Mucho antes de que existiera Estados Unidos, ya existía Harvard. Fundada en 1636 en el municipio de Cambridge, en el actual estado de Massachusetts, la institución se convirtió en la primera universidad de las colonias británicas en América del Norte. Originalmente llamada New College, debe su nombre al clérigo y filántropo inglés John Harvard, quien, aunque no fue su fundador, sí fue su primer gran benefactor al donar la mitad de su patrimonio y una valiosa biblioteca de más de 400 libros, un recurso excepcional para la época.
A día de hoy, la biblioteca de Harvard alberga más de 20 millones de ejemplares y la universidad destaca por su capacidad para atraer donaciones millonarias. Su fondo patrimonial supera los 53.000 millones de dólares, el más grande del mundo universitario y superior al PIB de muchos países. Este capital, gestionado estratégicamente, financia ayudas a estudiantes, investigación científica y programas académicos, consolidando a Harvard como líder mundial en la generación de conocimiento.
Sin embargo, la misión original de Harvard era muy distinta. Fundada para formar al clero puritano, hasta 1708 todos sus presidentes fueron sacerdotes. Con el tiempo, la institución evolucionó hacia un centro laico e intelectual, modernizando su modelo educativo en el siglo XIX y apostando por la investigación científica. Durante el siglo XX, amplió su impacto global y por sus aulas han pasado numerosos miembros del Congreso de EE.UU., gobernadores, jueces de la Corte Suprema y hasta ocho presidentes del país, entre ellos John F. Kennedy.
El impacto de Harvard se extiende al ámbito económico y empresarial, con egresados como Jamie Dimon (CEO de JPMorgan), Larry Summers (ex presidente de Harvard y ex secretario del Tesoro de EE.UU.), Ray Dalio (líder de uno de los hedge funds más influyentes del mundo) o Ana Patricia Botín (presidenta del Banco Santander). Además, figuras como Mark Zuckerberg y Bill Gates, aunque no se graduaron, iniciaron en Harvard proyectos que revolucionaron la tecnología y la economía global.
No obstante, la historia de Harvard no está exenta de controversias. La universidad ha reconocido sus lazos con la esclavitud, no admitió mujeres hasta mediados del siglo XX y la diversidad étnica fue limitada durante décadas. El propio Barack Obama, primer afroamericano en presidir la Harvard Law Review, subrayó la importancia de abrir oportunidades a todos los estudiantes.
En los últimos años, la universidad ha afrontado críticas por casos de acoso y tensiones políticas. Tras los atentados de Hamás el 7 de octubre, se han reportado incidentes de antisemitismo en el campus, lo que ha llevado a la administración estadounidense a abrir investigaciones y amenazar con recortes de financiación y restricciones a la admisión de estudiantes extranjeros. La administración Trump, en particular, ha acusado a Harvard y otras universidades de élite de promover la llamada “cultura woke” y de ser responsables de divisiones sociales.
Pese a estos desafíos, Harvard sigue siendo un referente académico, científico y social, capaz de reinventarse y de influir en la formación de líderes y en la transformación de la sociedad a nivel global.