OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ada Colau tiene añoranza de su etapa de activista callejera"

Esto es añoranza. Nostalgia de los años que vivimos callejeramente. La querencia de quien se curtió en la protesta y hoy tiene cargo, despacho y mucho papeleo. Ada Colau. Añora su etapa de activista, la superheroína que le gritaba a la autoridad competente que se rindiera. Nostálgica y con hambre de balón, la señora Colau asumió el liderazgo de las kedadas populares contra la imputación del rey Arturo y dos de sus ministras. Haciendo méritos la alcaldesa ante la multitud soberanista, redimiéndose de su ausencia de la manifestación de la diada, y atizándole a la fiscalía del Estado y al gobierno de Rajoy, que después de todo, la libertad de opinión la ampara (sólo faltaría), es gratis.

Carlos Alsina

Madrid | 14.10.2015 08:02

Ante una multitud que gritaba “desobediencia, desobediencia” (desobediencia a las instituciones del Estado, se entiende, no al gobierno barcelonés o a la Generalitat de Cataluña, ahí nadie desobedece), leyó Colau el manifiesto que reproduce el argumentario de siempre: éste que empieza por exaltar las consultas populares como quintaesencia de la democracia participativa y termina tachando cualquier reparo legal que se le ponga al proceso (procés) como “anomalía democrática”. Lo de la “anomalía democrática” es el concepto comodín que más fortuna ha hecho en el discurso político en Cataluña en los últimos tiempos. “¿Qué es la anomalía democrática?, preguntas. Anomalía eres tú”.

La instrucción judicial que está en marcha en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no tiene nada de anómala. No es la primera vez que un Tribunal investiga la actuación de altos cargos por decisiones que éstos han tomado y que, en opinión de quien denuncia, constituyen una violación de la ley. A las señoras Ortega y Rigau les preguntó el juez por las acciones que cada una de ellas realizó, por las decisiones que cada una de ellas tomó y por los hechos que han sido denunciados. Ellas le colocaron al juez (en su derecho están) el argumentario: que pedir opinión al pueblo es un ejercicio de democracia y que éste es un asunto político y no judicial. Esta muy bien, demostrar en el juzgado que uno se lo sabe. Pero no iba de nada de eso una comparecencia como ésta. Va de explicarle al juez qué hizo la persona interrogada para que él pueda valorar si ella pudo incurrir en un delito o, por el contrario, no hay sustancia. Ni están imputados los participantes en la kedada de la plaza ni lo está el pueblo catalán. No hay responsabilidades colectivas: hay actos individuales de personas que desempeñan cargos públicos.

El Tribunal se ha tomado la kedada como un escrache. Una forma de meter presión para que aborte la instrucción judicial en marcha: si sólo por citarles a declarar se organiza esta zapatiesta, qué no pasaría si los procesamos, o los juzgamos, o los condenamos. Así interrpretan los jueces que les convoquen kedadas en la puerta, como una coacción. Lo hagan los soberanistas catalanes, los nacionalistas vascos de Atutxa o los dirigentes del PP valenciano. Aunque Ada Colau no se lo crea, esto de convocar concentraciones contra decisiones judiciales no lo ha inventado Raul Romeva.

Es enternecedor escuchar al presidente Rajoy decir que la presión al tribunal le parece inadmisible. Le parece inadmisible ahora. En mayo de 2009, Francisco Camps acudió a declarar al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. Le acompañaron Rita Barberá y los tres vicepresidentes del gobierno valenciano junto a varias decenas de simpatizantes del partido. Ninguno de ellos estaba imputado. Sólo lo estaba Camps. Como sólo lo están Rigau, Ortega y Artur Mas.

Que sostienen, por cierto —-éste es el argumento de su defensa— que no desobedecieron al Constitucional al seguir adelante con la falsa consulta porque no eran conscientes de estar incumpliendo nada. Interesante matiz: la defensa sostiene que no desobedecieron, por más que la multitud callejera celebre a coro la desobediencia. Fijen criterio: o no hubo desobediencia y por eso no hay caso, o la hubo y entonces lo coherente es asumirla y afrontar las consecuencias. Con coraje: si usted decidió no hacer caso al TC, asúmalo heroicamente para que al salir a la calle Ada Colau le haga la ola.

La alcaldesa no ha desahuciado a Colón de su estatua por genocida pero, si por ella fuera, desahuciaba hoy mismo al juez Abril Campoy de su sumario.

Montorose desmelena (sentido figurado). En declaraciones al diario El Mundo se publicita a sí mismo como gestor –-ahí están mis cifras, dice—y como sufrido obrero del excel –-me paso el día en la cocina mientras otros salen y hablan--. “No valgo para seducir”, dice el ministro, en una de esas afirmaciones que nadie osaría nunca rebatirle. No valgo para seducir pero lo mío no es arrogancia sino seguridad: desde el principio supe que ésta era la política correcta. Se presenta Montoro como hombre del pueblo –-nadie como yo conoce la calle—, como ex aznarista crítico –-alguien que está ahora en el business no puede dar lecciones desde fuera--- y como critico de Margallo ---un hombre inteligente que corre el riesgo de ser rehén de su propia arrogancia intelectual”. Hay para todos. Menos para Rajoy, el confeccionador de las listas.

Montoro sabe que tiene plaza segura pero se reinvindica para poder elegir ciudad y puesto. Tal como Cayetana Alvarez de Toledo se rumiaba ya que tendría difícil concurrir de nuevo. En un gesto inteligente, antes de que la quiten se aparta.