Nadie podrá recriminarle al presidente del gobierno en funciones que se ponga pedante, intenso, trascendente, cuando le preguntan los otros jefes de gobierno cuál es la situación política en España. Rajoy responde lo que respondería Rajoy: que esto es un lío. Uno tiene noventa escaños, otro 69, otro cuarenta, él ha sacado 123 y luego hay unos cuantos con siete u ocho. “Un lío enorme”, le dijo el presidente al primer ministro estonio, que es un treintañero liberal que se llama Taavi Roivas y gobierna en coalición con los socialdemócratas y un tercer partido de signo conservador, un tripartito. Visto así, viene a ser el modelo con el que soy sueña Rajoy: gobierno de tres partidos, conservadores, centristas y socialdemócratas, con él de presidente. Si Sánchez piensa a la portuguesa, Rajoy sigue pensando a la estonia.
Al presidente, en conversación informal con los otros jefes de gobierno en Bruselas, lo grabaron las cámaras de televisión, por eso hoy podemos comentar lo que les dijo. Al estonio, que esto es un lío enorme. Y a David Cameron, el otro dirigente europeo en el que quiso mirarse el PP cuando éste ganó las legislativas británicas con mayoría absoluta, lo que le dijo es que él cree que acabará habiendo otra vez elecciones en España. Con fecha incluida: el 26 de junio. Lo que revela que, a día de hoy, Rajoy está convencido de que Sánchez fracasará en su investidura —-las cuentas no le salen—- pero también, y esto igual es más interesante, que él mismo fracasará en la suya, caso de que al final lo intente. Incluso cabe interpretar, de esto que Rajoy le dijo a Cameron, que sabiendo que lo tiene perdido no se presentará a investidura alguna. Es verdad que hace diez días dijo lo contrario, que el PP estaba dispuesto a intentarlo, pero también lo es que la víspera de ir a ver al rey dijo que se presentaría y acabó diciéndole al monarca “pase, señor, de mi este cáliz”.
La investidura es un lío, David, o en inglés, un mess, un big, un enorme mess. Apúntate elecciones para junio. Mira, como el referéndum británico. Que ésta es la segunda noticia que salió de la charla anglo-española: Cameron va a celebrar el referéndum sobre la permanencia de su país en la Unión Europea el 23 de junio. Míster referendos, convocó el de la independencia en Escocia y prometió éste otro, el de la permanencia. “Un frívolo”, decían en Moncloa cuando el referéndum escocés, “un aventurero que nos va a crear problemas a todos”. Luego fueron las elecciones, se hundió el Partido Laborista, se desplomaron los liberaldemócratas del Rivera británico, Nick Clegg, y Cameron se convirtió en el gobernante más sólido de los veintiocho y la principal referencia conservadora —junto a Angela Merkel— en el tablero europeo.
De madrugada terminó la cumbre europea que ha terminado de peinar las nuevas condiciones en que el Reino Unido pertenecería a la Unión Europea, los cambios que reclamó Cameron para preguntar ahora a los británicos con expectativa de ganar el referéndum. Expectativa, que no garantía. Porque en junio puede pasar cualquier cosa.
Por eso le dijo el inglés a Rajoy que en la misma semana se puede decidir el futuro de la UE y el futuro de Rajoy en España. No dio para mucho más la conversación que mantuvieron. No preguntó Cameron, que es un amigo, qué clase de alineación astral se ha producido para que no dejen de salir casos de corrupción —o datos nuevos de corrupciones ya conocidas— que salpican al partido del gobierno.
—Oye, ¿es verdad que el Granados ése de verdad tenía dieciocho cuentas en Suiza?
—Ah, no sé, ése Granados era uno de Esperanza.
Se ha levantado, como sabrán, el secreto del sumario de la Púnica y gracias a eso sabemos que entre Granados, Marjaliza y sus señoras llegaron a tener dieciocho cuentas distintas en Suiza.
Que estos dos amigos, socios y comisionistas residentes en Valdemoro, sentían una atracción irreductible por el arte: compraron obras de Chillida, de Barceló, de Tapies. Les gustaban tanto, era tal su sensibilidad artistica, que las tenían todas escondidas en un almacén…adivinen dónde, ¡también en Suiza! Para qué blanquear a secas pudiendo invertir en cosas de colores.
• Que el chalet de Granados en Valdemoro se lo pagó un constructor. Lo normal, como usted sabe si alguna vez se ha hecho un chalet, es lo contrario, que sea usted el que pague al constructor, pero por eso usted está limpio y Granados lleva un año y medio ya de preventiva.
• Que el Canal de Isabel II, empresa pública, se hizo cargo de unos pagos al señor éste que se dedicaba a trastear en los foros de internet y las redes sociales para mejorar la imagen de sus clientes. Sólo que el cliente no era, en realidad, el canal de Isabel II. Los investigadores tienen el foco puesto, como venimos contando esta semana, en esta empresa pública, como instrumento para camuflar los pagos alegando servicios inexistentes.
• Y que, como habrán oído ya, la relación personal entre Granados y sus suegros era tan cordial, tan íntima y tan de confianza, que dejó a su cargo un maletín con un millon de euros en metálico. Bueno, igual no era tan de confianza porque el maletín tenía dos candados. ¡Dos! Uno por el suegro y otro por la suegra. En el altillo del armario del dormitorio. El suegro, que se llama Juan y es un bromista, ha explicado que él no sabe quién dejó allí esa maleta. Que pudo ser cualquiera, oiga, porque por allí han pasado lo mismo fontaneros que operarios de IKEA. ¡Eso no es un dormitorio, es un trasiego de obreros! ¿A quién no le ha pasado que venga el montador de muebles con sus llaves allen para apretar los tornillos stockholm y en lugar de caja (para las herramientas) traiga maletín (para la pasta), con dos candados. ¡Y te lo meta en el altillo, el tío canalla!
El suegro hace honor al yerno.