OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Simón y la gente"

Carlos Alsina reflexiona en Más de uno sobre la postura del Gobierno con respecto a la necesidad de un confinamiento domiciliario para bajar la incidencia acumulada.

Carlos Alsina

Madrid | 15.01.2021 08:42

Y Fernando Simón insiste en que nos lo tenemos merecido.

Se recomendara lo que se recomendara. Lo pasamos mejor de lo que debíamos haberlo pasado. Si lo hubiéramos pasado peor no estaríamos ahora lamentando una incidencia acumulada que ya supera los quinientos casos por cien mil de media nacional. ¿Cómo de mal, o de peor, entiende el epidemiólogo del gobierno que deberíamos haberlo pasado para mantener el virus a raya? ¿Y cómo era aquello del ‘capitán a posteriori’ que pusieron de moda los coros y danzas gubernamentales en primavera? ‘Capitán a posteriori’ era el que a toro pasado decía: ah, si se hubieran hecho las cosas de esta otra manera. Pero claro, dice Simón, qué mas da lo que recomendáramos si no se nos iba a hacer caso.

¿Se recomendara? ¿Se recomendara, quién? El ministerio de Sanidad, en el que trabaja Simón y del que ejerce como portavoz (y comentarista diario de los datos de la pandemia), el ministerio de Sanidad en un país en estado de alarma sanitaria no está para recomendar, está para actuar. Es él quien tiene en su mano tomar decisiones. Luego puede delegar cuanto quiera en los presidentes autonómicos por aquello de la cogobernanza, pero el poder máximo lo tienen Pedro Sánchez y Salvador Illa. Y el experto de cabecera de ambos ---y probablemente el único epidemiólogo con el que ambos consultan --- se llama Fernando Simón. Porque del comité científico que se creó en no ha quedado ni rastro.

Fue el ministerio de Sanidad quien propuso el famoso Plan Navidad a los gobiernos autonómicos y quien no consideró necesario ni prohibir desplazamientos entre regiones ni confinar a nadie en su casa. Hoy, con la incidencia en aumento y el porcentaje de camas de UCI ocupadas rozando ya el 29 % sigue sin considerarlo. La ventaja de ser Simón es que cuando la tendencia baja puedes salir a decir: ¿Lo ven? Están funcionando las medidas. Y cuando la tendencia sube puedes salir a decir: Ah, esto es que las medidas no se están haciendo cumplir estrictamente. O: ya decía yo que teníamos que pasarlo peor, pero... como recomendara lo que recomendara no se me iba a hacer caso...

En febrero y marzo ya fue así. Cómo iba a recomendar que se suspendiera una manifestación. Cómo iba a recomendar suspender las fallas si en la cabeza de nadie entraba que las fallas pudieran suspenderse. Cómo iba a recomendar el uso de mascarillas si no había mascarillas para todos. Cómo iba a recomendar la reclusión domiciliaria si no había gobierno capaz de encerrarnos por decreto a todos en casa. ¿Confinamiento domiciliario ahora para cortar la transmisión de inmediato? No es necesario.

Ésta sí es una recomendación, ¿ves? No confinar. Con lo que tenemos tenemos suficiente. Fíjese que si algo se ha ido desmoronando en estos últimos meses es la falacia aquella de que la Ciencia hablaba con una sola voz y no podían cuestionarse las decisiones de los gobiernos porque respondían a las indicaciones de los científicos. Había que escuchar a la Ciencia, decía Sánchez. Cuestionar a Simón era cuestionar la Ciencia.

Hoy ya sabemos que no todos los científicos ven este asunto de la misma manera. Que de hecho, para muchos científicos lo más eficaz (y lo que a largo plazo menos daño causa a la economía) es una reclusión total de varias semanas.

Rafael Bengoa, que es científico, expuso ayer en este programa una postura muy poco coincidente en todo con Simón e Illa. Sobre el confinamiento, sobre la variante británica del virus, que cree que se está subestimando.

