Viajeros a la carrera, urgidos por empleados del aeropuerto para salir corriendo. Pasajeros escondidos detrás de mostradores después de escuchar disparos a la entrada de la terminal.
36 asesinados. Ciento cuarenta heridos. Y vídeos que grabaron los viajeros con sus móviles y que dan cuenta del terror que se vivió anoche en la terminal.
En Bruselas, donde recibieron anoche los jefes de gobierno europeos la noticia de la matanza, la pregunta del día es quién se ofrece a explicar a los ciudadanos cómo van a evitar los gobernantes que la hecatombe que anunciaron si ganaba el Bréxit no se va a producir aunque el Bréxit haya ganado. De momento todo lo que han hecho los jefes de gobierno es ponerle cara de acelga a David Cameron, tratarle como un dinamitero tóxico que cuanto antes se vaya a su casa tanto mejor y proclamar que aunque sea con uno menos, el proyecto europeo seguirá firme y adelante.
En el Parlamento le dieron cera los eurodiputados conservadores y scoialdemócratas a Nigel Farage, el caballo de Troya de los eurófobos. Pero Farage venía crecido porque él ha ganado el referendum y se permitió decirle a los demás que es hora de que abran los ojos y dejen de negar la realidad. Y la realidad, para él, es que la construcción europea es un fiasco porque las grandes decisiones las toman los gobiernos sin rendir cuentas a los ciudadanos. Empiecen por admitir eso, les dijo, y entenderán por qué el Reino Unido no será el último país que quiera salirse de la Unión Europea.
En respuesta lo que le dijo el portavoz de los liberal demócratas, Verhofstadt, es que al Reino Unido va a haber que ir cambiándole el nombre por el de Reino de Inglaterra y Gales. Escocia e Irlanda del Norte, en estas condiciones, ya no querrán quedarse.
¿Y lo nuestro cómo va? El largo camino hacia la investidura de un presidente.
Seguro que ustedes se han dado cuenta. Hay una frase que repitieron y repitieron y repitieron Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias después de las elecciones de diciembre y que ahora, después de las de junio, sólo se le ha escuchado al primero de ellos. La frase es, o era: el pueblo ha hablado y hemos entendido su mensaje. Ay, el mensaje de las urnas. Que según los líderes en diciembre era que debían negociar, superar sus diferencias y alcanzar pactos por el bien de España. Ay, el mensaje.
Repetidas las elecciones, o esta vez no tienen claro cuál es el mensaje de las urnas o es que prefieren no entenderlo. Para Rajoy sí, para él siempre está claro lo que dicen los ciudadanos: que el que tiene que gobernar es él porque para eso ha ganado. Y el resto lo que tiene que hacer es aceptar que así sea y prestarle los votos que le hagan falta para poder permanecer en la Moncloa. Para los otros tres, lo que han dicho las urnas no se sabe muy bien lo que es. Ni quieren que siga Rajoy, ni quieren acordar entre los tres un candidato alternativo a Rajoy ni quieren, por supuesto, anatema, que haya terceras elecciones y que les culpen a ellos por haber impedido que haya gobierno.
Rajoy aún no ha movido ficha. Pero la va a mover.Le toca a él, desde luego, hacerlo. Con más convicción y perseverancia, a ser posible, que la vez anterior, cuando estuvo remolón y desdeñoso. Si quieres peces has de bajar al río. No se pescan botando desde un balcón de la calle Génova.
Le toca a él pero hay un hecho que Sánchez y Rivera (incluso Iglesias) seguro que tienen presente: quien ganó las elecciones la vez anterior pero no consiguió gobernar ha obtenido ahora más respaldo popular y más escaños. Quienes no ganaron las elecciones en diciembre, fueron incapaces de alumbrar un gobierno alternativo y no dejaron gobernar al que ganó, retroceden.
Hay mil matices que se pueden añadir al análisis, pero ninguno de ellos va a desmentir esa realidad. Y eso es lo que se resisten a asumir con todas sus consecuencias Sánchez, Rivera e Iglesias. A los tres los hemos escuchado —-Sánchez el que menos, porque lleva mudo desde el lunes— que en ningún caso harán nada que facilite la investidura de Rajoy. Lo que no le hemos escuchado aún a ninguno de los tres es que, entre tener de presidente a Rajoy y forzar nuevas elecciones prefieran lo segundo. Deberían decirlo abiertamente, si tan claro lo tienen. Antes que abrir camino a un gobierno en minoría del PP, preferimos elecciones de nuevo. Díganlo así, a pecho descubierto, oiga. Cartas sobre la mesa. Si luego hay elecciones y, en lugar de 137 Rajoy saca 177 siempre podrán darle una vuelta al diagnóstico.