EL BLOG DE ALSINA

La suegra intruder

Les voy a decir una cosa.

Que el cine español no va nadie a verlo es una mentira que, por más que se repita, seguirá siendo mentira. Es verdad que hay películas que no le interesan ni al que las ha producido (entrevistan a los actores en la tele y se les nota que hasta ellos mismos han salido aburridos), pero también hay otras películas, españolas, que el fin de semana que se estrenan hacen taquillazos magníficos.

ondacero.es

Madrid | 07.03.2012 20:49

El exconsejero de Trabajo andaluz, Francisco Javier Guerrero
El exconsejero de Trabajo andaluz, Francisco Javier Guerrero | Agencia EFE

http://www.antena3.com/se-estrena/especiales/luces-rojas/|||Luces rojas, esta peli genuina de este director un poco ovni que se llama Rodrigo Cortés -orgullo de Salamanca- y http://www.antena3.com/se-estrena/peliculas-a-z/intruders/|||Intruders, “los intrusos”. En la cinta salen un niño, una niña, unos padres y un hombre sin rostro que se cuela en sus noches y al que llaman Carahueca. Pero se le olvidó a Fresnadillo -qué lástima- meter en el guión una suegra. De haberlo hecho, en lugar de una película de terror psicológico le habría salido un thriller político. ¿Perdón, metiendo a una suegra? En efecto. Metiendo a la suegra de [[LINK:INTERNO||||||Javier Guerrero, el ex director general de empleo de la Junta andaluza]]. La suegra intruder, la madre de todos los intrusos.

En el caso de los EREs que instruye la juez Mercedes Alaya hay cuarenta y dos tomos de sumario, dieciséis mil folios y setenta y dos intruders. Son los famosos intrusos, personas que aparecen como beneficiarias de prejubilaciones financiadas por la Junta andaluza sin haber trabajado nunca en las empresas que, en teoría, los prejubilaron. Entre todos ingresaron diez millones de euros gracias al carácter desprendido, ¿verdad?, de este director general de empleo con un corazón tan grande (y una manga tan ancha) que en cuanto se cruzaba con un amigo, un conocido o un vecino, en lugar de darle la mano le daba una prejubilación. Como dijo Guerrero en una célebre entrevista, “los intrusos en los EREs no son intrusos, son criaturas necesitadas de ayuda”. Para qué está el dinero público si no es para ser gastado entre los amigos. Victorina, la suegra, resultó agraciada con una prejubilación en SOS Cuétara sin haber trabajado jamás en esa compañía en el único de intrusismo en el que el acusado tiene disculpa, porque todo lo que se haga por una suegra debería estar permitido.

Si tus jefes hacen la vista gorda mientras tú mangoneas el presupuesto público, qué menos que arreglarle la vida a la suegra -que en absoluto es despilfarro, sino inversión en calidad de vida hogareña-. La juez investiga a los intrusos -la suegra, el vecino, el chófer que se lo gastaba en cocaína- e investiga, sobre todo, al gran benefactor, el señor Guerrero, que hoy ha sido interrogado durante muchas horas porque son muchos los chanchullos objeto de la causa y muchos también los abogados presentes en la sala. El imputado ha entonado de nuevo sus dos estribillos más conocidos: el que dice “yo no me siento culpable de nada” (cómo se va a sentir mal, habiendo mejorado la vida de tantas personas) y el que dice “todo lo que se hizo fue con el conocimiento de mis superiores jerárquicos”, léase “políticos”. Es su versión: no iba por libre, en la Junta era bien conocido que se hacían estas cosas. Será la juez quien decida qué crédito le merece esta parte de la declaración y si entiende que hay que seguir depurando, o no, responsabilidades penales hacia arriba.

Guerrero se había convertido en algo así como la estrella del chanchulleo destapado en Andalucía hasta que aparecido su rival más directa, esta mujer cuya imagen, y cuyas frases redondas, aparecen en las primeras páginas desde el lunes. Laura Gómiz, ex consejera delegada de Invercaria y nueva estrella rutilante de la flora y fauna patria. La nueva grabación conocida hoy -bueno, conocida no, difundida hoy (porque conocer, hay alguien que conoce todo lo que hay pero que lo está dosificando para estirar su impacto en la campaña-, la nueva grabación recoge el momento en el que la señora Gómiz, insistente, continúa su labor persuasiva con empleados de Invercaria para que elaboren, a posteriori, los informes que no se hicieron en su día para justificar la entrada en el capital de esas compañías.

Hasta ahora se pensaba que la consejera delegada sólo hablaba abiertamente de cómo falsear informes en conversaciones privadas con uno de sus directivos. Pero hoy hemos sabido que también lo hacía cuando los reunidos en su despacho eran tres o cuatro. Raro es que no pregonara cómo fabricar papeles a toro pasado usando un megáfono en la asamblea de trabajadores:

- A ver, escuchadme todos, que os voy a explicar cómo falsear los informes. Si, hablo más alto, no os preocupéis. Más claro no, más claro no lo puedo decir: inventaos lo que haga falta, por mí, como si nos lo inventamos todo.

Es natural el desparpajo. Si era común fabricar papeles ad hoc y si las cuestiones legales, o morales, se dejaban siempre en casa, pues Gómiz encargaba trampas con la misma soltura con que Guerrero firmaba prejubilaciones falsas. Es evidente que las novedades que están surgiendo en estos dos casos perjudican a quien está en el gobierno de Andalucía (a quien ha estado siempre, que es el Partido Socialista).

Pero el impacto que están teniendo estos dos asuntos, como el caso Emarsa en Valencia, o como el caso Gurtel, se ve multiplicado por el momento en el que ahora nos encontramos, el momento que ha reflejado el CIS en el barómetro que difundió esta mañana: la depresión social por la pésima situación económica y la ausencia de un horizonte esperanzado, y la extrema sensibilidad que una sociedad en recesión, y que mira con lupa cada céntimo de euro porque sabe lo que cuesta ganarlo y lo poco que dura, muestra ante cualquier episodio, o sospecha, de uso arbitrario, frívolo, desahogado del dinero público. Que, en contra de lo que dijo una vez una ministra, no es que no sea de nadie, es que es de todos. Y por eso indigna tanto que el dinero de todos lo mangoneen en su provecho (o en el de su partido) unos pocos, sean del signo que sean.

La sociedad está más persuadida que nunca de la necesidad de aplicar criterios de limpieza y de eficacia a la gestión pública. Porque sabe que la situación económica es peor que hace un año, como señala el CIS; porque sabe que el año va a ser muy malo y porque paga impuestos para que funcionen los servicios públicos esenciales no para que alguno se lo lleve crudo o para que se desperdicie el dinero en gastos superfluos o en engordar el ego del dirigente de turno, la sociedad va a ser cada vez más exigente con quienes gestionan la cosa pública. Y va a reclamar -ya está reclamando- que el sistema, las administraciones, sean capaces de adaptarse a esta situación de ingresos escasos que se va a seguir produciendo.

Del mismo modo que las familias se permiten caprichos, o alegrías, cuando las cosas van bien y entra dinero en casa pero restringen todo lo innecesario y estiran cada euro cuando las cosas se tuercen y apenas entra dinero, las administraciones han de encontrar la forma de tener, también ellas, esa capacidad de adaptación. La exuberancia administrativa de los tiempos en que se recaudaba mucho ha de ser necesariamente reversible en los tiempos en los que apenas se recauda nada. Porque si no (lo estamos viendo) la exuberancia se convierte en rémora.