CON JAVIER CANCHO

#HistoriaD: El paciente HM, el hombre que no podía recordar

Con Javier Cancho le damos una vuelta, o varias, a la Historia de la Medicina. Estudiándola, hemos aprendido que los médicos aciertan más cuando no confunden al enfermo con su enfermedad. Esta semana, Historia del paciente HM, el hombre que no podía recordar.

Javier Cancho

Madrid | 28.11.2023 12:53

La historia de la medicina es una constante cura de humildad. La destreza de dudar no se adquiere en cuestión de días o semanas. En ocasiones, hacen falta varios siglos para encontrar una respuesta.

Henry Molaison fue atropellado por un ciclista cuando era niño. Poco después, empezó a sufrir convulsiones epilépticas. Según crecía, las convulsiones fueron más frecuentes y más intensas. Su calidad de vida se deterioró tanto que aceptó operarse. En un hospital de Connecticut, le extirparon 8 cm de tejido cerebral del hipocampo, situado en lo profundo del lóbulo frontal.

La extirpación de pequeñas porciones de tejido cerebral sigue siendo hoy un procedimiento quirúrgico para tratar la epilepsia; pero, ahora, con láseres y escáneres del interior de nuestras cabezas es difícil que resulten dañadas otras regiones cerebrales.

En 1953, la neurocirugía no tenía esas herramientas, ni siquiera se tenía consciencia plena de la verdadera función del hipocampo y su influencia específica en una parte esencial de lo que somos.

Con 27 años, tras la operación, Henry sólo conservaba recuerdos anteriores a su adolescencia. Pero, además, había perdido la capacidad de formar nuevos recuerdos. Si conocía a alguien por la mañana, era incapaz de recordarlo por la tarde. Su memoria duraba minutos.

Una de las psicólogas que le trató, la doctora Brenda Milner dejó escrito que Henry siempre fue amable y cercano, a pesar de que en cada consulta se presentaba como si nunca se hubieran conocido. La amnesia es terrible. Henry solía descubrir -cada día- que su tío, al que tanto quería, había muerto. Lo descubría cada día aunque llevara años fallecido. El paciente HM pasó a ser un referente. Gracias a ese caso, el neurocientífico noruego Edvard Moser ganó el Nobel de Medicina.

Moser identificó las células del cerebro que nos permiten saber dónde estamos. Esas células no solo se encargan del espacio, también se ocupan del tiempo. Moser explicó que es difícil mantener cierto entendimiento del mundo si no podemos colocar las cosas en algún lugar del espacio y organizar lo que va sucediendo en una correlación de tiempo. Todas nuestras intuiciones, percepciones, todos nuestros pensamientos, han de ocupar -necesariamente- un lugar en el tiempo.

Para localizar algo que nos haya pasado no basta con decir dónde fue, también tenemos que saber cuándo ocurrió. Es lo mismo que sucede con el universo. Una de las conclusiones de la teoría de la relatividad de Einstein es que el tiempo y el espacio no son independientes. Lo que le ocurre a uno le afecta al otro. Moser explicó la esencia del paciente HM: cuando las habilidades del espacio y el tiempo se pierden, de alguna manera nos perdemos a nosotros mismos. Por eso hay 47 millones de personas en el mundo viviendo en el olvido constante, habitando en la perpetua inexistencia de la memoria. Son los enfermos de alzheimer.

Henry no recordaba ni su propia vida. Vivió eternamente perdido, cuando paradógicamente -hoy- se dispone de un mapa tridimensional con los detalles más ínfimos de su cerebro.