JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: Nuestro ‘cold case’, el niño Pintor

Han pasado treinta y tres años desde que David Guerrero Guevara, un niño de trece años, salió de su casa de Málaga. Desde aquel 6 de abril de 1987, nadie ha vuelto a ver a David, un chaval con unas prometedoras dotes artísticas, que ha pasado a la historia como el niño pintor. Luis Rendueles y Manu Marlasca nos cuenta lo que se sabe y lo que no se sabe de este caso.

ondacero.es

Madrid | 25.02.2020 17:13

Su desaparición es una de las más misteriosas ocurridas en España, tanto que la Policía de Málaga ha decidido retomar la investigación, pese a que judicialmente el caso está definitivamente archivado. Si hubiese algún delito detrás de la desaparición, ya habría prescrito, dado el tiempo transcurrido. Aun así, la Policía no se resigna a saber qué le pasó a David Guerrero, es lo que se denomina en Estados Unidos un cold case, un caso frío.

Cold case, un caso frío es una denominación que se emplea, sobre todo, en Estados Unidos. El FBI y las policías de muchos estados norteamericanos tienen en sus plantillas grupos dedicados a casos que lleven muchos años sin resolver, casos fríos, en los que no ha habido avances. No son casos con sospechosos, como el de Sheila Barrero, que contábamos hace dos semanas aquí, sino casos en los que no se han producido avances.

Lo que se hace para abordar estos cold cases es empezar la investigación desde el principio, como si el crimen o la desaparición hubiese ocurrido el día anterior. Se toman declaraciones a personas que ya hablaron en su día, que a veces eran menores de edad, se visitan los escenarios clave y se procesan, con los nuevos avances en ciencia forense, pruebas y evidencias. Se trata de ver el caso con una perspectiva totalmente distinta, por eso lo más importante es que el caso caiga en manos de agentes que no hayan tenido nada que ver con la investigación.

Y eso es lo que se ha hecho con el niño pintor, lo investigan policías que nada sabían del caso. La noticia la adelantaron los compañeros de Diario Sur Juan Cano y Álvaro Frías. Desde el pasado mes de abril, un grupo de la Unidad Adscrita a los Juzgados se ha puesto manos a la obra para arrojar luz sobre el paradero de David Guerrero. Es un grupo pequeño de policías, que no han tocado nunca el tema. Los mandos de la comisaría provincial de Málaga decidieron encargárselo a ellos, en parte empujados por la presión de una familia que no se ha rendido nunca en estos 33 años. La madre, Antonia, y los hermanos de David, Jorge y Raúl, no han cejado jamás en su empeño por saber qué fue del niño pintor y con la ayuda de algunos periodistas locales han ido recabando algunos datos que pueden ser importantes para la investigación.

En el caso del niño pintor lo primero que han hecho los agentes encargados del caso ha sido recomponer el sumario, las diligencias policiales, que estaban en viejos legajos, a veces incompletos. Hay que tener en cuenta que el caso se archivó definitivamente el 16 de julio de 1996, según un auto del juzgado de instrucción número 10 de Málaga. La falta de avances en la investigación y la prescripción de los posibles delitos que acarrease la desaparición convirtieron el caso en un caso definitivamente cerrado para la justicia, pero no para la Policía. De hecho, cada vez que ha llegado un nuevo jefe de Homicidios a la comisaría de Málaga ha revisado toda la documentación del caso, en busca de un hilo el que tirar, sin éxito.

Aquel 6 de abril de 1987, David, que entonces tenía trece años, estaba más nervioso que de costumbre, seguramente porque esa tarde iba a ser entrevistado por una emisora local de radio, ya que exponía alguna de sus obras –tenía un gran talento para la pintura– en una importante exposición llamada “Recorriendo la Semana Santa”, en la galería La Maison.

Esta es, precisamente, la última entrevista con David Guerrero, en la que habla de su cuadro favorito, El Cristo de la Buena Muerte, una obra que fue valorada en 60.000 pesetas (360 euros), un precio récord para un chico de trece años.

