OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "En su afán de agradar, Sánchez cae en la trampa de equiparar votar un Estatut y una secesión"

Perdone el presidente Sánchez la pregunta, pero esta comparecencia suya de ayer, casi interminable, exactamente ¿para qué era?

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 18.07.2018 07:50

Una hora y media de chapa. Su club de fans generando expectación. Los medios transmitiéndole en directo. Oiga, ¿de qué iba la cosa?

Porque si hubiera dado usted una noticia. Si nos hubiera contado algo nuevo. Si hubiera profundizado usted en algún asunto.

Pues me va a perdonar de nuevo, presidente, pero que no lo sepa usted, que es quien pidió plantarse en el Hemiciclo…

De modo que solicita usted la comparecencia, dice que va a exponer su programa de gobierno, se hace fuerte en la tribuna, aburre usted (no se lo tome mal) a las ovejas, no dice nada que no hubiera dicho ya antes o usted mismo o alguno de sus ministros (y ministras) y resulta que ni usted mismo sabe con qué intención hizo todo eso.

Ya, pero es que su palabra… Entiéndame. Ya nos dio su palabra de que publicaría la lista de los amnistiados fiscales de Montoro, ¿se acuerda de la palabra aquella?

La lista de la vergüenza. Que la iba usted a publicar antes incluso de sacar del Valle de Cuelgamuros lo que queda de Franco. Iba a publicar la lista pero ahora ya…

…ahora ya no la publica. Como dijo ayer la portavoz suplente de Podemos, Belarra, cuando le reprochó esto de la lista, no le van a permitir que se incumpla usted a sí mismo.

Es terrible incumplirse uno mismo. Tan terrible como que otros te lancen a la cara las sospechas. Ver a Rivera en modo líder de la oposición haciéndote la pregunta que tú le hacías a Rajoy en el mismo modo.

Fuego al presidente por mantener ahora en secreto la lista. Fuego por su derecha y por su izquierda. Rivera sugiriendo que hay en ella socialistas.

Y Podemos sugiriendo que el nombre que el presidente Sánchez no quiere que se conozcas es el de un rey que tuvimos antes de éste que tenemos ahora.

Ante el bombardeo de sospechas, qué va a hacer un presidente que acaba de proclamar que la Constitución le impide castigar con la pena de difusión pública hechos que se produjeron cuando la norma era otra.

No se difundirán nombres de amnistiados, la oposición podrá seguir especulando con los nombres de la sospecha y el gobierno seguirá a sus cosas porque tiene sin rematar casi todo. ¿A Franco, presidente, entonces cuándo dice usted que lo saca?

¿Pero en breve significa que todavía no tiene una fecha o que le pasa como con la amnistía fiscal, que no sabe si la ley…

Pues ni en esto de la amnistía, ni en lo de Franco, ni en lo de los impuestos a las grandes compañías, ¿cómo las llamó usted ayer para que nos cayeran antipáticas?

Eso, conglomerados. Grandes conglomerados. Sobre su pretensión de sacarle más dinero a los accionistas de las grandes compañías para sufragar con ello las pensiones, los servicios públicos o lo que se tercie, todo lo tenía ya anunciado la ministra de Poner Impuestos señora Montero, de manera que en esto tampoco hay novedad.

Lo cual nos devuelve, presidente, a la casilla de salida. Esta comparecencia de ayer, ¿para qué era? No es por ningunear al Parlamento, pero igual una rueda de prensa de hora y media en el Palacio de la Moncloa habría sido para todos más productiva. Quitando a Albert Rivera, que ayer pudo sentirse líder de la oposición en ausencia de Irene y Pablo (que ya no son oposición, sino socio preferente) y en ausencia de un PP que hasta el sábado es sleepy hollow, el jinete sin cabeza, quitando a Albert Rivera nadie sacó gran cosa de este pleno a ratos insulto y a ratos soporífero. Bueno, salvo el hombre que más potencia vocal emplea cada vez que sube a la tribuna a explicar lo incómodo que está en este cuartel general de la represión que es el Congreso de los Diputados españoles. Españoles, que no catalanes. Joan Tardá, el porta-vozarrón de la autodeterminación y el raca raca.

