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Monólogo de Alsina: "La Historia tampoco le absolverá"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre el periodo de Quim Torra como presidente de la Generalitat, después de haber sido inhabilitado por el Tribunal Supremo.

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Carlos Alsina

| 29.09.2020 08:35

Recuerda en el diario El País Camilo Baquero la respuesta que dio Joaquim Torra a un diputado del PP que le reprochó que gobernara como pollo sin cabeza. En catalán, el pollastre sense cap.

No es tan fácil acabar con los pollos. El pollo Mike sobrevivió dieciocho meses sin cabeza. Palabra de Mike Torra.

No hagamos leña del Torra caído. Hizo todo lo que sabía hacer. Y el resultado está a la vista: la nada. Le encomendaron maquillar el fracaso de la arremetida independentista del año 17 ---la república que fue proclamada y que de ahí nunca pasó--- y en eso se le han ido dos años y medio. En fingir que él presidía la Generalitat.

No hagamos leña de Torra porque la suya sea la historia de un fracaso. Triple fracaso: como profeta-adjunto, como suplente-de-caudillo-libertador y como mero gestor de la cosa pública. En rigor, no ha dejado de ser presidente de la Generalitat porque nunca lo fue. No lo fue, primero, porque él mismo se presentó como el vicario, o el valido, de su padre Puigdemont. Y no lo fue, segundo, porque nunca pasó de ser un activista de su causa que ignoró a la mitad de la sociedad para la que gobernaba. La ignoró desde el principio y hasta el final. Su discurso de clausura de ayer (de clausura de sí mismo) es el mismo discurso que hizo cuando empezó, una mezcla de distorsión histórica, apelaciones sentimentales de garrafón (sentimientos para cubrir la ausencia de ideas) y promesas falsas.

La desobediencia, la resistencia, la ruptura. Se ha pasado dos años y medio predicando de todas las formas posibles este único estribillo. Invocando una supuesta marea ciudadana que iba a encarnar la resitencia del pueblo contra el Estado represor. Hace un año, cuando salió la sentencia del procés, ya dijo que no aceptarían la sentencia.

Entonces hubo unas cuantas jornadas de contenedores ardiendo en Barcelona y prou. No dio la cosa para más. Anoche hubo quinientos individuos pegando voces y lanzando cabezas de cerdo a los mossos de esquadra. Y no dio para más. La desobediencia civil era un fraude. Otro.

Recuerden la historia del propio Torra, de su inesperada coronación en 2018.

Lo primero que dijo el independentismo tras las elecciones del 17 (convocadas por Rajoy) fue que sólo investirían presidente a Puigdemont. Él y nadie más, aunque viviera en Waterloo. Luego ya dijeron que bueno, que investirían a otro pero que el legítimo seguiría siendo Puigdemont. Un presidente verdadero en Bruselas y en Barcelona, un muñeco de madera. Más tarde, cuando Torra se cansó de ser sólo muñeco y empezó a cogerle el gusto a ser molt honorable ninot, lo que dijo es que convocaría otro referéndum. El refinitivo. Se iba a enterar Europa, y el mundo, de que esto de la Catalonia independiente no tenía marcha atrás. Y hasta hoy.

En su papel de Juana de Arco de felpa, el adjunto del profeta escogió para el martirologio la causa más deslucida. Una pancarta y unos lazos amarillos. De proclamar la independencia, como hicieron sus mayores, a colgar del balcón una pancarta. Cuando llegó la primera sentencia y no salieron en su auxilio ni los suyos. Él mismo dio por terminada la legislatura hace ocho meses.

Lo dejó caer Junqueras, primero como diputado y luego como presidente. Y lo ha dejado caer Puigdemont, el hombre que se miró a un espejo y quedó atrapado para siempre en la contemplación de su triste destino. El muñeco de madera dejó de servir para el propósito con el que fue tallado. Fin de trayecto. Otro ex president al que pagarle ahora coche oficial, despacho y personal de confianza.

Y otra vez Cataluña a elecciones autonómicas. Plebiscitarias, dice el árbol caído. Otra vez plebiscitarias. Porque ya hubo unas, en 2015, como Artur Mas prefiere no recordar. Si aquello fue un plebiscito, lo perdió el independentismo. 52 % del voto para opciones no independentistas. Esto es lo que ahora se proponen cambiar. El movimiento nacional indepe acudirá a las urnas atomizado en tropecientas marcas, pero en la noche electoral harán la suma de todos y esta vez sí, podrían ser más, todos junts, que los votantes del resto de los partidos. Con las encuestas de hoy en la mano, ése es el escenario hacia el que vamos. Con Torra fuera de la ecuación. Pero es que Torra, en realidad, nunca decidió ni los pasos ni la estrategia.

Sostiene el consejero madrileño de Sanidad que en su conversación mano a mano con el ministro Illa éste no le planteó la posibilidad de asumir el mando sanitario en Madrid. Y sostiene Illa que el gobierno autonómico no le está diciendo la verdad a los ciudadanos sobre el alcance de la epidemia en la región.

Cuatro días después del bocinazo del ministro, y de las especulaciones sobre si iba a declarar el estado de alarma o el 155 en Madrid, no parece que vaya a cambiar nada en las horas próximas. Ayuso alega que las hospitalizaciones disminuyen y que el sistema tiene capacidad suficiente para afrontar los nuevos contagios. Illa insiste en hablar de urgencia pero sin dar el paso de imponerse a las autoridades de Madrid.

Y a Pablo Casado, líder del PP madrileño, le preguntamos ayer si la epidemia está bajo control en Madrid y no fue capaz de afirmarlo.

Hay consejo de ministros este martes. Con la buenanueva de que se abrió camino el acuerdo para la prórroga de los ERTE (el pacto entre gobierno, patronales y sindicatos) y de que van a prorrogarse también algunas de las medidas paliativas que se pusieron en marcha cuando empezó la epidemia. Por ejemplo, que una familia cuyos ingresos han caído por la epidemia no pueda ser objeto de desahucio.

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