Y ese 6 de abril de hace 33 años, David salió de su casa rumbo a la galería de arte. Merendó un yogur porque no se encontraba demasiado bien del estómago. Salió de su casa de la barriada malagueña 25 años de Paz, hacia las seis y media de la tarde. Le dijo a su madre que no hacía falta que le acompañase. Tenía que subirse a un autobús en una parada que quedaba a unos cien metros de su domicilio. Su padre le había hecho un plano para que supiese dónde bajarse y cómo ir a la galería La Maison, en la calle Duquesa de Parecnt, en pleno centro de Málaga. Solo llevaba un bonobús, su maletín de pinturas y ese plano pintado por su padre. Después de la galería, David tenía pensado ir a la peña el Cenachero, donde recibía clases de pintura.

Y nunca nadie más volvió a verle. Porque no llegó a la exposición ni a la peña a la que iba a clase. Eso está contrastado, no llegó a la sala donde exponían sus cuadros. Las calles de la barriada donde vivía David estaban aquel día más concurridas que de costumbre, ya que la Reina Sofía visitaba Málaga para inaugurar el Teatro Cervantes y, en su recorrido desde el aeropuerto, cruzaba 25 Años de Paz. Sin embargo, la policía no encontró testigos que se cruzaran con él de camino a la parada de autobús. Tampoco lo reconocieron los conductores del autobús que debía haberlo llevado al centro. Aunque nunca se descartó que se pudiese subir al autobús. Recordemos que en esa época no había cámaras de seguridad ni nada parecido que ayudasen a resolver este misterio.

Desde entonces, la Policía ha seguido el posible rastro de David, un rastro que les ha llevado a varios países. Exacto. En todo este tiempo la pista más fiable la proporcionó una camarera de un hotel de Málaga en 1990. La mujer contó que poco después de la desaparición de David halló en una habitación una servilleta en la que se leía: “David Guerrero. Huelin”. Huelin era el barrio en el que residía el chaval. No le dio importancia en ese momento y la tiró a la papelera. Cuando la policía supo de ese hallazgo, identificaron al huésped de esa habitación: se trataba de un fotógrafo profesional suizo de 70 años, casado y con hijos, que solía retratar a niños. Entre los últimos dibujos de David, que fueron confiscados por la policía, había algunas caricaturas de un hombre que se parecía físicamente al sospechoso.

La Policía averiguó que el sospechoso tenía un barco atracado en el puerto de Málaga que zarpó rumbo a Marruecos al día siguiente de la desaparición, y que había estado alojado en un hotel de la capital pese a tener una casa de su propiedad en Rincón de la Victoria, muy cerca de la capital malagueña. Los investigadores viajaron a Suiza, pero cuando llegaron allí, el fotógrafo ya había muerto. Su viuda autorizó a la policía a que inspeccionara el laboratorio de su marido. Los agentes revisaron cada foto, incluso los negativos. No había ni una sola de David Guerrero.

Esa caricatura, ese dibujo con un claro parecido a ese hombre que fue sospechoso durante un tiempo, volvió a cobrar actualidad hace poco. ¿Qué ocurrió?

Poco antes de desaparecer, David dibujó esa caricatura y se la regaló a Germa, una chica de su edad, compañera de pupitre en las actividades extraescolares. Cuando el niño pintor desapareció, la chica se la entregó a la Policía por si podía servirles de ayuda en sus pesquisas. Pues bien, el pasado mes de octubre la caricatura apareció en el buzón de Gema. La Policía Científica está realizando ahora todo tipo de pruebas a esa caricatura para comprobar si, como parece, es la original, la que estaba en el atestado, de donde llevaba tiempo desaparecida. Gema asegura que sí, que reconoce en el reverso su letra –puso un 87, el año que David se la regaló, y hasta los agujeros de las chinchetas con las que la colgó en la pared de su cuarto.

Ese dibujo y, sobre todo, su vuelta a la destinataria original, es una de las pistas que estará siguiendo este equipo de cold case. ¿Hay algún rastro sólido más?

Hay varias pistas. Algunas llegaron en forma de anónimo a la familia de David; otras las consiguieron Jorge Guerrero, el hermano mayor de David, y el periodista Daniel Carretero, que se dedicaron a revisar el caso durante meses. Localizaron y entrevistaron a diversas personas de distintos entornos del niño pintor. Ellos, por ejemplo, dieron con un testigo que situaría a David en La Maison –la galería donde tenía que acudir para la entrevista- y otros dos que hablaban de que el niño fue visto en las escaleras del edificio de la peña El Cenachero.

