A fecha de hoy, ese bloque está herido, aunque en política nunca se sabe dónde está el teatro y dónde la realidad. Ahora tocan días de teatro, incluso de drama, con los comunes de Cataluña amenazando con dejar caer a Aragonés por el feo que Esquerra le hizo a su líder Yolanda Díaz.
Y tenemos a Rufián indignado porque Yolanda le puenteó. Desde Moncloa observan el panorama con un "nunca llovió que no escampara", y yo entiendo que en la crisis del bloque habrá dos fases. Primera, la del cabreo y la venganza: Esquerra, aliada con Bildu, negará su voto a gran parte del diluvio legislativo que viene.
La solución no está solo en Madrid, sino en Cataluña, con la versión catalana de Podemos como mediadora y pacificadora. Y hay un peligro mayor: que Esquerra sienta, como Pujol en su tiempo, la necesidad electoral de romper para recuperar virginidad. La segunda fase empezará dentro de dos años, tras las elecciones.
Si Sánchez necesita a Esquerra y a los demás para hacer mayoría, los tendrá. Quizá le impongan un precio, seguro que le imponen un precio, pero los tendrá.
Es que la alternativa es un gobierno del PP y quizá del PP en alianza con Vox. Reconstruir el bloque será una obligación ineludible en nombre de la España progresista y en contra de la España que consideran de naftalina.
Y Sánchez los cuidará, porque la mayoría que surgirá hoy tiene un tiempo limitado: dentro de dos años le faltarán dos piezas: Ciudadanos y el PDeCAT, ausentes por extinción.