Nadie disfruta más de un pleno inconcreto como éste que el diputado Tardá, preso desde hace años de la terrible vida de la corte madrileña centralista, inquisitorial y autoritaria.

Fue en la cuestión catalana, presidente, donde volvió a dejarse usted enredar por el discurso de Esquerra Republicana. Tan deseoso usted de coincidir con Tardá y Junqueras en que el tapón que ha hecho imposible la solución de la crisis catalana no se llama Puigdmont, ni procés, ni golpe a la legalidad democrática. Se llama, ésa es su lluvia fina, Mariano Rajoy.

Un estatuto que no votaron porque lo corrigió, en unos pocos artículos, el Tribunal Constitucional. Gobernando Zapatero, siendo presidenta del Tribunal María Emilia Casas y decantando el voto de la mayoría un magistrado progresista de nombre Manuel Aragón. Ocurrió en el 2010, siguió gobernando el PSOE hasta un año y medio después y no consta que dijera nunca su partido que el Estatut corregido y, por tanto, constitucional no fuera legítimo. Lo que sí dijo Zapatero es que buscaría la manera de hacer legal lo que el Constitucional había corregido a la baja. Y luego ya, dejó de gobernar.

Que el PSOE, de nuevo hoy en el gobierno, proponga rescribir el estatut para someterlo de nuevo a la votación de los catalanes —en 2006 votó menos de la mitad del censo— no es tampoco novedoso. Un nuevo estatuto y una nueva Constitución es la fórmula que vienen barajando los socialistas desde la época Rubalcaba. Lo novedoso, si acaso, es el eslógan que hace suyo ahora Sánchez, tan del gusto de su nueva amiga Esquerra Republicana.

Esto sólo se resuelve votando. Ya, ya sabemos que el gobierno de lo que habla es de votar un nuevo estatuto y que el independentismo, cuando dice votar, se refiere al raca raca de la autodeterminación para separarse de España. Pero también sabía Sánchez que su amigo Tardá agarraría la frase al vuelo para atribuirse otra victoria.

No, no es verdad. Ni Tardá ni Junqueras ni Puigdemont llevan años diciendo que la crisis catalana se resuelve votando un nuevo estatut. Hace tiempo que ellos no quieren oír hablar de estatuto alguno. Y aquí es donde el presidente, en su afán por agradar, acabó cayendo ayer en la trampa. La trampa para osos con luces intermitentes que avisaban del peligro. Ojo con poner al mismo nivel cosas que nada tienen que ver que acabas patinando y metido de cabeza en el pozo.

• El independentismo lo que exige es votar la secesión, es decir, algo inconstitucional.

• El gobierno de lo que habla es de votar la reforma de un estatuto autonómico, algo que han hecho, salvo el País Vasco, todas las comunidades autónomas sin conflicto alguno.

No parece que sea la misma cosa votar democráticamente un estatuto que votar antidemocrátricamente la secesión que rompe la soberanía nacional. A las dos se le llama votación, pero una es un derecho reconocido por la Constitución y la otra es un ataque a la soberanía de todos. Qué hace entonces el presidente equiparando una votación con la otra.

Bienvenida sea, ¿qué intersección? ¿De qué intersección habla, presidente? ¿Quién le ha dicho que esto que lleva años intentando consumar el independentismo, un referéndum de autodeterminación, sea una solución democrática? Aun estando ya dentro de la trampa, ¿no es acaso capaz de verla? Con el cuento del votar le hizo Tardá la envolvente y acabó usted celebrando que el independentismo lo confíe todo a votar. Oiga, si eso es lo que el independentismo viene diciendo desde 2012. Que total, ellos sólo quieren que los catalanes voten, como usted, qué hermosísima solución democrática. ¿Cayó sin querer, o cayó queriendo, presidente? Y no me diga que…