Pero la investigación oficial sostiene que el rastro del niño pintor se pierde en la misma puerta de su casa. Hasta ahora nadie había situado a David ni en la galería ni en la peña. La última persona que le habría visto era su madre, que le observó dirigirse a la parada del autobús desde la ventana de su casa. Sin embargo, la investigación del periodista Daniel Carretero localizó otros dos testimonios que situaban al niño pintor en algunos puntos del recorrido que tenía previsto: una nota del Gobierno Civil de Málaga que indicaba que el niño fue visto en la parada del autobús y un testigo que aseguró haberle visto de pie, dentro del autocar que debía llevarle hasta la sala de exposiciones.

Supongo que el nuevo grupo de la Policía que se ha hecho cargo de las investigaciones seguirá estas y las demás pistas que vayan recabando, algo que parece muy complicado cuando han pasado 33 años desde la desaparición. ¿Hay algo sólido, algo que dé esperanzas a los investigadores?

No hay nada sólido aún, da la impresión de que la Policía está ante muchas piezas de un puzle que no encajan y que falta ese hilo, esa lógica que vaya encadenando unas cosas con otras. Por ejemplo, ya hace meses que hay un nombre que obsesiona a la familia de David: Gervasio. Incluso pidieron ayuda al diario Sur para intentar identificarle y localizarle. Lo poco que se sabe de él, además de este nombre de pila, es que estaba relacionado de alguna forma con la peña El Cenachero y que estaría implicado en la desaparición de David Guerrero. Así se lo hicieron llegar a sus familiares varios informadores anónimos.

Y esa línea de investigación, que apunta a ese tal Gervasio, está entre las que sigue la Policía en esta reapertura. Y además tiene ciertas coincidencias con la novedad más importante que se ha registrado hasta el momento, tras la reapertura del caso. Lo adelantaron también los compañeros del diario Sur Álvaro Frías y Juan Cano. La Policía sigue la pista de un grupo de pedófilos que hace años frecuentaba el barrio malagueño de El Perchel. En esas informaciones sobre ese siniestro grupo aparece también el nombre de Gervasio y se llegaba a decir que se recochineaban que el tal Gervasio había estado implicado en la desaparición de David.

Y se ha identificado a ese grupo de pedófilos. Se sabe quiénes son. En este tiempo la Policía ha identificado a tres hombres que rondan los sesenta años. Ya no tienen ninguna relación entre ellos, pero los agentes sí han encontrado antiguos vínculos que los unieron hace años. No colaboraron demasiado y todos ellos negaron conocer al tal Gervasio y haber tenido algo que ver con la desaparición de David. Lo más inquietante es que uno de ellos había sido detenido en una ocasión por corrupción de menores.

No tiene antecedentes porque aunque fue detenido en 1993, las presuntas víctimas se echaron atrás y no ratificaron su versión inicial. Según ha contado este hombre ahora a la Policía, cuando fue arrestado se le preguntó expresamente por David Guerrero y dijo lo mismo que ahora: que no tenía nada que ver.

La Policía, de momento, la ha exprimido hasta el final. Incluso ha localizado al informante que habló de esa red pedófila. Su testimonio –cuando ocurrieron los hechos era un niño- estaba lleno de lagunas y de incoherencias, aunque tenía cierta base, porque uno de los miembros del grupo había sido detenido y porque la Policía pudo demostrar la vieja conexión entre ellos. Pero no se pudo avanzar mucho más y esa línea ha quedado parada a la espera de que se localice al tal Gervasio.

En 2015, el padre de David murió víctima de un cáncer fulminante. Antonia, la madre, tuvo que solicitar una declaración de fallecimiento para desbloquear la herencia de su marido. Tras la muerte del hombre, automáticamente, el banco bloqueó la mitad del dinero que había en la cartilla de ahorros que compartía el matrimonio. Si no se pedía una declaración de fallecimiento de David, ni su madre ni ninguno de sus hermanos, que ahora podrían disponer del dinero ni del piso familiar. Así que para la administración, el niño pintor está muerto; para la justicia es un caso cerrado, pero para la Policía y su familia sigue siendo un caso abierto. Y ni unos ni otros parecen dispuestos a rendirse.