opinión

Monólogo de Alsina: "Ábalos recomienda viajar más (al País Vasco)"

Carlos Alsina reflexiona en su monologo de Más de uno sobre la relación del PSOE con Bildu. Además, habla de la posición de los españoles ante la vacuna contra el coronavirus

- Confinamiento España, Aragón, Andalucía, Navarra y Madrid: nuevas medidas y última hora del coronavirus hoy

Carlos Alsina

Madrid | 16.11.2020 08:30

Tanto anhelar la vacuna, y a ver si cuando la tengamos no la usamos.

Sólo uno de cada cuatro españoles dice que se vacunará contra el coronavirus en cuanto sea posible. Veinticinco por ciento de la población. Treinta y seis de cada cien prefieren esperar (no dicen a qué, pero imagino que es a ver si al que se la pone le pasa algo malo). El veinte por ciento sólo se la pondrá si no le queda más remedio. Y el 13 %, en ningún caso.

El afán de los científicos, los gobernantes, los medios de comunicación por poder anunciar cuanto antes que ya tenemos el remedio que enseñará a nuestro organismo a defenderse de este maldito virus no parece que se vea acompañado por el mismo afán, y el mismo grado de entusiasmo, de la población a la que la vacuna va dirigida. Pensábamos que el debate iba a ser a quién se vacuna primero, en qué orden, y a este paso va a ser si la vacunación tiene que ser obligatoria.

Según la encuesta que ayer publicó El País, la abrumadora mayoría de los españoles calculamos que no recuperaremos la vida que llevábamos antes de marzo de este año hasta dentro de dos o tres años. O cuatro. El optimismo en este sentido es bastante bajo. Y aun sabiendo que la vacuna es, hoy, nuestra mayor esperanza, la voluntad de vacunarse es escasa. Hay más: el 40 % de los ciudadanos de este país sostiene que hay una conspiración para colocarnos una vacuna a todos; el 65 % sostiene que el virus fue creado en un laboratorio; el 16 % aun mantiene que la covid es como una gripe, no más peligrosa. Para este 16 % el tiempo no ha pasado, se han quedado a vivir en lo que decía la corriente oficial allá por el mes de febrero, cuando lo políticamente correcto era denostar a los reporteros que salían con mascarilla y a la gente que iba a comprársela a la farmacia. Si la lucha contra la desinformación consistía en esto, hay que reconocer que el gobierno la está perdiendo.

Esta tarde sabremos cómo ha ido el fin de semana en los hospitales. La presión hospitalaria se ha movido poco, de media, en la última semana. Aunque hay ciudades, como Burgos, donde la situación es muy mala. La incidencia acumulada de todo el país bajó el viernes por primera vez en muchos días de los 500 casos por cien mil y a esa tendencia hay que agarrarse para mantener la confianza. Hoy, por cierto, comienza la campaña anual de recogida de alimentos para los Bancos de Alimentos de toda España. Y quédese con la copla de que este año es virtual: no se le pide que lleve paquetes de comida a ningún sitio, se le anima a que al pagar la compra en el supermercado done una cantidad para ayudar a casi dos millones de personas.

Tres semanas para el puente de la Constitución y el Consejo del Poder Judicial sin renovar. Hace un mes era la prioridad máxima para la estabilidad del país, hoy sólo habla de ello (y poco) el ministro de Justicia si le preguntan.

El gobierno se ha abonado a la doctrina de lo imprescindible. Él informa cada semana de qué es lo imprescindible, lo urgente, lo prioritario, lo irrenunciable. Hace un mes era lo del CGPJ (no podíamos afrontar la epidemia con una institución pendiente de ser renovada). Antes fueron las prórrogas del estado de alarma (impepinable aprobarlas, con quien fuera). Ahora son los Presupuestos. Si con Bildu, pues con Bildu.

Los portavoces gubernamentales (que cada vez son más) han coreado este estribillo que dice que es un éxito que los de Bildu estén haciendo política en las instituciones. A ver, que sí, que la democracia ganó a ETA y a Batasuna no le quedó más remedio que aceptar la ley de partidos para poder participar en las instituciones y cobrar las subvenciones públicas. Pero eso sucedió en 2011. O tragaban con las reglas democráticas o seguían sin ingresos. Por eso parieron Sortu, metieron en sus estatutos el rechazo a la violencia y cuando ETA se resignó a no matar ni secuestrar ni extorsionar más. Disolverse, no se disolvió hasta hace dos años.

