OPINIÓN

VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 12/11/2018

Dieciocho días después de su muy cacareada y su muy comentada ruptura

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 12.11.2018 08:13

…dieciocho días después de aquel rompo definitivamente las relaciones, 'a mí ni no me pongas ni un guasap, Pablo, que me has llamado, dónde vamos a parar, golpista'

…dieciocho días después los señores de Sánchez y Casado tienen el placer de anunciarles el próximo alumbramiento de su primer hijo: el presidente del Tribunal Supremo.

O presidenta, sí, o presidenta. Puede apellidarse Tejo, o Roca, puede apellidase Ferrer. O puede apellidarse de otra forma y ser niño, en lugar de niña. Pero se llame como se llame va a llegar al mundo hijo de dos padres: la pareja moderna que forman Pedro Sánchez y Pablo Casado. Tan moderna que habiendo roto en público y diciéndose barbaridades el uno al otro cada fin de semana, no han tenido inconveniente en recurrir al mismo procedimiento de fecundación que ya emplearon sus predecesores: Rajoy y Rubalcaba, Zapatero y Rajoy, aquellas otras parejas. Que como ésta de ahora, escogieron el sexo, el nombre y la tendencia de la criatura. Carlos Dívar fue presidente del Poder Judicial porque a Zapatero le cayó en gracia y a Rajoy le dijeron que era piadoso y de derechas. Carlos Lesmes fue presidente en 2013 porque a Rajoy le contaron que era de los suyos y a Rubalcaba le pareció que no era un peligro público.

Siempre se hizo así y así se sigue haciendo. Los nuevos líderes del nuevo tiempo de la política terminan estos días de repartirse los veinte sillones que conforman el Consejo General del Poder Judicial. Veinte vocales. Diez los escoge el Congreso y otros diez, el Senado. Entre jueces, magistrados y juristas de prestigio, categoría ésta última en la que puede entrar quien los partidos, en realidad, quieran. El procedimiento está tasado y garantiza, sobre el papel, que sea el Parlamento que nos representa a todos quien bendiga a los encargados de gobernar el Poder Judicial. Pero al Congreso (y al Senado) llegan los nombres ya elegidos. O mejor, pactados. O si usted prefiere, pasteleados por los dos grupos principales de la cámara. Diez para ti, diez para mí. La ministra Delgado y el ex ministro Catalá llevan días, o semanas, intercambiando nombres. Quién te gusta a ti, quién me gusta a mí. Contra quién daré la batalla si me lo metes en la lista, las burradas que te diré si tú metes a quien yo detesto. En eso andan. El reparto, de siempre, del Consejo del Poder Judicial.

Diez para ti, diez para mí. Y luego tú si quieres, Pedro Sánchez, le regalas uno de tus cromos a Pablo Iglesias, que para eso sois amiguitos y de buenos amigos es compartir los sillones que uno tiene. Podemos aspira a que le caiga del bombo un reintegro. Calienta, Victoria Rosell, que sales. Los independentistas, esta vez, no han piado. Al menos en público. Qué interés van a tener ellos en tener plaza en el nuevo Consejo, verdad, si hace tiempo que decidieron que la Justicia española es un cuento que no tiene remedio. Rivera no le va a pedir uno de sus sillones a Casado porque a Rivera el mercado de fichajes de invierno no le interesa. No sólo no le interesa, tiene prometido que si algún día está en su mano acabará con el pasteleo.

Y una vez que estén pactados, y elegidos, los veinte vocales —-diez para ti, diez para mí— ya se ocupan ellos de ungir con la púrpura de presidente (del Consejo y del Tribunal Supremo) al hombre o la mujer que haya tenido a bien acordar la pareja de padres. Pedro y Pablo (Casado) esperan su primera criatura. Felicidades.

Entretanto, a seguir con el teatrillo.

La sobreactuación, al poder, que para eso hay elecciones en Andalucía en tres semanas y elecciones en primavera en todas partes.

Se pasan el día diciéndole a Torra que no caiga en la gesticulación, y dejan todos pequeño a Jack Nicholson. Cúanto amor a los mítines peliculeros.

Es verdad que en la sobreactuación dramática la palma se la llevan los portavoces independentistas. Ese Tardá que lo mismo admite que no hay mayoría social en Cataluña para consumar la ruptura con España que mitinea sobre la implementación de la República y la desobediencia como único camino.

Es posible. Que lo mismo es que sí que es que no. Depende del foro en el que hable y lo que espere escuchar el respetable público. Ahí está Pablo Iglesias, haciendo equilibrios para mantener su pacto presupuestario con Sánchez a la vez que le regala los oídos a Esquerra.

Teoría y práctica de la inmoralidad según Iglesias. Aprobarle los presupuestos a Sánchez con Junqueras en prisión es inmoral, como dice Esquerra, pero como le parece inteligente, adelante con los faroles. A ver si a base de apelar a la extraordinaria inteligencia de Junqueras consigue dar a luz un pacto entre su partido y Esquerra para después de las elecciones municipales.

Por cierto, fabuloso el fiasco de la manifestación de Podemos ante el Tribunal Supremo el sábado. La marea de indignación popular que recorría España contra los jueces vendidos a los bancos no parece que se hiciera muy patente en la calle. Cientos de personas, decían las crónicas más generosas. Cómo es posible que habiendo un atentado a la democracia, según Iglesias, un robo, una infamia, una alarma social, una masacre, según Alberto Garzón

…no alcanzaran a movilizarse en Madrid ni mil personas. Contra la masacre. A ver si el detector morado de indignaciones sociales susceptibles de ser rentabilizadas en la calle empieza a estar averiado. El sábado movilizó bien poco.

Y, por cierto, Pedro Sánchez se va pareciendo cada vez más a Rajoy. No sólo porque pretenda seguir en la Moncloa con presupuestos o sin ellos (Rajoy también lo pretendió, cuando creyó que no los sacaba). No sólo por su operación diálogo en Cataluña con Esquerra como el mejor amigo de los niños. Sánchez se parece a Rajoy en que ya invoca en sus mítines al mejor amigo del gobernante y el tertuliano, que es el comodín del sentido común. Quién no lo ha invocado alguna vez para darse, claro, la razón a sí mismo.