OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Algunos pronosticaron a Llarena como blando pero ha resultado ser quien colapsa al independentismo"

Puede ser uno. Pueden ser dos. Pueden ser tres. Pueden ser todos.

Los seis diputados independentistas imputados por rebelión (tres que lo siguen siendo y tres que renunciaron anoche a sus escaños), los seis acuden esta mañana al Tribunal Supremo sabiendo que es posible que alguno de ellos, o todos ellos, duerman esta noche en la cárcel.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 23.03.2018 07:42

Jordi Turull, Josep Rull, Raul Romeva. Carme Forcadell, Marta Rovira, Dolors Bassas.

Seis personajes a la espera de ver cómo continúa su papel.

Seis personas que hoy pueden terminar entre rejas.

La investigación judicial sobre el golpe a la legalidad democrática que protagonizó el gobierno de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, con la participación destacada de la presidenta del Parlament y de las asociaciones independentistas, llega hoy a puerto. Llarena, el juez del Supremo, da por completada esta primera fase, resume los hechos, pone en orden los indicios y fundamenta el juicio por rebelión que se habrá de celebrar en los meses venideros.

El delito más grave por el que serán juzgados es, en efecto, rebelión. Castigado con entre quince y veinticinco años de condena.

• Rebelión. El tipo delictivo que apreció el difunto fiscal general, José Manuel Maza.

• Rebelión. El delito que otros juristas niegan porque no ven acreditado que existiera violencia.

• Rebelión. El delito que, según aquellos finos analistas que tanto sabían de las intenciones del Tribunal Supremo cuando éste asumió la investigación, iba a quedar descartado en favor de la sedición. 'Como mucho, sedición', decían. Porque Llarena era un juez cauto, ponderado, que le había leído la cartilla al fiscal Maza y a la juez de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela. Cuántas cosas de las que se escribieron entonces causa embarazo leerlas ahora. Llarena el blando ha resultado ser Llarena el demoledor. El juez que hizo colapsar el independentismo.

El más grave de los delitos es la rebelión y el procesamiento alcanza a todos los que estuvieron en la primera línea de la arremetida. El juez ha ido achicando el espacio hasta llegar a este punto en el que nos encontramos hoy: todo el elenco de esto que se dio en llamar el procés queda incapacitado para liderar ya nada en Cataluña. El procés como tal queda desarbolado. Tronchado. Por la labor judicial y porque, fruto de esa labor, el bloque independentista también ha dejado ya de serlo. La CUP no sólo boicoteó ayer la investidura del candidato acordado por los otros dos grupos, Esquerra y el PDeCAT. La CUP ha dado por terminado el procés, ha roto con sus dos socios y ha resquebrajado el rodillo independentista.

El semblante que ayer tenían los diputados del PuigDeCat y de Esquerra era prueba evidente del fracaso que ayer sufrieron.

La investidura express pensada para poner en apuros al Supremo —este plan tan brillante que consistía en hacer presidente a Turull antes de su comparencia judicial para que acudiera al Supremo con banda de música y comitiva como nuevo presidente— el plan se fue al carajo. Lo tumbó la CUP. La misma organización que presumió de tirar a la basura a Artur Mas ha tirado a la basura ahora el plan de Junts per Cataluña. Ha tirado a la basura a Turull.

El capítulo de ayer del serial bien podría haberse titulado "El hundimiento".

Su protagonista accidental fue este actor secundario, Turull. El mismo que tras la aplicación del 155 aún bromeaba con los periodistas y presumía de que seguiría siendo consejero y portavoz del gobierno Puigdemont.

Luego Puigdemont voló, cual pájaro, y él se comió un mes de prisión.

Preventiva.

Quien ha pasado un mes en la cárcel ya sabe lo que es. Ya sabe el vértigo que se siente ante la perspectiva de regresar a la trena por tiempo indefinido.

Turull no era el líder carismático que sube a la tribuna a defender su programa de gobierno, triunfante, en el día más grande de su carrera.

Turull fue el candidato amortajado que subió a la tribuna derrotado.

Cumplió con el trámite de fingirse aspirante a la presidencia con un supuesto programa de gobierno.

Un programa falso que era una sucesión mortecina de enunciados.

Ni siquiera fue un discurso. Fue un relleno de una hora. Tocando el arpa.

Le habían pasado antes al discurso por el detector de reincidencias. Lo limpiaron de indicios de sedición y de desobediencia. Y lo caparon. Al discurso y al candidato. El antiguo independentista desafiante y descarado era ayer una sombra. Un tipo que leía su rollo sin atreverse a levantar apenas la mirada. Un fraile recitando salmos. Un gatito escaldado.

Su tocho denso y narcotizante alimentó el ambiente funerario.

No era investidura sino velatorio.

Por el plan naufragado. Por los diputados que dejarán de serlo. Por el procés. Por el rodillo. Por la tripleta independentista. Porque la CUP la ha reventado.

El bloque independentista ya no es tan bloque. La CUP se pasa a la oposición sin esperar a que haya un gobierno al que oponerse.

No hay presidente. No hay bloque indepe. No hay gobierno. No hay horizonte.

Lo que hay es vértigo carcelario. Lo que hay es desconcierto. Hay hundimiento.

Es ahora cuando aquellos que tan desinhibidos se mostraban en otro tiempo lamentan haber calculado tan mal el riesgo que asumían al embestir contra la Constitución y las instituciones del Estado.

Aquellos que pensaron que esto sería siempre el juego aquel de a ver quién es más listo. A ver cómo me salgo con la mía.

A ver cómo te la juego.

Quién es más astuto que el otro. ¿Se acuerdan? La astucia de la que presumía Artur Mas y, a sus órdenes, la corte del rey Arturo.

Ahora entienden que nunca fue un juego.

Y que si lo fue, lo tenían perdido.

Incluso cuando parecía que ganaban, estaban haciendo méritos para acabar perdiendo.