Desde la sede de la Fundación BBVA, que entrega sus premios Fronteras del Conocimiento (la octava edición ya) emitimos hoy Más de uno dispuestos a hablar del origen de las galaxias, de cambio climático, de optogenética, de umbrales de pobreza y de teatro musical. Porque también en el campo artístico cabe la innovación tecnológica y la exploración de nuevos territorios.
Y así, además de aprender alguna cosa —-que nunca sobra— nos oxigenamos un poco y no estamos cada minuto del programa hablando de qué será de Sánchez, qué decisión tomará el PSOE, a quien le abrirá con su llave maestra la puerta del palacio de la Moncloa.
El secretario general del PSOE es perfectamente consciente de que si pierde la segunda plaza parlamentaria este domingo, en la misma noche electoral se estará cuestionando su continuidad al frente del partido. El Pedréxit, permanecer Pedro o salirse. No aspira a perpetuarse Sánchez, pero sí aspira a conseguir aún la presidencia con el apoyo de Podemos.
Es una hipótesis, pero no es hoy la más probable. A cinco días de las urnas lo previsible es que el primer grupo parlamentario lo lidere Rajoy (y aspire, esta vez sí, a la investidura) y que el segundo lo lidere Pablo Iglesias (y aspire, también, a ser investido presidente). En Podemos ya están con la labor de siembra argumental: cada voto vale lo mismo que otro voto y por eso la unidad de medida para ver quién debe ser el presidente, entre los partidos de izquierda, es ésa: el número de votos, no de escaños. Que significa que, si Podemos no acaba cambiando de criterio en esto, su candidato a la investidura será Iglesias y sólo Iglesias. Y le corresponderá al PSOE elegir bando.
Se levanta el telón y se ve a Sánchez. Hamletiano. Ser o no ser. Permanecer o irse. Maridarse con el PP o maridarse con Podemos. ¿Cómo se llama la película? El dilema diabólico. Que es a lo que se enfrenta el PSOE. Su comité federal, que en caso de perder las elecciones con Podemos quedará convertido en calavera. Decisiva, pero calavera.
Los socialistas no tiran la toalla. Ponen en marcha el calentón de última hora. La operación piticlín, pedir el voto llamando directamente a su casa a los votantes. Movilizar, movilizar. Oye, en Estados Unidos está permitido que le mismo día de las elecciones los partidos vayan a buscar al votante a casa y lo lleven en brazos hasta el colegio electoral. Fomentar la participación, se le llama.
Movilizando a los propios y desmovilizando a los ajenos sigue su campaña Rajoy. Presentándose como el paradigma de la moderación y animando sin disimulo al votante de Albert Rivera a que cambie de caballo y se pase al PP, con el viejo argumento del voto útil, no tire usted su voto a la papelera.
Rivera estuvo en La Brújula y dijo que, para utilidad, la suya. Se saben los dos socios que pactaron la única investidura que hubo —fracasada, pero hubo— banco de peces en el que intentan pescar los otros. El PP en Ciudadanos y Podemos en el PSOE. A partir de ahora ya sin encuestas públicas, pero con encuestas que todo el mundo acabará conociendo.
Y con entrevistas a los candidatos en el empeño, incansable, de conseguir que anticipen qué pasará a partir del lunes. Tiene razón Pedro Sánchez en el lamento que se hacía aquí: he hablado más de las encuestas que de las pensiones, dijo. Es verdad.Y le hemos preguntado mucho más por los pactos de después que por su programa electoral.
Pero tiene toda la lógica, y el candidato (todos los candidatos) lo saben. Porque los programas con los que concurren eran novedad hace seis meses, tuvieron una campaña entera para contárnoslos. Medio año después, los programas, lógicamente, no han cambiado. Incluso alguien tan dado a la evolución ideológica acelerada, como es Iglesias, alcanza a cambiar de programa de gobierno en tan poco tiempo.
Lo nuevo no es ni la política económica que receta el candidato ni sus planes sociales, lo nuevo será qué alianzas se fraguan para poder hacer posible un gobierno. Y ahí es el PSOE el que más preguntas tiene por responder por una sola razón: de él depende.