Hoy en la tradicional sesión de control a la oposición, Sánchez le ha afeado a Rufián que se esté todo el día quejando. Rufián le había sacado toda la fruta. Me gusta esta cosa de Gabrié de frutero. A mí me gustan las fruterías porque le gustan a Curro Romero. Una vez le presenté a un partidario de Algeciras y el maestro le preguntó: “¿Y usted a qué se dedica?” Le respondió “Soy frutero, maestro”, y Curro sentenció: “Qué buen gusto. Una frutería en junio huele tan bien. Frutas Rufián es un poco cara. Yo no sé dónde compra las cerezas a seis euros medio kilo, en Tifannys. Y las sandías a trece euros, va a salir más barato operarse de los pechos que un par de melones de Villaconejos.
Señor Sánchez, cómo va a usted a terminar la legislatura”, le preguntó Rufián, y Sánchez crujió un poco por dentro y le prometió bajar el IVA de la electricidad del diez al cinco por ciento. Pero no a Rufián, claro, a todo el mundo. De pronto, ERC era la oposición, y así le entra a Sánchez una cosa por dentro como cuando un torero se cruza con un gato negro.
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Al PP esta vez Sánchez le dijo que ninguna victoria es definitiva y no sé si se lo estaba diciendo a él también. Sánchez se está poniendo como crepuscular o algo. El sanchismo es una perfecta metáfora sobre el paso del tiempo en el que todo -el kilovatio, el precio de la gasolina y la derrota electoral- todo, digo, es circunstancial salvo él. Tiene razón en que nada es para siempre. Todo se pasa. Mi amigo Laza dice que los cuernos son de leche como los dientes, que al tiempo se caen. No hay mal que cien años dure, ni sanchista que lo aguante.