Hoy es un día de muchas noticias y algunas tan sensacionales que corremos el riesgo de ignorar lo importante. Puede que no sea la información más sexy de hoy pero se dirige a lo esencial.
La Audiencia de Sevilla se ha atrevido a actuar para evitar que el Tribunal Constitucional borre las sentencias del caso de los ERE. Esto no es frecuente. Que una audiencia española se plantee recurrir a la justicia europea contra la intromisión en su jurisdicción del Constitucional es extraordinariamente relevante.
Porque de todo lo grave que está ocurriendo en este mandato destituyente de Sánchez, quizás nada lo sea tanto como la perversión de un órgano de garantías, que se quiere erigir como una instancia suprajudicial, que rescriba las sentencias de los tribunales, siempre al servicio del PSOE que es quien ha nombrado a la mayoría de los magistrados.
Es el primer obstáculo que se ha encontrado en su camino Conde-Pumpido, que ahora se dispone a sancionar la amnistía y que pretende convertir al Constitucional en un tribunal de casación del Supremo. Un órgano de extracción política, que en lugar de actuar como un tribunal de garantías, lo que hace es reescribir sentencias penales, como hizo en el caso de los ERE.
Los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Sevilla no se van a quedar de brazos cruzados ante la amnistía encubierta de Griñán, Chaves o Magdalena Álvarez. En una providencia conocida hoy, da diez días de plazo a las partes para que se pronuncien antes de presentar una cuestión prejudicial ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). O sea que los jueces rebaten la tesis del tribunal de garantías, un hecho insólito, y elevarán una consulta al Tribunal de Justicia de la UE para frenar la amnistía encubierta del fraude los ERE en Andalucía.
El choque institucional era previsible, pero no es culpa de la Audiencia Provincial de Sevilla, sino de quien ha iniciado una mutación constitucional que pervierte todo el sistema judicial.
Los jueces siguen trabajando a pesar de la constante impugnación del gobierno y sus portavoces oficiales y oficiosos para investigar los casos de corrupción. Y van recibiendo los informes de la Guardia Civil, como este último sobre el patrimonio de José Luis Ábalos. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha solicitado al juez del Tribunal Supremo autorización para investigar los movimientos de las cuentas bancarias de José Luis Ábalos y otras historias, como su relación financiera con la ex Miss Asturias, o alguna propiedad que tiene Ábalos al otro lado del charco.
La tortuosa relación de este gobierno con la libertad de prensa y con la libertad de empresa ha sido hoy un tema de conversación en el Congreso de los Diputados. Bueno, conversación... Hace ya mucho tiempo que la sesión de control es un jai alai. La bancada del Gobierno es un frontón en el que rebotan todas las preguntas que le hace la oposición.
Es una pena porque hoy los españoles no han tenido una explicación del presidente sobre las maniobras del Gobierno para controlar el grupo Prisa, un grupo privado de medios. Es decir, que hoy los españoles no saben si Óscar López acudió a París por orden de Sánchez para amenazar a Vivendi con que Telefónica le cancele el negocio millonario de la gestión de la publicidad a través de la agencia Havas. Aunque se lo suponen.
De todo esto lo más grave no es siquiera que el gobierno quiera fundar una TelePedro para loar las glorias de nuestro amado Timonel. Sino que se confirmaría, por si hubiera dudas, que se hizo con el control de Telefónica a través de la SEPI para utilizarla como Cañón Berta contra los medios de comunicación privados. Pero no ha habido respuesta, lo que quizás sea la respuesta más elocuente.
Conste que esta es la segunda vez que El País denuncia presiones de Sánchez. La anterior fue cuando siendo jefe de la oposición trató de doblegar la línea editorial hablando con los accionistas de Prisa. Lo que ocurre es que ahora no es el berrinche de un apparatchik sino la utilización de medios y fondos públicos para hacerse con el control de empresas para actuar contra medios privados. Por eso es noticia en la prensa internacional.
Tampoco puede explicar la razón por la que ha subrogado su política migratoria a un partido como Junts y a personas como Miriam Nogueras, que hoy presume de que Cataluña solo acogerá a 30 menores no acompañados de los 4000 que colapsan los servicios de Canarias y Ceuta, mientras que Madrid o Andalucía recibirán más de 700. En este caso quien muestra su estupor no son solo los presidentes autonómicos del Partido Popular sino también sus socios, que ven cómo un partido identitario, que ni siquiera forma parte de ningún gobierno, dicta los criterios de reparto de inmigrantes.
Se nota algo receloso del protagonismo de Junts a Gabriel Rufián. Y algo peor que receloso se nota a Emiliano García-Page, presidente de Castilla La Mancha, que no recibe el trato especialísimo que reciben los independentistas y, por tanto, tendrá que tragar con lo que venga, como cualquiera de las comunidades del régimen vulgar, de las que no tienen ni financiación singular ni la bula para hacer una política de exclusión de la inmigración.
Después del fiasco de ayer con Vladimir Putin, hoy Donald Trump ha hablado por teléfono con Volodimir Zelenski. Es verdad que las gestiones han propiciado el intercambio de 175 soldados cautivos, pero en lo que se refiere al alto el fuego, el resultado ha sido muy pobre.
Tanto que a pesar de que Putin se había comprometido únicamente a no atacar infraestructuras energéticas, hoy lo ha hecho. Lo que demostraría que la cacareada capacidad de presión de Trump no funciona con Putin. No puede o no quiere.
Y hoy la prensa internacional le afea su impotencia con Putin, más llamativa si se compara con la prepotencia con la que trata al resto del mundo en general y a Zelenski en particular. Porque se confirma cada vez que abre la boca un portavoz de Trump de la complicidad de la Casa Blanca con el Kremlin. Novedad rutilante de la diplomacia estadounidense de los últimos 80 años a la que ya se van acostumbrándose los estadounidenses.
