opinión

Monólogo de Alsina: "Solbes con coleta"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre los Presupuestos Generales del Estado presentados por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

- Coronavirus, confinamiento y votación de estado de alarma en España: Toque de queda, casos y última hora de la Covid-19

Carlos Alsina

Madrid | 28.10.2020 08:21

Hace hoy dos semanas el presidente de Francia, Macron, anunció la implantación del toque de queda en las principales ciudades francesas.

El día que lo anunció Macron, al ministerio de Sanidad de España no le pareció que aportara gran cosa. Aquí estábamos con el horario de cierre de los bares y restaurantes y con multas a los jóvenes por congregarse en la calle o hacer fiestas en los colegios mayores. Pero los gobiernos autónomicos le dieron una vuelta a lo del toque de queda francés y les pareció tan práctico, y tan esperanzador, que acabaron pidiéndole al gobierno el paraguas jurídico para poder decretar el vaciamiento nocturno de las calles. Doce días después de Macron, ya teníamos aquí nuestro toque de queda.

Se lo recuerdo porque el presidente francés va a anunciar nuevas medidas de obligado cumplimiento para los franceses. Y entre las opciones con que especulan los medios está la reclusión total los fines de semana. Las medidas que prepara van a ser impopulares y por eso dedicó el día de ayer a adelantárselas a los líderes de los partidos políticos, patronales y sindicatos. Buscando el consenso que amortigüe el impacto de lo que se anuncie. En esto no parece que España siga la estela de Francia.

La velocidad que ha alcanzado la epidemia en los dos países es abrumadora. Por incidencia acumulada, 610 casos por cien mil en Francia, 436 en España. Si echamos la vista dos semanas atrás vemos que Francia estaba en la mitad, 288, y que España no llegaba a 265. Al toque de queda se van sumando aquí los cierres de municipios y de comunidades autonómas. Estamos en puertas de otro puente en varias regiones (Madrid, Castilla y León, Aragón, Andalucía, Extremadura, Asturias). Es seguro que hoy mismo se van a anunciar más restricciones en algunas de ellas: Andalucía sopesa el cierre de la comunidad autónoma; Madrid, lo mismo; Castilla y León, también; también Castilla La Mancha. Ya lo han hecho Navarra, La Rioja, Aragón, Asturias.

El toque de queda lo dejará el gobierno, a partir del día 9, a criterio de cada gobierno autonómico.

El que quiera que lo mantenga, el que no, que lo quite. Se ha inventado el gobierno un estado de alarma cedido a las autonomías que en realidad no existe en el ordenamiento. Es el presidente quien declara la alarma y quien tiene que establecer las medidas que decreta. Luego puede delegar la ejecución de esas medidas en quien él decida, los presidentes autonómicos, por ejemplo. Pero las medidas las decide el gobierno, que es a quien el Parlamento controla.

Esto de declarar el estado de alarma sólo para que los gobiernos autonómicos puedan hacer lo que quieran es una innovación dudosamente constitucional. Llamarle prórroga a multiplicar por seis la duración inicial prevista en la Constitución más que innovación es maniobra. Y que el presidente eluda su presencia mañana en el Congreso para explicar sus pretensiones es sacudirse una responsabilidad que es suya. Toda suya.

La ministra de Hacienda llevará hoy al Congreso de los Diputados el proyecto de Presupuestos que ayer presentaron con pompa, circunstancia, argumentario y transmisión televisada, el presidente Sánchez y su segundo Iglesias en la Moncloa.

Le han salido al gobierno de coalición unos Presupuestos perfectamente socialdemócratas. Con su aumento del gasto público, su subida de impuestos y su pequeño incremento de las ayudas sociales que están referenciadas al IPREM, el indicador de rentas múltiples. Le han salido tan socialdemócratas que se entiende que Iglesias se mimetizara ayer con el look de su socio Sánchez y se disfrazara de reformista trajeado en vísperas de Halloween. Si el morado pretendía espantar, con estos Presupuestos, a neoliberales, liberales, ricos, poderosos, capitalistas salvajes, me temo que no les ha provocado ni medio tembleque. Asustar, lo que se dice asustar, Iglesias sólo asustó ayer al departamento de estilismo de la Moncloa, que trabaja mano a mano con el departamento de escenografía, el de camuflaje, el de preparación física (para los ejercicios de contorsionismo) y el de persuasión y propaganda.

