La pregunta de la mañana es si está de bajón también Pablo Iglesias. Si se ha enfriado. Si le ha entrado la pájara al líder de Podemos. TeleSur es una televisión pública financiada por varios gobiernos americanos —emite desde Caracas— que anunció para esta madrugada una entrevista con Iglesias en la que éste iba a hablar de su futuro. Suspense. Expectación. ¿Por qué? Porque en Podemos han estado pasando cosas estas últimas semanas, han reorganizado su cúpula tras la espantada de Monedero, han admitido errores en el tono y la actitud y han tenido que cubrir al propio Iglesias los días que éste se ha ausentado de la campaña. Él mismo ha contado que esto de andar de mítines cansa bastante y que el otro día salió a hacer deporte un rato y se descubrió a sí mismo asfixiado. De ahí el runrún. Ay que Pablo se nos viene abajo. La coleta flácida. El temor a que pierda punch quien sin duda es el líder carismático. El Confidencial anticipada anoche una interpretación de esta entrevista que decía: “Pablo Iglesias confiesa que ve peligrar su relevancia política tras las elecciones”. Y admite que hay que echar el resto en este año electoral porque la ventana de oportunidad llega hasta fin de año. Y porque PP y PSOE han aguantado.
Viendo la emisión de TeleSur esta noche es muy exagerado decir que Iglesias esté sugiriendo un posible abandono si las elecciones le son adversas. Lo que él dice es que si el escenario cambia y Podemos no ha llegado a la Moncloa, intuye que no tendrá un papel tan relevante como ahora. Entiéndase que él ahora se ve a sí mismo como líder del partido que más intención de voto ha ganado desde las europeas —-se ve líder de la oposición—- y sabe que las expectativas defraudadas pueden pasarle factura.
Pero lo interesante de la entrevista no es tanto eso como el reconocimiento de que ha tenido que cambiar de táctica. Al principio era el PP o nosotros, “polarizar con el PP”, en la terminología podémica. Iglesias pasaba olímpicamente de Pedro Sánchez, por ejemplo. El PSOE no existía salvo como sucursal del PP o filial de la casta. Y Ciudadanos aún existía menos. Ni media palabra le dedicó nunca PabloIglesias a Albert Rivera. Hasta ahora. Porque ahora ya reconoce que donde esperaba tener sólo un adversario, Rajoy, tiene tres: Rajoy, Sánchez, Rivera.
A cuatro días de las urnas, el pulso que se anunciaba en esta campaña —-partidos tradicionales frente a partidos nuevos—- ha acabado siendo el todos contra todos. Y de hecho, el duelo más intenso de estos últimos días es el que están librando los nuevos. Ciudadanos tratando de alcanzar a Podemos en expectativa electoral y Podemos intentando evitar que sus votantes potenciales (el sector más templado) acabe escogiendo a los de Albert Rivera. Atizarle al PP y el PSOE (anteriormente la casta) era un clásico en las intervenciones de Podemos. Pero lo novedoso en esta campaña son los viajes que le están dando a Ciudadanos. Errejón los llama ahora “los pijos; los pijos que intentan engañaros con sus banderas naranjas”, le dijo ayer a su parroquia en un mítin.
En esto —-sólo en esto—- se parecen hoy Podemos y el PP, en haber identificado en Ciudadanos a un rival peligroso. Y así como Podemos juega a asociar Ciudadanos al PP —la marca blanca, el mismo yogur con otro color—-, el PP juega a asociar Ciudadanos a Podemos —-los experimentos, las ventoleras, los aficionados—. Esta semana hemos oído al candidato de Podemos en Valencia calificar a Albert Rivera de “cantamañanas”.
Atención el domingo a la comunidad valenciana, tierra (escenario) de una de las batallas políticas más relevantes de estas elecciones. Veinte años después de que Zaplana ganara para el PP el gobierno autónomico (veinte años ininterrumpidos de gobierno popular), Fabra asume que la mayoría absoluta no está al alcance pero confía en seguir gobernando pacto mediante con Ciudadanos. Se espera tortazo del PP, aun ganando, pero se espera también tortazo del PSOE y perdiendo. Podemos se estrenaría como tercera fuerza, Ciudadanos cuarta y Compromís quinta.
Hombre, sabiendo cómo está de interesante la política valenciana, ya podía haber previsto el señor Clooney, George Clooney —-actor, director, productor y consumidor de Nespresso—- que alguna pregunta de política le caería estando en Valencia. Y más si vienes a promocionar una película que se llama “La tierra del mañana”. Qué menos que preguntarle cómo será el mañana de esta tierra. Clooney,que es muy activo en la política estadounidense —hombre de izquierdas— decepcionó a quienes esperaban que se mojara manifestando simpatías por uno o por otros. Cuando le preguntaron por la política española estuvo reservón y seguramente sincero: dijo que no tenía ni idea de en qué andamos. Pero vamos, que España sigue siendo muy bonita, como Grecia y como Italia, a pesar de haberlas pasado canutas. Y que tenemos que decidir qué futuro queremos, porque Clooney en esto siempre ha sido muy de Paul Krugman: menos austeridad y más inversión pública para remontar recesiones.
Estaba el personal tan atento por si pudiera extraerse de sus respuestas algún mensaje en clave que esta frase que dijo —“sólo los soñadores pueden cambiar el mundo; en nuestra mano está decidir un futuro distinto”—- dio pie a que algunos le dieran vueltas a lo que había querido decir —¿pide el voto para Compromís, está alentando quizá a Alberto Fabra, soñador que aún sueña con seguir gobernando?—-. La respuesta es no. Estaba pidiendo únicamente que vayamos al cine a ver su última película. La historia de una adolescente que, sin apenas pretenderlo, acaba cambiando el mundo.
Eso sí, la promoción de la película ha coincidido con la campaña electoral, Rita Barberá ha asistido a la proyección y Clooney se ha desecho en elogios a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. “Un lugar extraordinario”, dijo, “que infunde una gran esperanza”. La Ciudad de las artes de Calatrava es icono de la Valencia de hoy, es verdad, gran reclamo turístico, pero también es icono de una etapa política que ha ido quedando atrás, la de aquella comunidad autónoma pujante que estaba que lo tiraba y que firmaba contratos faraónicos de muy discutible retorno. La Valencia que fichaba a Calatrava, se traía la Formula 1 y adulaba a Urdangarín, todo ello al precio que hiciera falta. El Clooney que ha venido a Valencia no es el de “Buenas noches y buena suerte”, o el de “Los idus de marzo”. El Clooney que ha venido a Valencia es el de Disney.
Hoy la campaña electoral, en España, se juega principalmente entre cuatro.¡Los nuevos se desinflan!, quieren pensar los partidos de siempre. ¡A Iglesias le ha entrado la pájara! ¡Rivera está desbordado!El domingo veremos cuál es su fuerza verdadera. Pero habrá que ir recordando, preventivamente, al personal opinante que en las noches de escrutinio electoral —y hemos vivido en Onda Cero ya unas cuantas— los resultados que obtiene cada partido siempre los hemos comparado con los que obtuvo en las elecciones anteriores, no con los que iban a haber obtenido según decían las encuestas.
Hace apenas dos años, Ciudadanos era un partido circunscrito a Cataluña. Podemos ni siquiera era un partido. Si el domingo se confirman como la tercera y cuarta fuerza política de España rondando cada una de ellas el quince por ciento del voto emitido va a resultar muy difícil presentar eso como un fracaso.