opinión

Monólogo de Alsina: "La buena política no consiste en tomar el pelo"

Hoy todavía no han destituido a nadie en la Guardia Civil. Ni le ha dimitido al ministro ningún mando.

Carlos Alsina

Madrid | 27.05.2020 08:18

Le tengo afecto al ministro Grande Marlaska. Estuvo en el programa por primera vez en octubre del año 17, para presentar su libro 'Ni pena mi miedo'. La primavera siguiente le invitaron a estrenarse como orador en el Foro de Liderazgo Empresarial que organizó Atresmedia y me correspondió mantener con él una conversación relajada sobre su trayectoria y el proceso que sigue un juez para to-mar decisiones. Antes de que le tocara salir al escenario, imponente escenario del Palacio Municipal de Congresos, estuvimos Mamen Mendizábal y yo haciéndole comentarios intrascendentes porque nos había confesado que estaba muy nervioso con el debut en público. Los jueces, nos dijo, estamos acostumbrados a hablar sólo en los juicios, los autos y las sentencias. Hizo una muy buena ponencia, trabajada, sobre el riesgo de confiarnos al tomar decisiones, la conveniencia de analizar si hemos acertado y, en caso contrario, corregir los errores cuantos antes.

Tengo afecto por Grande Marlaska.

Por eso ayer, mientras escuchaba su rueda de prensa en la Moncloa, horas después del haber fulminado al coronel Pérez de los Cobos por no prestarse a filtrar el informe sobre el ocho de marzo, recién conocida la noticia de la dimisión de Laurentino Ceña, número dos de la Guardia Civil, en pleno incendio, mientras le escuchaba no dejaba de preguntarme qué habría pensado el juez Grande Marlaska del ministro Marlaska.

Si el juez se habría creído una sola palabra de la versión que ayer ofreció el ministro. Si en lugar de un mítin –--que es lo que fue toda la rueda de prensa de ayer, mítin a dúo con María Jesús Montero--- si en lugar de un mítin hubiera sido una testifical, qué crédito le habría atribuido el Marlaska juez al Marlaska ministro. Me lo pregunto.

Estoy seguro de que el juez Marlaska se habría repreguntado a sí mismo. ¿Entonces dice usted que el informe sobre el ocho de marzo no ha tenido nada que ver en el asunto? ¿Y que tampoco tiene nada que ver la renuncia del número dos de la institución? ¿Destituye usted al coronel porque justo ahora, con la emergencia nacional aún declarada, ha decidido usted, cómo lo ha llamado, reconstruir nuevos equipos? ¿En estado de alarma le parece un momento óptimo? ¿Le consta a usted que el coronel recibiera tres llamadas el domingo pidiéndole que revelara el contenido de un informe confidencial? ¿Pidió usted a la directora general de la Guardia Civil que hablara con el coronel para conseguir el informe o fue iniciativa de ella? Ah, que lo del coronel no tiene nada que ver con el informe. Su ministerio difundió el lunes que la causa del relevo era la pérdida de confianza. ¿Cuándo perdió usted su confianza en el coronel y por qué? Ah, que no la perdió. O que sí la perdió pero no es eso. ¿Cómo explica que una decisión tan relevante, tomada en Consejo de Ministros, de subirle el sueldo a guardias civiles y policías no se hubiera anunciado previamente a la prensa? ¿En qué momento se decidió proceder a esta subida, pudo ser ayer mismo para distraer la atención sobre lo otro?

Qué gran declaración habría conseguido sacarle el juez Marlaska al ministro Marlaska.

La equiparación salarial, por sorpresa; la oferta de empleo público para aumentar plantillas; y esta forma tan curiosa de llamar al cese de un coronel y la dimisión-protesta de un teniente general: nuevo impulso a la Guardia Civil.

Camuflaje, lemas propagandísticos, golpes de efecto. Da igual la formación que tengan, su currículum, su trayectoria. Hoy todos los ministros quieren ser Iván Redondo. Todos discípulos del fabricante de relatos.

La buena política no consiste en tomar el pelo.

El informe que los investigadores de la Guardia Civil han hecho llegar a la juez ---y que para ser confidencial está en manos ya de todo el mundo— es un informe manifiestamente mejorable. Incurre en algunos errores y traslada la impresión (al menos a mí) de que primero se decidió la conclusión a la que había que llegar y luego se eligió la documentación para darla por fundamentada. Tiene sentido, por cierto, esto que dijo ayer Simón sobre el famoso congreso que iba a celebrar la Iglesia Evangélica y el porqué esa reunión le parecía peligrosa pero la manifestación del 8-M no.

Digo que tiene sentido porque para el doctor Simón, en la primera semana de marzo, el riesgo no estaba en que se juntara gente (aunque tuviéramos ya aquí focos propios) sino en que se juntara gente de aquí con gente de países donde había más casos que aquí. En nuestra serie documental 'Cuando fuimos ciegos' aparece la respuesta que dio Simón el siete de marzo cuando se le pregunta por la suspensión del maratón de Barcelona. ¿Por qué se suspende el maratón del 15 de marzo y no las manifestaciones del ocho?

Para Simón, y para Illa, el riesgo no era que nos contagiásemos aquí unos a otros (había 175 casos en Madrid el siete de marzo) sino que vinieran lombardos o chinos a contagiarnos.

Que el informe de los guardias sea flojo no justifica que el ministerio fuerce la mano del coronel para conocerlo. Ni que se esté jugando ahora a desacreditarle atribuyéndole la responsabilidad de lo que el informe dice.

Y como siempre, cualquiera que tenga años y memoria habrá reparado ya en que tampoco esta situación es nueva en nuestra historia reciente. Sitúese usted en junio de hace tres años, gobernando el PP, y escuche a la entonces presidenta de Madrid Cifuentes opinando sobre el informe de la UCO que la implicaba en la púnica.

Desacreditar los informes de la UCO se hizo costumbre aquel año. Pedro Antonio Sánchez, presidente de Murcia, pidió al juez que no hiciera caso al informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil porque estaba sesgado e incluía valoraciones sobre tipos delictivos que sólo correspondían al juez. Fueron aquellos días en que el gobierno sugería que los fiscales se dejaban guiar por informes especulativos y el PSOE acusaba al gobierno de torpedear a la UCO y querer manejar a los investigadores a su antojo.

España es un remake permamente.

De la juez Rodríguez Medel, que instruyó lo del máster de Cifuentes ya hay algunos contando por ahí que está desquitándose del gobierno porque no la nombró en enero directora de la guardia civil. De Marlaska algunos se empeñaron en contar hace años que se había vuelto sanchista porque no le perdonaba al PP que no le hubiera nombrado fiscal general.

España es una intoxicación permanente.

Después de escuchar la rueda de prensa de ayer, con la ministra Montero repartiendo juego y atizando desde el minuto uno al PP, la pregunta que cabe hacerse es: ¿en qué momento el gobierno dejó de informar de lo que aprueba para asfixiarnos en propaganda?

Se le pregunta a la portavoz por su pacto con Bildu y cuenta este cuentito.

Que había un ruido dice. Y se pacta con Bildu para que el ruido cese. Y se cesa al coronel para reconstituir equipos y dar impulso. Y así todo.

Ni una explicación cierta. Ni una respuesta aprovechable. Eslóganes, consignas, monsergas. En la sala de propaganda de la Moncloa.

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