El aumento de gasto público, en el contexto en el que estamos, lo firmaría hasta Luis de Guindos. Y teniendo el manguerazo europeo de 27.000 millones no iba a renunciar el gobierno a engordar los números. Por lo que habrá que juzgar al gobierno es por el uso que le acabe dando a los 27.000 millones. Si sirven para modernizar la economía, como se esta prometiendo, o se irá en medidas paliativas.

Y la subida fiscal, que lo es, tiene más de lluvia fina que de estacazo. Pequeños ajustes lo llama Calviño. Lo de meterle el rejón a los que más ganan, argumentario de siempre de socialistas y morados, queda bastante aguado: en enero decían que iban a apretar a que ingresan más de 130.000 euros al año; ahora o dejan sólo para los de más de 300.000 anuales (dos puntos más de IRPF). La lluvia fina es la que nos afecta a todos. Lo del diésel, por ejemplo, que ya ha echado la cuenta la ministra Montero y le sale que va a pagar usted, propietario de coche diésel de perfil medio, 3,45 euros más al mes. O el IVA de las bebidas azucaradas, por ejemplo, que aclara el gobierno que no es que le quiera cobrar más dinero a usted por consumirlas con gusto, que lo que desea es cuidarle a usted la salud y disuadirle para que beba otras cosas.

El gobierno no ha eliminado ninguno de los impuestos que ya existían. Y tampoco ha bajado ninguno. De manera que, en el cómputo general, la mayoría de los contribuyentes verán incrementado, por la lluvia fina, lo que hoy pagan.

El éxito de Podemos, según se nos dice, es haber arrancado a Sánchez el compromiso de fijar precios máximos en el mercado de alquiler. Están Rufián y la señora de Bildu entusiasmados con esto. Lo veremos, porque esto del alquiler no forma parte de los Presupuestos del Estado. Es una reforma legal que veremos en qué queda cuando salga del Congreso. También ha conseguido Podemos, se nos dice, la seguridad de que va a mejorarse el procedimiento para cobrar el ingreso mínimo vital, una medida que está en vigor desde hace cinco meses y cuyo funcionamiento ya se había comprometido el gobierno a mejorar a primeros de septiembre.

Poca cosecha parece para el partido que había venido a revolucionar el sistema y asaltar los cielos. Ver al vicepresidente Iglesias con su traje de chaqueta, su corbata y su canesú es comprobar cómo su proceso de aburguesamiento personal (y político) alcanza, por fin, la cima. Qué tiempos aquellos en que Monedero el reprochaba a Errejón que se hubiera puesto chaqueta para acudir al Congreso. La chaqueta era cosa de políticos profesionales acomodados en el sistema de siempre. Malditos reformistas de la izquierdita cobarde que se conformaban con cambiar una ley, subir arriba o abajo un tramo de IRPF, en lugar de hacer lo que había que hacer: impugnarlo todo, tumbarlo y poner en pie un sistema nuevo.

Nada más embarazosamente convencional que dos señores trajeados portando juntos un librito y mostrándolo a la cámara de televisión gubernamental como las azafatas del un, dos, tres le llevaban a Mayra la tarjetita de los premios. Nada más convencional que dos señores trajeados soltando un discurso que dice que estos son los presupuestos más sociales, más progresistas y más justos que ha habido nunca. No se sientan pioneros. Lo llevan haciendo los presidentes de gobierno y sus adjuntos desde que Carlos Solchaga vestía pantalón corto.

Como suele decir Zapatero, el sistema ha cambiado a Podemos más que Podemos al sistema. En política económica hay que darle la razón. Estos Presupuestos los podría haber hecho Solbes en época de Zapatero o incluso Montoro en el primer año de Rajoy. Hace tiempo que Iglesias dejó de parecer Varoufakis. Hoy es Solbes con coleta. Montoro con moño. Con sus mismas frases hechas.