En política, querido director, no hay prisa que no merezca una calma ni urgencia que no quede sometida al principio de oportunidad.
Si el señor Sánchez necesita el abrazo del señor Rufián para los Presupuestos y los Presupuestos son su tabla de salvación, ¿para qué cabrearlo con una amnistía de nada? El voto de Esquerra da la gloria o el fracaso; la Ley de Memoria, el Valle de los Caídos y eso que llaman crímenes del franquismo pueden esperar en esa carpeta que tienen todos los gobernantes y se titula “Asuntos que el tiempo resolverá”.
Añada usted a esto una crítica que ya se empieza a escuchar: este Gobierno está más emperrado en legislar el pasado, empezando por el franquismo, que en arreglar el presente. Y así ocurre que se habla más de una ley de 1977que de la reforma laboral o de los Fondos Europeos, sobre los cuales se extiende un manto de silencio y de misterio solo roto por quienes denuncian, como Airbús, falta de liderazgo y de coordinación.
Asistimos, pues, o eso espero, a un cambio de prioridades que estoy encantado de justificar, porque podríamos estar ante un brote de lucidez. Es posible que entre 23 ministros haya uno o una que considere poco presentable ocupar el indudable talento oficial en resignificar el Valle de los Caídos, mientras se prepara un invierno ardiente de protestas sociales. Eso lo podría plantear quien sabe hacer dos cosas al mismo tiempo, pero no está demostrado que este Gobierno disponga de esa habilidad.