O sea, que celebrar la victoria sobre el terrorismo y la aceptación de las reglas democráticas ya lo hicimos (casi todos) hace nueve años. En las elecciones generales de aquel año, 2011, ya estuvo Amaiur. Siete diputados. En las elecciones de 2015 volvió a estar, 2 diputados. Y en las de 2016. Y en las de abril de 2019. Y en las de diciembre. En el Parlamento llevan nueve años, como sabe Sánchez, y sabe Lastra, y sabe Ábalos. Luego esto de ahora ---lo nuevo de ahora--- no es que la democracia ganara a ETA y estos de Bildu participen en la vida parlamentaria. No nos hagan juegos de manos. Lo de ahora ---lo nuevo de ahora--- es que el gobierno haya escogido a Bildu como compañero de viaje, y con Esquerra, para asegurar lo que Iglesias llamó el miércoles el bloque de legislatura.

Y esto es lo que Sánchez, y Ábalos, y Lastra tienen que explicar. No lo que sucedió en 2011, sino lo que está sucediendo hoy: en qué ha cambiado Bildu para que hace un año lo aborrecieran y ahora lo abracen. Ya está. ¿Ve usted qué sencillo? A qué se debe el cambio de criterio del PSOE que gobierna. No el de Podemos, que en esto es de una coherencia pétrea, sino el del PSOE. Dices: a que le vienen bien cinco votos y le da igual de dónde vengan. Bueno, es una respuesta. No dice mucho de los principios en política, pero es una explicación. El fin y los medios.

Mejor decirlo así de claro que meterse en jardines embarazosos. A José Luis Ábalos le preguntaban ayer en El País: '¿El PSOE estaría más cómodo con el PNV y Ciudadanos?' Puedo haber respondido 'sí', pero no lo hizo. Lo que Lo que respondió fue: 'El PP pretendía que los Presupuestos no se debatieran y eso es lo que lleva a que otros apoyos adquieran un valor que no tendrían si el PP hubiera sido responsable'. A ver, las enmiendas a la totalidad fueron rechazadas por 198 diputados. Sin los cinco de Bildu, ministro, todo indica que habrían sido rechazadas también (198 menos 5 igual a 193, de largo).

Le preguntan luego a Ábalos: '¿La sociedad española está preparada para normalizar a Bildu?' (Ya les expliqué el viernes que normalizar es como se dice blanquear cuando es Bildu en lugar de Vox). Y responde el ministro: 'Dense una vuelta por el País Vasco. Verán cómo se vive. Si van por el barrio de Salamanca se vive de otro modo. España es muy diversa y el problema es que los análisis políticos son cada vez más de la capital. Esa élite que se maneja en la capital se tendrá que plantear la desconexión que tiene respecto del resto del país'. Eso es aún más interesante. La fijación por el barrio de Salamanca. Y por dónde viven las élites. Qué son las élites, y tú me lo preguntas mientras desciendes del coche oficial. Hombre, esto de los los análisis políticos son más de la capital. Debe de referirse a la capital de Castilla la Mancha, que es donde vive Page. A la de Extremadura, que es donde está Fernández Vara. A la capital de Aragón, Lambán. La capital de Andalucía, Susana Díaz, por mencionar sólo capitales donde el análisis lo han hecho compañeros suyos de partido. Ay, Madrid, Madrid, kilómetro cero, tienes siempre la culpa de todo.

Dénse una vuelta por el País Vasco, recomienda el ministro. Verá, en el País Vasco hubo elecciones autonómicas este verano. No hace un siglo, no, este verano. Podemos y Bildu plantearon, en coherencia con su postura de siempre, pactar un gobierno de izquierdas: Podemos, Bildu y el Partido Socialista de Euskadi. Oye, más normalización que ésa: un tripartito vasco con Bildu. Ya que están en las instituciones, pues al gobierno autonómico con el PSOE. Si Ábalos se dio una vuelta entonces por el País Vasco escucharía al portavoz de su partido, José Antonio Pastor explicar por qué, a pesar de que Bildu había votado en Madrid la prórroga del estado de alarma, no los querían ni en broma como socios.

Esto es de julio, no de hace veinte años. Esto es del socialismo vasco, no de la derecha anclada en el pasado. Los ataques a las casas del pueblo. Las pintadas. Y los homenajes a los etarras regresados, que es una extraña forma de haber roto con ETA, y que el ministro sabrá quién organiza a poco que se dé una vuelta por el País Vasco.