Cada primer lunes de mayo, el Museo Metropolitano de Nueva York celebra la Met Gala, la antesala de la exposición de primavera del Instituto del Traje que este año explora la historia del dandi negro y cómo la moda ha funcionado tanto como instrumento de opresión como de liberación. Y, comenzamos ya con los datos, porque el objetivo de los organizadores del encuentro es superar los 26 millones de euros que amasó el evento el año pasado. Más que cualquier otro evento benéfico… y no es de extrañar porque, aunque no hay cifras exactas, se estima que el precio de la entrada individual ronda los 75.000 dólares y la mesa completa, los 350.000. Y no es que las 400 celebrities que asisten se rasquen el bolsillo sino que son las casas de lujo y los patrocinadores los que cubren el gasto para asegurarse a través de estos embajadores plena visibilidad. La Gala del Met es ante todo, la noche más importante de la moda. Aunque, no siempre fue así, realmente todo empezó en los felices años 20.
La productora teatral Irene Lewisohn, y la escenógrafa Aline Bernstein, ambas apasionadas del teatro y el diseño, percibieron que en el efervescente Nueva York de la era del jazz hacía falta un espacio que preservara y celebrara la indumentaria como una forma de arte. Así, empezaron a recopilar trajes con un doble propósito: inspirar a nuevos diseñadores y documentar la historia del vestuario escénico. Su colección fue creciendo, y creciendo y para cuando se unió oficialmente al Museo Metropolitano de Arte como el Instituto del Traje ya contaba con más de 8.000 prendas.
No fue hasta 1948, cuando se organizó el primer gran evento para recaudar fondos…. Las damas de la alta sociedad del Upper East Side de NY asistían vestidas por los diseñadores más prestigiosos del momento y enfocaban la velada como una extensión de sus deberes sociales y culturales y, como una forma de reforzar su estatus en la sociedad del momento.
Nadie imaginaba que ese discreto encuentro discreto evolucionaría hasta convertirse en la Gala del MET, los Oscar de la industria. Y todo gracias a ella...
Editora en jefe de la revista Vogue desde 1988 y una de las figuras más poderosas de la industria de la moda. Convirtió una cena benéfica tradicional en la Met Gala, un evento que refleja no solo su visión estética, sino también su creencia en la moda como una forma de arte.
Celebridades de renombre de la moda, el cine, la tecnología, la política, los deportes y, cada vez más, las redes sociales… Meses para coordinar los decorados, la alfombra roja, y las sorpresas. La editora ha animado la cena de recaudación con intérpretes de la talla de Rihanna interpretando "Bitch Better Have my Money" encima de una de las mesas del comedor, Cher en el templo de Dendur o Madonna rodeada de monjes realizando una oración mientras descendía una gran escalera. Bajo su dirección con mano de hierro, el encuentro adquiere un nivel de sofisticación, exclusividad y proyección mediática sin precedentes.
Su personalidad perfeccionista, reservada pero implacable, la ha convertido en una figura icónica por derecho propio.
Corte bob perfectamente simétrico, gafas de sol oscuras, que usa incluso en interiores para ocultar sus emociones al resto, y una expresión imperturbable se ha convertido así misma en sinónimo de poder. Un magnetismo parodiado en muchas ocasiones y hasta llevado al cine. Sin duda, el personaje de Miranda Priestly, interpretado por Meryl Streep en El diablo viste de Prada, está claramente inspirado en ella.
No solo define las tendencias, sino que también establece los estándares de lo que se considera relevante, innovador y culturalmente significativo en la industria. Su opinión es tan definitiva que incluso los propios diseñadores la consideran un referente crucial para el éxito de cualquier campaña.
Si Anna Wintour huele mediocridad, te vuelve invisible. Y en moda, ser invisible es peor que fracasar.
La lista de invitados es uno de los aspectos más exclusivos de la Met Gala. A diferencia de otros eventos culturales, el acceso a este evento está reservado únicamente para aquellos con invitación personal.
La editora de Vogue tiene la última palabra sobre cada invitación y asistente. Da igual que hayas dado una fortuna al museo o que te gastes una fortuna en comprar una mesa, los invitados no los eliges tú. Los requisitos para ser incluido tienen más que ver con la popularidad, los logros y la belleza que con el dinero. O que seas el mismísimo presidente de los EE.UU. Si Anna dice, no. No entras. Donald Trump como figura del jet set neoyorquino ha asistido desde los años 80 a este encuentro, y desde 2003 hasta 2012 junto a Melania. En 2004 incluso Donald Trump le propuso matrimonio a su actual esposa, Melania. Sin embargo, todo cambió tras la elección presidencial de 2016.
Anna Wintour dejó claro que no volvería a estar invitado. Wintour apoyó a Obama, es amiga de Hillary Clinton y sacó a Kamala Harris en portada justo antes de las elecciones de noviembre… Y aunque Melania apareció en la portada de Vogue poco después de casarse con el magnate nunca lo ha hecho como primera dama. Quizá sea porque el MET recibe muy poca financiación federal y, por lo tanto, es mucho menos vulnerable a la presión de Washington.
No veremos a los Trump, ni tampoco habrá cebollines, cebolla o ajo en el menú... Son líneas rojas de Wintour, tampoco los niños son bienvenidos… Lo que veremos este año será una buena representación de la excelencia negra. Como copresidente de esta edición: el músico y diseñador de moda masculina Pharrell Williams, el rapero ASAP Rocky, el piloto de Fórmula 1 Lewis Hamilton y el actor Colman Domingo. Y si no tiene partido, LeBron James presentará la noche en la que lo que está asegurado es la excentricidad llevada al extremo cuando los mejores diseñadores del mundo interpreten el código de vestimenta: Hecho a tu medida.