Mediodía del 3 de enero de 2022.Primer lunes de un nuevo año que carga con la misma mochila con la que se despedía hace tres noches. Jornada ésta que confirma el divorcio de la política y la gente, de la salud y la gente, de la economía y la gente, y de la gente y la gente.
El que esperemos sea el último año de pandemia, tal y como la conocemos, presenta tantos contagios y confinamientos, que llega un momento en el que hasta da cosa reconocer que uno aún no se ha pasado el Covid. Hace dos años todos sabíamos de algún miembro de la familia que estaba pasando la enfermedad y hoy, en todas las familias, se ignora si hay algún miembro que aún no la lleve puesta.
El nuevo año se despereza con el pijama de la incertidumbre y consciente a medias de que vamos a seguir por derroteros parecidos y empeñados en no estar de acuerdo ni en lo que lo estamos.
Cambia el año, ese número que actualiza lo documentos, las multas y las facturas, pero en realidad varía poco. Cambia lo que estemos dispuestos a cambiar. Pero, tranquilos, que aún es pronto, pronto incluso para empezar con los buenos propósitos que todos nos hacemos para sacar adelante los próximos meses. Estamos al ralentí y las circunstancias no ayudan.
Hemos vuelto al teletrabajo, allá donde sea posible, no tenemos ni idea de lo que se nos viene encima y hasta lo más sencillo aparentemente nos pilla en cuesta, la de enero concretamente, y es que incluso decidir empezar a ir al gimnasio carece de sentido, ya que todavía nos falta el roscón de Reyes con su atracón de frutas escarchadas. Por cierto que hasta la escarcha, la buena, brilla por su ausencia.
Es lunes 3 de enero de 2022, pero, por ahora, sigue siendo ayer. Calma, que todo llega, hasta lo bueno.
Por cierto, el roscón ¿con cebolla o sin cebolla?