La realidad es que Rajoy va a estar en todos los lugares de “circo y espectáculo”, en palabras de hace unos meses de un compañero de partido. No va a perderse Rajoy un solo programa de televisión en el que estén los demás líderes: ahora con niños, ahora de paseo, ahora comiendo y lo que se tercie. Ha pasado el presidente en funciones de aceptar a trancas y barrancas la exposición pública y las entrevistas a charlar con hormigas en un plató de televisión. Y con él, todos los candidatos pasearán sus habilidades, chascarrillos y sus lados humanos más taquilleros por todos los platós de televisión.
La frivolización de la política no sería preocupante si quedase algún reducto para la seriedad, par debatir a fondo, para la vieja dialéctica, para las ideas y las respuestas. Pero todo hace temer que llegaremos al 26 J con estos mimbres y esta guasa general que tan bien reflejó el CIS que se difundió ayer, el que decía que solo el 5% de los españoles se inquieta por no tener gobierno.
O sea, puede que la culpa no sea de ellos, de los candidatos sino nuestra, de los que vivimos en Matrix y votamos más como espectadores que como ciudadanos.