en una cuestión de confianza está por ver. Rufián le aplazó ayer al presidente la cita y, antes de verse hoy, le preguntará en el pleno qué piensa hacer. Interpretar el papel de duro inquisidor a primera hora le permite verse de nuevo, en la intimidad, con Sánchez sin que parezca que es más tibio con la corrupción cuando esta es de esquerras, o sea, de izquierdas. Ha dicho que la cuestión de confianza le parece salseo.
Al menos, Rufián cubre las apariencias reclamándole a Sánchez medidas concretas de persecución de corruptores. Otros socios no disimulan. La corrupción es una excusa para apretar al gobierno en asuntos que nada tienen que ver con la corrupción. Ahí está Puigdemont, el compadre de Cerdán en Suiza, que airea su raca raca de los compromisos pendientes.
Y ahí está Otegi, es modelo de higiene pública, que le reclama a Sánchez avanzar hacia el estado plurinacional, entiéndase, los referendos de independencia en Cataluña y Euskadi (debe de ser que el estado plurinacional es menos corrupto que el nacional a secas).
No deja de ser admirable que las lecciones sobre ejemplaridad en la vida pública las estén dando un tipo que cobró la mayor parte de su vida en negro de una organización terrorista, condenado por delitos graves Arnaldo Otegi; un partido que tiene como presidente a un ex recluso condenado por sedición y malversación, o sea, corrupción, es decir, Esquerra Republicana; y un huido de la justicia que, de haber podido ser juzgado, habría resultado condenado por malversar dinero público, es decir, por corromper las instituciones catalanas en su propio beneficio. Estos son los gurúes a los que Sánchez escucha para reponerse del agujero fecal que le ha dejado Santos Cerdán. Pero ya dice el presidente que la demolición moral es la de los demás.

