Paticia, de León, nos cuenta que es de las que piensa que "para menos de una hora no me echo la siesta". Y recuerda una ocasión en que se durmió de tarde y amaneció a las dos de la madrugada: "Era sábado, y estaba tan fresca que le dije a mi marido 'vámonos de fiesta'".
Desde Oviedo nos llama Ángeles, que cuenta que tiene una familiar que cuando tiene mucho que hacer "duerme la siesta y cuando se levanta tiene fuerza para hacerlo todo", y que incluso le sirve para adelgazar. Y comenta además que su marido "se duerme hasta encima de un tablón" y que se echa nada más comer: "Suelta unos ronquidos...", asegura.
A través de un audio de WhatsApp nos habla Rafa, de Castellón. Dice que todos los fines de semana se duerme con las películas de después de comer. "Suena una música lúgubre y de repente matan a tres o cuatro", explica, y destaca que "he visto empezar todas pero no sé cómo acaba ninguna".
Nos vamos a Madrid para escuchar a Javier, que nos descubre el origen de la palabra siesta. "Viene de la 'hora sexta' de los romanos, que dividían las horas del día en doce diferentes, y la sexta era a mediodía", cuenta, y añade que después la Iglesia Católica mantuvo ese mismo nombre "para los rezos de la mañana, que eran entre las doce y las tres de la tarde". Y comenta además que en Grecia la siesta se toma muy en serio: "En Atenas se paraliza la ciudad durante dos horas", asegura.
Y Remedios, de Barcelona, nos dice que no puede dormir con la televisión puesta. "Yo tengo que meterme en la cama con mi pijama y cerrar la persiana, como si fuera por la noche", explica. Y destaca que de joven se echaba siestas de dos o tres horas "y las dormía de gloria, eso me mantuvo joven".