OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El domingo toda esta sobreactuación de los candidatos quedará olvidada"

Exagera, que es campaña. Sobreactúa, candidato, que ya vamos llegando a las urnas y digas lo que digas y pase lo que pase, el domingo por la noche quedará olvidado.

Carlos Alsina

Madrid | 16.12.2015 08:12

Sobreactúa, candidato, en el ataque al adversario —-ya lo dijo Pedro Sánchez, resucitando a Alfonso Guerra, es la gente, su gente, la que le decía dale caña a Mariano, dále caña—-, y sobreactúa rasgándote las vestiduras cuando seas tú, o el tuyo, el atacado. Uno tras otro salieron los ministros y barones del PP a censurar a Sánchez por su estilo bronco, faltón y prepotente, chulería lo llamó Cospedal,macarrismo dijo la vicepresidenta.

Todos cumpliendo con el guión que entienden que corresponde seguir ---incluida la prensa militante y activista a ambos lados del cuadrílatero--- para ganarse el apoyo del votante y disuadirle de votar al otro. Proliferan los comentaristas en los diarios conservadores escandalizados por el estilo agresivo y faltón de Sánchez que paradójicamente emplean ese mismo estilo a diario en sus columnas y sus intervenciones habladas. Se vuelve a deshacer en elogios al aspirante socialista el diario El País, que cada vez que actúa Sánchez en un debate le ve más y más estadista. El ABC hace contorsionismo para titular que Rajoy salió castigado en el debate, pero por la falta de talla del adversario y en La Razón, donde dan ganador a Rajoy, mencionan como culpable a Arriola. ¿De qué ganara Rajoy? No, de que no previera la mala educación del aspirante.

No cabe sorprenderse de nada. Ni siquiera de que siempre acabe apareciendo Arriola como culpable. El guión que dice que el otro es siempre el agresivo, el tenebrista, el maleducado y tú eres el constructivo, el dialogante, el que propone.

Sánchez se dedicó a morder a Rajoy y le llamó indecente, es verdad. Y justo eso es lo que ha hecho posible que todos sus rivales políticos —-los de Sánchez—- coincidieran en una misma frase: cuando uno tiene argumentos no tiene por qué insultar. Pero no se dejen confundir por las apariencias. Que un dirigente ponga a caer de un burro a otro es el pan nuestro de cada día en el Congreso y en los mítines. Se zurran la badana y luego se van tan ricamente a tomar café juntos. Rajoy le dijo una vez a Zapatero que había traicionado a las víctimas del terrorismo y se armó una buena: hoy tienen ambos una relación estupenda. Rubalcaba llamó a Rajoy “socio del delincuente Bárcenas” en el debate más bronco que se recuerda en el Congreso —año 2013— y hoy el presidente del PP dice añorar la talla de aquel hombre de estado que una vez dirigió el PSOE.

No se dejen confundir por la apariencia que todos cultivan durante la campaña, unos de perros de presa y otros de doncellas ofendidas. En cuanto cierren las urnas el domingo a las 20.00 todas estas historias que nos tienen entretenidos en la campaña nos parecerán tan antiguas que no darán ni para medio comentario.

El lunes todo estará olvidado y dependiendo cómo les haya ido en las urnas estarán cortejándose, los unos a los otros, para la investidura.

. Si Sánchez consigue un buen resultado, brotarán los partidarios al grito de “ya dijimos que había estado estupendo, viva Pedro”. Si se la pega, se lo comerán por las patas antes de abrir el turrón: “tanta agresividad no podía ser buena”. Ven a rescatarnos, Susana.

• De Rajoy todos sus compañeros —-subordinados, en realidad— elogian el temple y la buena educación que tuvo (aunque respondiera a lo de indecente llamando mezquino y deleznable a Sánchez, legítima defensa, dice) pero si el domingo se queda corta la victoria o se aleja peligrosamente la posibilidad de seguir en el gobierno se rescribirá la historia y el panegírico caerá arrollado por el epitafio crítico: no estuvo bien, no supo defenderse, no preparó bien el debate. Lo de siempre, oiga.

Rajoy, que gana las elecciones a decir de las encuestas, empezó a hablar ayer de posibles pactos. Sin nombres pero con pistas suficientes para saber qué planes tiene. En el discurso del PP de esta campaña ni siquiera aparece la apelación a la mayoría suficiente. Da por hecho que sacar 130 escaños será un triunfo en estas condiciones. Para investirse presidente buscará Rajoy, en primer intento, el acuerdo con Albert Rivera, no sólo para ese trance sino para gobernar en alianza toda la legislatura. Rivera volvió a decir aquí, y presume de ser sincero, que no dará su voto ni a Rajoy ni a Sánchez, menos aún pactará con el PP un gobierno estable. El principal desafío de Rajoy no es ganarle un debate a Sánchez, ni siquiera ganar las elecciones (que salvo gran sorpresa, las tiene ganadas), su desafío es persuadir a alguno de los otros partidos para que le abran la puerta de la Moncloa. Con 130 escaños, y sin ayuda, uno no tiene la llave.

En el último año el PP —-partido con cientos de miles de afiliados en toda España—- ha encajado reveses electorales en todas las convocatorias electorales que ha habido: europeas, andaluzas, autonómicas, municipales y catalanas. El día siguiente a todas ellas Rajoy les dijo a sus barones (defraudados) que confiaran en él, que el último round, las generales, darían la vuelta a la historia. En esa cuenta atrás también estamos: la que lleva o al triunfo de Rajoy, consagrado como líder, o al momento en que los suyos le empezarán a pasar factura. Él aún conserva el poder, pero casi todos los demás ya lo perdieron.