En el campo, al igual que en la mayoría de los sectores productivos, las voces femeninas se han situado en los márgenes de los espacios de decisión. Una cuestión que, poco a poco, va reconfigurándose conforme avanza la sociedad de los últimos años en materia de igualdad, poniendo nombres y apellidos a las mujeres que, con mucho esfuerzo y sacrificio, han logrado hacerse un hueco en el panorama.

La iniciativa Mujeres Rurales de Tenerife, impulsada por el Cabildo, ha querido llevar a cabo un encuentro entre seis productoras de la isla junto a Guía Repsol para mostrar cómo ha evolucionado el rural tinerfeño, en el que cada vez más mujeres son las protagonistas de aventuras empresariales de éxito.

Como ejemplo, La Calabacera de Dulce Acevedo, anfitriona de la reunión, que hace veinte años decidió dar el salto a la producción ecológica de su finca en Guía de Isora. Un espacio de 150.000 metros cuadrados en el que el plátano representa más del 85% de lo cultivado, aunque también produce otras frutas subtropicales como papayas, guanábanas, guayabas, mangas, zapotes o carambolas.

Acevedo lleva desde el inicio de su proyecto apostando por la eficiencia de sus recursos desde un punto de vista sostenible. “El plátano utiliza mucha agua, pero hemos trabajado en que sea la mínima posible con el máximo rendimiento”, indica desde el terreno, enumerando los diferentes métodos de abonado y preservación del sustrato que llevan a cabo y la implantación de herramientas tecnológicas que hagan posible esa economización hídrica en un entorno donde son habituales las sequías.

Por su parte, Pilar Carballo, de La Jara, la única explotación de cordero ecológico de las islas y la única de pollo ecológico en la provincia de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, incide en que la agricultura se ha convertido en una salida laboral atractiva para las nuevas generaciones. “Hubo una salida masiva del campo hacia el turismo y la industrialización de los polígonos, y ahora esas hijas y esas nietas han vuelto porque se han dado cuenta de que sí, de que de esto se puede vivir y porque Canarias necesita producir sus alimentos", una afirmación que vincula la oportunidad económica y laboral del rural canario con el discurso de soberanía alimentaria de las islas que, cada vez más, resuena entre sus agricultores.

Con respecto a la cuestión de género, explica que las dificultades que experimentan las mujeres en este sector son semejantes a las que impone la sociedad en su conjunto. “No les queda más remedio que aceptarlo, somos la mitad de la población”, apunta cuando se le pregunta sobre el impacto femenino en un espacio eminentemente masculinizado.

“Yo creo que todas hemos sido las locas”, describe la ganadera con respecto a las apuestas empresariales que han acometido estas emprendedoras, un calificativo que también tuvo que oír Nieves Estévez, que produce algunas de las mieles más singulares de España con Mieles Giovanni tras abandonar su oficio como cocinera en un comedor escolar. “Lo ponen como si solo fuese una cosa de hombres”, explica con respecto a su la labor apícola, con la que consigue miel de las espectaculares flores rojas del tajinaste que crece en torno al Teide, la de retama de flores blancas, que dan una miel delicada y única, la miel oscura y profunda de castaño o la sedosa de aguacate son otras singulares.

Mary Tovar, de la Quesería El Isorano, comenzó a elaborar quesos cuando llegó a España en 1992 junto a su marido y compró un pequeño rebaño de cabras y, desde entonces, su empresa no ha dejado de crecer hasta convertirse en una de las má laureadas de la isla. Su esposo ya no forma parte del proyecto, bromeando entre risas con que “no toca ni la cabra”, pero explica que en su espacio de trabajo “hay más mujeres que hombres”. Mano de obra encargada de producir quesos de cabra curados y semicurados al natural, con corteza al pimentón, gofio, albahaca, curry, ajo o canela, que han conseguido varios premios en los World Cheese Awards.

Carmen Gloria Ferrera, de Bodegas Ferrera, y Fátima Hernández, de Bodega LoHer, representan dos caras del mismo oficio bodeguero. La primera es una de las mujeres más veteranas en el sector vinícola de Tenerife y representa prácticamente una anomalía, ya que tanto su abuela como su madre tenían un papel protagonista en cuanto a la gestión de la bodega ubicada en el Valle de Güímar. “Siempre decimos que en las bodegas donde hay mujeres tienen otro encanto, somos muy detallistas”, describe con respecto a una forma de trabajo con la que incluso su padre no estaba de acuerdo al inicio alegando que no le iban a comprar el vino, aunque finalmente su buen hacer ha dado la razón a la enóloga.

Además, apunta a las ventajas que ha le ha proporcionado volcar parte de sus esfuerzos en el enoturismo. “Es una forma de mostrar nuestro sacrificio, nuestro trabajo y de donde sale el producto”, sobre todo de cara al turista extranjero, que “cuando están en los restaurantes y en los hoteles piden productos canarios”.
Por su parte, Fátima Hernández ha sabido transformar los oficios tradicionalmente relacionados con las mujeres en la bodega de su familia, creando “un proyecto más adaptado a los tiempos que corren”. “Yo he sentido que hemos tenido que hacer más esfuerzos y el valor dentro de la bodega depende de las aptitudes y las actitudes que tú tienes, no depende que seas hombre o mujer”.

Además, la sintonía con el legado familiar es constante en su manejo de LoHer. “Él (su padre) me acompañó en la bodega durante el primer año, pero luego dijo que prefería irse al campo y dejarme la bodega por que entendía que el proyecto estaba tomando otro camino que a él le gustaba y entendía que se estaba haciendo de una manera respetuosa con la tradición pero que había que abrir el camino a otras generaciones”, explica, describiendo que el discurso de sus vinos busca trasladar “los suelos y las tierras” de la D.O. Tacoronte-Acentejo.