Seguimos su evolución como si se tratara de un paciente en UCI. Realmente lo es. Monitorizado para saber en cada momento sus previsibles reacciones. En su cuarta semana, parece mucho más intensa su reacción. En la noche del viernes, se abría una nueva boca tras días en los que había aumentado la formación del terreno. Ha crecido la sismicidad profunda y hemos incorporado a nuestro particular diccionario de conceptos "tsunami de lava".
Son continuas las referencias al comportamiento imprevisible del Cumbre Vieja, pero cuando se cumple un mes, hay que poner aún más atención en el comportamiento de ellos, los palmeros.
Un mes en el que la naturaleza se empeña en arrinconarlos por tierra, mar y aire. Su extraordinaria capacidad de resistencia viene acompañada siempre de su relato pausado, templado, resignado, sin elevar nunca el tono.
Cuando la vida en esa parte de La Palma se hace prácticamente imposible, irrespirable, ellos siguen estando ahí.
Un amigo de la isla me decía ayer que no tenían otra carta, que allí nacieron, allí han vivido pese a todas las singularidades de la isla: "Es que tú no sabes lo que es vivir en una isla. Sólo contemplo rehacer mi vida aquí" y a eso se llama arraigo.
Lo que hemos hecho durante estas últimas cuatro semanas es vivir en directo la transformación de un paisaje generado por una de las fuerzas de la naturaleza, pero también la transformación de cientos de vidas y sobre ello vamos a hablar hoy, cuando se cumple un mes.