TERRITORIO NEGRO

Siete años de Territorio Negro

Una de las máximas que nos enseñaron a Manu Marlasca y a mí nuestros maestros en este oficio fue la de no hablar de nosotros mismos. “Huid del periodismo Tintín”, nos decía uno de ellos: Tintín en el Tibet, Tintín en el país de los soviets, Tintín en el crimen de Alcásser o Tintín tras las pista del pederasta de Madrid. “Lo importante no sois vosotros, sino la gente a la que le pasan cosas”. Cuánta razón tenía.

ondacero.es

Madrid | 17.11.2014 12:05

Rendueles y Marlasca
Rendueles y Marlasca | ondacero

Pero hoy vamos a romper esa regla para celebrar los 300 programas del Territorio Negro que hacemos con Julia Otero y su equipo en Onda Cero. 300 secciones sobre un asesino, un ladrón, un corrupto o un policía que había resuelto un crimen. Casi siete años haciendo radio con una maestra.

En realidad esta es casi una historia cursi, bizcochona. No conocíamos a Julia Otero de nada –salvo de escucharla– cuando Manu propuso enviarle un libro nuestro sobre los atentados del 11-M y proponerle que lo presentara. Ella rechazó la oferta con firmeza, pero también con educación y con encanto. Forma parte de su estilo. Nos hizo una entrevista en su programa y nos propuso hacer una sección negra. Ella y su equipo elegirían el nombre y la sintonía. Y es que también manda mucho y manda bien. Nos fuimos a casa como dos adolescentes a los que acaba de sonreír Michelle Pfeiffer. Teníamos una oferta de Julia Otero.

Pasamos nervios y miedo y empezamos un martes, 8 de enero de 2008; fue casi un regalo de Reyes. O mucho más, porque desde ese día nos asombramos de la respuesta de la gente. Empezamos a darnos cuenta de que la cosa iba bien cuando algunos policías y guardias civiles nos preguntaban, curiosos, sobre el programa. Son gente dura, poco dados al elogio, así que cuando íbamos a verlos o nos cruzábamos con ellos en alguna comisaría, se limitaban a decir: “Julia Otero os pone al hilo”, “os pone firmes, os lleva bien rectos, ya era hora”, además de hacernos algún comentario siempre elogioso y más o menos afortunado sobre la voz y el físico de nuestra jefa y pedirnos su número de móvil. Nunca lo dimos, jefa, ahora lo sabes. Fue pasando el tiempo y vimos que la sección nos abría puertas antes cerradas. Un veterano y gallego comisario nos confesó un día que escuchaba el Territorio Negro.

Cuando vio en nuestros ojos la emoción, matizó: “es que me ayuda a dormir la siesta”. Algo estábamos haciendo bien cuando una mañana, en el patio central de Canillas, sede de la Policía Nacional, un comisario de pelazo blanco y experiencia en secuestros que nunca nos había dado ni agua pasó junto a nosotros tarareando: “ta tatatata ta tata…”, antes de susurrar con voz cavernosa: “Territorio Negro”.

Hemos intentado no fallar a la cita, ni los martes ni los lunes. Hemos hecho territorios en nochebuena y nochevieja. Y a cambio hemos recibido clases de radio y de periodismo de la mano de una de las mejores, que cada tarde era, es, generosa con nosotros y nos pone una alfombra para que si tropezamos, no nos duela. Como los buenos futbolistas, como Zidane o como Laudrup, Julia consigue que los buenos parezcamos los que tiene al lado, que parezcamos mucho mejores de lo que somos. En estos siete años, ha ido cambiando el perfil de la delincuencia y también el interés de la gente. Hemos hablado de Anglés y Urdangarin, de José Bretón y Luis Bárcenas… siempre con una libertad envidiable y, más envidiable aun, con el respaldo gigantesco de nuestra jefa, que siempre se ha echado a las espaldas cualquier herida que le abríamos por imprudencia u osadía.

Julia Otero nos ha puesto el sello de calidad, nos ha dado un trocito de su marca y de su credibilidad. Si trabajas con ella, algo bueno tienes que tener. Y es cierto, toda su gente tiene algo. Por trabajar con ella nos llamaron hace ya cinco años para colaborar en el programa de Susanna Griso. Y el primer día estaba en la pecera Nuria Roca. También nos llamó, seis años después, para colaborar con ella en su aventura de Melodía FM. Antes, Mamen Mendizábal, también con educación, con encanto pero con firmeza, le hizo a Manu una oferta para irse a La Sexta que no pudo rechazar. De vez en cuando me deja sentarme con ellos. Siete años dan para mucho, también en lo personal. Mi hija no había cumplido un año cuando empecé la sección.

Hoy ya me pregunta por mi jefa en la radio. Los hijos de Manu ya son hombres casi hechos y él ya no tiene vesícula y mi madre se fue una madrugada de 2009. Nunca olvidaré una conversación con Mari Carmen Juan, la número dos del programa, cuando ya había muerto. Yo estaba solo dentro de una capilla a media luz del tanatorio de Cabueñes, en Gijón. En realidad no recuerdo lo que me dijo, pero supe que era verdad y me hizo mucho bien. Basta ya de Tintín y Haddock en Onda Cero.

O de hacernos felaciones, que diría un personaje de Tarantino. En estos siete años hemos tenido una respuesta salvaje de la gente, que nos ha apoyado, nos ha agradecido, nos ha reconocido: personas que escuchaban el Territorio desde Alemania, desde México, desde Australia. Y desde cualquier sitio de España. Una señora nos dijo que “Alaska y Mandueles” éramos estupendos; la abuela de una joven reportera nos llama el rubio y el pelón…

En fin, saber que a algunos de ellos, como dice la jefa, les hemos entretenido o dejado mal cuerpo, o cabreado con nuestras historias, es un orgullo y un privilegio. Ojalá a alguno de ellos, como hizo Mari Carmen Juan conmigo, les hayamos confortado o servido de algo cuando sus vidas pasaran por territorios grises o simplemente tuvieran una mala racha.