En un momento de 'CORTEN!', la película de apertura del 75 Festival de Cannes, uno de los actores del falso rodaje [o verdadero, quién sabe] que se refleja en la pantalla le cuestiona al falso [o verdadero] director la verdadera [ahora sí] naturaleza de los zombies. Los personajes ruedan justamente eso, una cinta de zombies, y el protagonista joven alega que aquello no tiene sentido, que los zombies son irracionales, que no pueden sostener un hacha para matar a nadie. Los zombies no razonan, muerden sin sentido, convierten en zombies a todo bicho viviente que encuentran a su paso. Así también el cine, que anoche se hizo carne sin mascarilla en Cannes, y que mezcló en su gala de inauguración la emoción por estar 'back in business', sin mascarilla, con la guerra en Ucrania: de hecho el presidente Volodymyr Zelensky incluyó la Croisette en su lista de alocuciones internacionales.
Después de Zelensky, de un emocionado discurso de Vincent Lindon como presidente del jurado, de la presentación de nuestra Rossy de Palma como seleccionadora de la Camera d'Or y de una gala corta pero eficaz conducida por la actriz Virginie Efira... dio comienzo la película de apertura. Esa que, volviendo a Ucrania, tuvo que cambiar su título original -'Z', como los zombies, como la serie Z del rodaje que retrata- por 'CORTEN!', porque el ejército ruso de Vladimir Putin lleva a gala la 'Z' en sus vehículos y uniformes militares. Una década después de conquistar los Oscar con 'The artist', que salió también lanzada de la sección oficial de Cannes [aunque no ganó aquí, la Palma de Oro fue para 'El árbol de la vida'], Michel Hazanavicius vuelve a dirigir a su pareja, la actriz Bérénice Bejo en un largometraje atípico pero muy interesante, de esos que ponen a prueba a quien se sienta en la butaca.
Y es interesante porque como los zombies, o como la ceremonia de inauguración, el propio formato de 'CORTEN!' lo devora todo. Lleva al límite la paciencia del espectador. Y cuando este supera el umbral de la tolerancia, se ve elevado a una espiral de comedia que convierte la travesía del desierto en una espera que ha merecido la pena. Como decíamos, la película retrata el rodaje de una película de zombies -más bien una retransmisión en directo, pero no profundicemos-, y durante la primera media hora del metraje acompañamos a los personajes que luchan contra el apocalipsis sin saber muy bien si lo que estamos viendo es un verdadero [o falso] homenaje al género. Los créditos aseguran que se trata de un remake de la japonesa 'One cut of the dead', de Shin'ichirō Ueda, pero el hallazgo de Hazanavicius está en transformar ese original en un canto cómico a la familia del cine.
La segunda mitad de la cinta, coincidiendo con la aparición en pantalla de la japonesa Yoshiko Takehara -también en la cinta nipona de 2017- comienza a revelarnos cómo incluso la más cutre de las producciones requiere un esfuerzo ímprobo. Se echa en brazos del manido recurso del segundo punto de vista -enseñarnos que lo que hemos visto en la pantalla no es lo que parece-, pero lo eleva ingeniosamente y lo convierte en una "screwball comedy" con sangre de pega. Hazanavicius nos recuerda en 'CORTEN!', a una escala mucho más pequeña que en 'The artist', que es un cineasta que se caracteriza por la ejecución de ideas ambiciosas... se compre o no el resultado. Y así, con los zombies que lo devoran todo, arranca un Cannes que tendrá de todo. Hoy mismo, la perfección hollywoodiense de Tom Cruise que, como si fuera un zombie, ha resucitado a su vieja 'Top Gun'. Y el zombie luce mejor que cuando estaba vivo.