Y sobre el plan de vacunación, que él aceleraría recurriendo a grandes espacios en lugar de sobrecargar los centros de salud.

Y con todos los recursos posibles, también los de la sanidad privada. La Ciencia, como se ve, no es unánime. Y cuanto menos dependencia jerárquica tienen los científicos de los gobiernos más claros son en sus recomendaciones sobre lo que se debería estar haciendo ya, no sobre lo que pudo haberse hecho y no se hizo porque hay que ver cómo es la gente.

La gente, que siempre son los demás. La gente que se relaja.

Bueno, España amanece con el corazón en un puño preguntándose cuándo serán entonces las elecciones autonómicas en Cataluña. Se lo pregunta el personal con un punto de angustia: ¿pero entonces se aplazan o no se aplazan?

Gracias a la perspicacia de algunos analistas hemos podido reparar todos en que los dirigentes de los partidos están mirando las encuestas a ver qué les conviene más: si que sean en febrero, sean en marzo, sean en mayo o sean dentro de quince años. (Esto último es lo que más le gustaría a Pere Aragonés, pero es inviable). En efecto, los partidos velan por sus propios intereses. Tanto lo que quieren aplazarlas como los que no quieren. Ayer se metió en el fregao el mismísimo ministro de Justicia con una reflexión sobre la gravedad de suspender ¡la democracia! (Que, en efecto, es una cosa grave, suspender la democracia, pero no parece que llegue a tanto lo que se está discutiendo en Cataluña). Suspender la democracia fue lo que intentaron Junqueras y Puigdemont, el prófugo y el condenado al que Sánchez ahora quiere indultar.

A lo largo del día, no se apure usted que me escucha, sabremos cuándo serán las elecciones.

Entretanto, celebremos que el diputado gubernamental Echenique ha descubierto la pólvora: se ha dado cuenta de que si le bajas IVA a un producto el Estado ingresa menos y el vendedor del producto, pues no.

Dijo ayer Echenique que hay una campaña de la derecha (en ocasiones, veo campañas) para que el precio de la luz baje sin que las eléctricas (malvadas eléctricas con sus malvados accionistas) se resientan. Piden que se baje el IVA porque así el damnificado es el Estado y los servicios públicos que se pagan con los impuestos. El problema del argumento es que sirve para oponerse a que se baje el IVA de cualquier cosa. Si le bajas el IVA a las mascarillas, el vendedor de mascarillas gana lo mismo pero el Estado ingresa menos. Si le bajas el IVA a los alimentos de las mascotas, como propone Podemos, el vendedor de pienso no se inmuta pero el Estado ingresa menos. En adelante, y cada vez que Podemos reclame la bajada del IVA de alguna cosa habrá que preguntarle por qué se alinea con los vendedores en lugar de defender a muerte que el Estado no deje de ingresar nunca ni un euro. Aparte de preguntarle por qué en 2017 le parecía una gran idea bajar el IVA de la luz y ahora le parece a Echenique una campaña derechista intolerable.

Por cierto, el juez que ha resuelto que no hay caso en la reforma que hizo Podemos de su sede (no ha encontrado indicio alguno de delito) ha dejado escrito que el partido calculó a la baja el coste de la obra para pagar menos por el impuesto de construcciones, instalaciones y obras. Si declaras una cantidad inferior a la real, te sale menos impuesto a pagar. Pero claro, con este impuesto municipal también se financian servicios públicos. Al final la obra de rehabilitación le salió a Podemos por un millón cuatrocientos mil euros. Sin delito alguno, eh, quede claro. Un millón cuatrocientos mil boniatos en hacer reforma. El apego de los partidos políticos en España por el patrimonio inmobiliario forma parte de nuestros hechos diferenciales. Les vuelve locos tener sedes en todas partes y una principal que sea bien pintona. En tiempos de tecnología y teletrabajo, anda que no les gusta tener un pedazo de edificio para llenarlo de logotipos y recibir visitas.