Les voy a decir una cosa
Subirán los precios, es lo previsible. Que los productos que consumimos cuesten más. Ésta es la consecuencia práctica más inmediata y más directa que, para toda la población, tienen las nuevas medidas de ajuste que el presidente del gobierno anunció esta mañana.
La medida que nos afecta a todos es la subida del IVA, y es la que más debería servir para recortar el déficit porque el cálculo que hace el gobierno es que cada punto de IVA son dos mil millones de ingresos para el Estado. Salvo aquellos productores y/o distribuidores que decidan“absorber” ellos el incremento del impuesto, es decir, resignarse a tener un beneficio menor para no tener que subir el precio, el resto “repercutirán” esa subida en el precio final que pagamos los consumidores yprevisiblemente, por ello, se resentirá el consumo, que anda de capa caída desde hace ya muchos meses en nuestro país. Esto, por empezar por la parte que afecta a más gente y que entra en vigor de inmediato.
La siguiente medida, por número de afectados, es la supresión de la paga de Navidad para los funcionarios. Que los funcionarios dicen, y con razón, que los recortes del Estado siempre les afectan a ellos, pero es que ellos son la plantilla de esta empresa llamada administración pública: si el patrón quiere recortar coste mira el capítulo 1, personal, y dice: ahí metemos tijera -otra vez, es verdad, les toca apañarse con menos a los funcionarios-. IVA, funcionarios y...tercer anuncio de esta mañana (y el más novedoso porque hasta ahora ningún gobierno había querido meterse ahí) recorte de la prestación de desempleo, bien es verdad que sólopara los futuros parados, no para aquellos que ya tienen la desgracia de estar sin trabajo, y a partir del sextomes en que se encuentren en esa situación. Que ésta, como luego comentaremos, es la medida más delicada por dos razones: porque abre un melón que hasta ahora no se había tocado; y por la forma en que elgobierno ha justificado la medida, recortar el dinero que cobra el parado a partir del sexto mes paraincentivarle a buscar trabajo -en un país con cinco millones de parados y en el que apenas se crea empleo, elproblema no es animar al parado a buscar trabajo, sino que exista un trabajo que encontrar-. La única línea roja, por emplear esta terminología, que Rajoy no ha traspasado ha sido la de las pensiones, el principal capítulo de gasto del Estado, que no sufren cambios pese a que el gobierno también ha echado algunas cuentas al respecto: se barajó la congelación pero los pensionistas, esta vez y de momento, se han librado.
Han sido varios los portavoces parlamentarios que le han dicho a Rajoy que este pleno de hoy ha sido su mayo de 2010, en referencia al día aquel en que Zapatero se tragó todo el argumentario que hasta entonces venía utilizando y anunció medidas de recorte que afectaron a funcionarios y pensionistas. Ciertamente, es innecesario recordar los cambios de criterio del actual gobierno o la divergente entre lo que dijo que haría y loque ha ido haciendo (o lo que dijo que no haría y sí ha hecho): lo tenemos todo demasiado reciente como para no captar la dimensión del viraje y es el propio presidente el que, así, lo asume (“hago lo que dije que no haría”). Hasta el punto de que hoy consumó esa asunción de cómo ha cambiado el cuento al pronunciar suremake de la frase que, en su día, sintetizó la segunda legislatura de Zapatero, cuando, acusado deimprovisar todo el tiempo, dijo aquello de “gobernar es adaptarse a las circunstancias”. Su sucesor la versionó hoy de este modo: “Han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas”.
En un día como éste, de novedades y opiniones al respecto, tal vez convenga darle a la actualidad un poco de perspectiva. De perspectiva reciente o de perspectiva más amplia. “Reciente” consiste en preguntarnos, por ejemplo, por qué ha cambiado todo tanto en un mes, el contraste, brutal, entre la intervención del presidente en la Monclo a el domingo siguiente al Eurogrupo que aprobó el crédito europeo a bancos españoles averiados (triunfalista) y ésta de hoy en el Congreso, a la que premeditadamente ha querido conferir Rajoy de un clima un poco dramático al explicar lo angustiosa que es nuestra situación financiera. Qué ha pasado para que el mismo gobierno, o el mismo país, que hace tres meses explicaba que la segunda reforma De Guindos iba a dejar como una patena el sector bancario, que habíamos metido en cintura a las comunidades autónomas eíbamos a cumplir el déficit sin problemas, tenga que emprender ahora un ajuste de 65.000 millones de euros de aquí al 2015 recurriendo, para hacerlo efectivo, a medidas de las que antes renegó. Una perspectiva más amplia nos llevaría a repasar lo que ido ocurriendo desde aquel mayo de 2010, cuando Zapatero subió a latribuna a anunciar recortes. ¿Saben cuál era el motivo de aquel pleno parlamentario? Dar cuenta de la reunión del Ecofin en la que se había aprobado el primer rescate a Grecia. El presidente empezó por ahí, por explicar cómo la zona euro se había puesto de acuerdo para acudir en auxilio de Grecia y defender el euro. Se acababa de crear el MEDE, el mecanismo de estabilidad, con 750.000 millones de euros aportados por los socios. lo que el presidente lo llamó “el cinturón de seguridad de la zona euro”. Y miren lo que dijo el gobierno de entonces:“Europa ha mostrado, así, su fortaleza y ha mostrado que sigue comprometida consigo misma como nuncaantes lo había estado”. No se diferencia nada de lo que dijeron los gobiernos europeos al término del últimoConsejo Europeo: “hemos reforzar Europa reforzando el euro”.
