Murió Mariano Ozores, casi centenario, y esa longevidad ha tenido un efecto particularmente beneficioso. Si Ozores hubiera muerto hace quince o veinte años, el puñetazo en la mesa que vamos a dar hoy habría sido, incluso, más ruidoso. El director se benefició de esos más de 30 años que pasaron entre el final de su actividad profesional y su fallecimiento, porque pudo suavizar algo esa percepción tan cruel de la que fue siempre objeto por parte de la inteligencia cinematográfica.
Pocos peor tratados que él, pero al menos pudo resarcirse en vida. Algo de lo que el principal exponente fue el Goya de Honor concedido en 2016, por una Academia de Cine, entonces presidida por Antonio Resines.
Sabido es que venía de una familia de actores, y sabido que es que sus primeros pasos en la dirección se entregaron a hacer que sus hermanos actores se lucieran. José Luis falleció con apenas 45 años de una esclerosis múltiple. Antonio sería un puntal en la carrera de Mariano, ya fuera en personajes secundarios o protagonistas.
En Hoy como Ayer tuvo que inventarse un argumento que permitiera que José Luis saliera sentado toda la película sin que el público lo notase. Este fue un investigador sobre las costumbres de los años veinte. Y veinte años antes de La Rosa Púrpura de El Cairo, de Woody Allen, un personaje, en este caso Antonio, sale de una película (o de una diapositiva) para convertirse en carne mortal.
Alguien tenía que decirlo, Ozores ofrecía un cine para la diversión de las masas que cumplía con su objetivo. Bajemos la ceja y el dedito índice y reconozcamos sin rubor que nos hemos reído mucho gracias a él.
Es bajo las órdenes de Ozores cuando explota el filón de la química cómica entre José Luis López Vázquez y Gracita Morales: Operación Cabaretera, Operación Mata-Hari u Objetivo Bikini. Es un humor sencillo, muy emparentado con el tebeo de Bruguera. Siempre atento a la actualidad.
¡Cuántas veces no habrá escuchado eso de "coyuntural!". Después del fracaso de La Hora Incógnita, una especie de distopía costumbrista sobre el holocausto nuclear, tuvo claro que nunca volvería a producir, y que lo suyo sería escribir y dirigir a sueldo de un productor que le encargase una película.
Encargaban tantas, hay años en los que dirigió media docena de títulos, un total de 96 en apenas 34 años, que a veces no tenía ideas para satisfacer la demanda. De modo que hizo varios remakes de sus propias películas: Operación Secretaria fue luego Fin de Semana al Desnudo; Una Monja y un Don Juan se convirtió en Unos Granujas Decentes; Los Bingueros acabó reconfigurada en Ya No Va Más y Crónica de Nueve Meses se rehizo en los ochenta con ese largo 'gag' sobre el antojo de unos caracoles repetido palabra por palabra.
El fenómeno de Lina Morgan en el cine no se entiende sin Ozores, que no es el primero, pero sí el que más veces la dirige, ni tampoco el del landismo. No está él detrás, digamos del título fundacional, pero luego es el que más veces da forma a proyectos para Landa en esa época. Pero también Manolo Escobar, Peret, Andrés Dobarro, Paco Martínez Soria (dos veces) o Concha Velasco, esta en muchas más ocasiones. Incluso en algunas ocasiones pudo hacer tándem con los dos.
La llegada de la Transición da todavía un empuje mayor a su tirón, aquí la cosa coyuntural se agudiza. El Apolítico, Alcalde por Elección o esa Que Vienen los Socialistas que explica la descomposición de UCD mejor que cualquier libro de Historia.
Y habrá quien a estas alturas se sorprenda de que todavía no se haya mentado a Andrés Pajares y Fernando Esteso. Él estuvo detrás de todas las películas que hicieron juntos y de buena parte de las que protagonizaron por separado. Desde los Bingueros a La Lola Nos Lleva al Huerto, pasando por esa cinta de culto que Yo Hice a Roque Tercero o a Roque III con la memorable secuencia de la báscula.
No sabremos si aquello del "cine para fontaneros" que se atribuye a Pilar Miró es verdad, pero él siempre echó la culpa a su ley de que desapareciera de las salas de cine y se tuviera que refugiar en el videoclub, rodando películas que iban directas al mercado del alquiler. Con mucho menos presupuesto, claro. Te ponías la cinta y, oye, detalle que se agradecía: te saltaba Antonio Ozores dándote las gracias, al principio y despidiéndose.
El propio Mariano reconoce en sus muy recomendables memorias, Respetable Público, que en esa etapa perdió ese olfato hasta entonces infalible para detectar el gusto del público. Por eso, cuando los productores le volvieron a requerir para la gran pantalla ya no fue lo mismo, aunque todavía Disparate Nacional (1990) es un éxito de taquilla.
Decía en los rodajes "vamos a divertirnos y de paso hacemos una película". Nos reímos mucho con el cine de Ozores y alguien tenía que decirlo.