"Hoy he descubierto mi verdadera vocación, señor antiguo. Hoy en este palacio de la carrera de San Jerónimo, magno edificio de las Cortes, entre los ecos de los discursos de Emilio Castelar... con el espíritu de Antonio Maura y Manuel Azaña... yo, Arturito, con la mano en el corazón patrio: oh, democracia española, seré vuestro gran orador en esta Cámara", declara el niño repelente con la respiración entrecortada.
"El timbre que despierta mis instintos hasta ahora dormidos es el que llama a los diputados a ocupar sus escaños", asegura entre gemidos. "Españolas, españoles, cuán noble misión me habéis encomendado", continua un febril Arturito.