Conocemos el caso de Peio que tiene diez años y lleva siete enfermo, entre ligeras mejorías y numerosas recaídas. Pero su caso es diferente. Era un niño independiente, alegre, dormía con la puerta de su habitación cerrada e incluso, se hacía la merienda él solo. Ahora, no puede dormir sin sus padres, lidia con fuertes dolores gástricos y come a través de una sonda a la que se tiene que conectar cada dos horas. Necesita atención continua y apenas sale de casa. Comenzó así para la familia una odisea, un peregrinaje por las salas de consulta de hospitales y ambulatorios para encontrar una solución.
Hablamos con Mapuy Etxabarren, su madre.