El “reforzamiento” tenía como objetivo rescatar a Grecia y meter caña a España para que recortara efectivamente su gasto público. El presidente lo llamó “acelerar en el programa de estabilidad”, es decir, en el recorte del déficit para cumplir con el 3% máximo en 2013. A aquel primer ajuste seguirían, en los meses siguientes, otros anuncios (reforma laboral, retraso de lajubilación, primeros préstamos públicos a los bancos), y unos cuantos momentos de alta tensión en losmercados -son varias las crisis del euro que hemos vivido en estos dos años y medio- que llevaron alpresidente a decir aquello de que “su marcapasos era la prima de riesgo” y a promover nada menos que una reforma express de la Constitución, el verano pasado, a instancias del Banco Central Europeo, el precio que hubo que pagar para que esa institución nos echara un cable en el mercado de la deuda. Se ha evitado laintervención total del país, a cambio de aceptar una tutela cada ves más amplia. Pese a lo cual, el efecto de los sucesivos planes de ajuste en los mercados ha sido siempre efímera. Muchas personas, muchos analistas,pensaron que nuestra capacidad para financiarnos normalmente se recuperaría cuando cambiara el signo delgobierno, en la errónea creencia que era de Zapatero de quien no se fiaban ni en los mercados ni en Bruselas -así ocurría, en efecto- cuando, en realidad, era de España de quien no se fiaban. Del país, del Estado, que es quien, al final, rinde cuentas. Desconfianza que permanece cuando el gobierno de Rajoy cumple ya seismeses en el poder. En los dos últimos años, y cada vez que ha habido tormenta en el mercado de la deudasoberana, la estabilidad sólo la hemos disfrutado cuando el BCE ha entrado a comprar, como ocurrió en noviembre y como volvió a ocurrir en enero.
El gobierno actual confiaba en que esa intervención del BCE volviera a producirse ahora. Y ésta ha sido su gran decepción. La gran batalla de Rajoy desde que asumió el cargo ha sido lograr que el Banco Central actuara como estabilizador de la deuda: en cuanto el interés que se nos pide supere un determinado umbral, que entra el BCE para mantenerlo a raya. Ha sido su gran batalla, en sintonía plena de Rubalcaba, y es la batallaque ha perdido. El jueves pasado Draghi tuvo la oportunidad de enviar algún mensaje en ese sentido e hizo locontrario. No nos van a ayudar en esa tarea. No, al menos, mientras no hagamos antes otras cosas. Y es aquí donde se produce esta conjunción -no precisamente planetaria- que ha empujado al señor Rajoy hasta la casilla del parchís en la que hoy se ha colocado para evitar que nos coman del todo: los mercados y nuestros socios europeos están reclamando a España una misma cosa, que aceleremos en el equilibrio de las cuentas,que le metamos un tajo al gasto público y un subidón a los ingresos del Estado. Tocando las partidas más “gordas” del presupuesto.
En realidad, la mayor enmienda que se ha acabado haciendo Rajoy a sí mismo no es la de subir impuestos o quitar deducciones, sino la de admitir que para que un recorte de gasto sea sustancial (y así sea visto por los mercados) debe afectar a las principales partidas del Presupuesto, a “lo gordo”. Cuando Zapatero congeló pensiones y recortó el sueldo de los funcionarios en 2010 no lo hizo porque no pudiera conseguir el mismo ahorro quitando de otras partidas -aquel fue el argumento del PP: recorte usted, pero de otros sitios, y por eso no le apoyo- sino porque le habían explicado, desde Bruselas, que si las medidas no afectan a “lo gordo” del Presupuesto, el efecto se diluye. El gasto total del Estado es de trescientos y pico mil millones de euros. De esos 300, 115 se lo llevan las pensiones, 30 la nómina de los funcionarios y otros 30 las prestaciones de desempleo. Estos son los números que manejan con soltura por ahí fuera. Y el IVA, que representa casi la tercera parte de los ingresos por impuestos.
Ahora que ya tenemos las medidas, lo que habrá que ver es si logran, para la financiación que necesitamos, los efectos que se buscan. Y ahí siempre hay que ser prudente porque ni la politica, ni la economia, ni las tertulias, se han revelado en estos dos años como una ciencia exacta. Entre mayo de 2010 y julio de 2012 hemos vivido otros plenos y otros consejos de ministros en los que se han anunciaron recortes y reformas con argumentos similares a los de ahora: quedarían erradicadas las incertidumbres y sentadas las bases para volver al crecimiento.
Los gobiernos se sienten obligados a decir, cuando piden -como ellos dicen- sacrificios, que éstos servirán para salir del hoyo: “¿Servirá de algo tanta estrechez?”, se preguntó esta mañana el presidente, y se respondió: “Mi respuesta es sí, no tengo ninguna duda”. Si alguna constatación cabe hacer,repasada la historia de estos años, es que ningún gobierno puede garantizar que sus acciones tengan las consecuencias que se supone deberían tener. Sólo cabe confiar en que alguna vez tendrá que terminar estebucle en el que llevamos dos años, de recortes-ajustes y, cada seis meses, otra entrega de agonía financiera. A ver si esta vez es la refinitiva, a ver si esta vez es la buena.