MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Carlos Alsina: "Era un día normal hasta que un atracador lo convirtió en el último"

Les voy a decir una cosa.

Era una mañana normal. O parecía una mañana normal. Porque llegada la hora de comer todo el barrio iba a comprobar hasta qué punto no lo era. Parecía una jornada más para Vanesa, agente de la policía nacional en Vigo.

ondacero.es

Madrid | 28.11.2014 20:14

Ocho horas de trabajo al término de las cuales regresaría a casa a dejar de echar de menos a su niño de pocos meses: hace sólo unos días se reincorporó ella al trabajo tras la baja de maternidad. Hoy habría sido un día más. De no ser porque un atracador armado, abriendo fuego contra Vanesa y su compañero el subinspector de policía, convirtió este día, para ella, en el último.

Acostumbramos a decir, cuando un suceso nos recuerda situaciones que hemos visto en el cine, que es una noticia, o una historia, “propia de una película”. En realidad, es al revés. Son las películas las que a menudo copian situaciones reales para recrearlas en el cine, con actores que interpretan a atracadores de banco, con actrices que encarnan a oficiales de policía.

Cada día salimos de casa creyendo que sabemos cómo a discurrir nuestra jornada. Creyendo saber que será un día parecido al anterior. Pensando qué haremos al terminar la jornada laboral, qué vas a preparas de cena, a quién le toca recoger esta tarde a los niños. Y de pronto aparece ese elemento imprevisto que nos recuerda que creemos saber pero que no sabemos. Ese “algo” inesperado, imprevisto, que lo cambia todo; esa llamada para contarte que acaba de pasar algo que va a marcarte para siempre; la llamada que te informa de que un tipo ha matado a Vanesa en la calle.

Calle doctor Carracido, en el barrio del Calvario de Vigo. Dos patrullas de la policía nacional acuden hasta la sucursal de Abanca –-lo que antes era NovaGalicia— alertadas por la llamada que ha hecho un empleado. “091: un individuo armado está atracando nuestro banco”. A esa hora (dos de la tarde) ya no hay clientes en la oficina, sólo los cuatro trabajadores. Cuando los dos primeros policías llegan al sitio, el atracador está saliendo de la sucursal con la subdirectora como rehén y escudo humano. Abre fuego contra los dos agentes. Diez o quince disparos, cuentan los testigos. A Vanesa le alcanza una bala en el pecho. No lleva chaleco. Su compañero, Víctor, cae también herido. Es una segunda pareja de agentes la que increpa unos metros más allá al atracador para que se detenga. Intercambian disparos y esta vez es el delincuente el que cae.

El atracador, de quien no se ha facilitado aún ni identidad ni circunstancias personales, fallece en ese mismo lugar. A los dos agentes de policía heridos da tiempo a subirlos a una ambulancia y llevárselos de urgencia al Meixoeiro, donde a esta hora Víctor sigue peleando por su vida –tiene cinco heridas de bala- y donde se certificó la muerte en el quirófano de Vanesa, 36 años y madre de un crío,

Todo pasó en unos pocos minutos y en unos pocos metros cuadrados, la sucursal bancaria, la acera, el asfalto. La presencia de hombres uniformados, durante toda esta tarde, junto a profesionales que llevan el mono de plástico blanco que identifica a la policía científica, indicaba a los peatones ---la cinta que acordona la zona, los triángulos amarillos que señalan las posibles pruebas (casquillos, muchos casquillos)--- que algo grave había sucedido. Vecinos que lo escucharon todo comentaban lo diferentes que suenan los disparos reales de los tiros de película. Más cortos, más secos estos de verdad. Más parecido a una sucesión interminable de petardos.

Parecía un viernes normal en el Calvario. Doctor Carracido, la sucursal de la caja que ahora se llama Abanca. Terminaban de recoger sus cosas los empleados de la oficina, comentando, quién sabe, sus planes para el fin de semana, cuando apareció el atracador, la braga y el gorro, ocultando el rostro y exhibiendo el arma. La mujer a la que usó como parapeto permanece hospitalizada, también herida (parece que leve) y recuperándose del shock emocional, del trago, por el que ha tenido que pasar hace sólo seis horas. Ella y sus tres compañeros. Protagonistas, sin haberlo buscado, de un suceso de estos que llamamos “de película”. Es al revés. Son las películas las que copian jornadas como ésta de hoy para convertir en ficción una realidad que algún habrán de contarle, cuando esté en condiciones de entender cómo fue hoy, a este crío que, en Vigo, se ha quedado hoy sin madre.