El hatajo éste de conspiradores canosos que anda saboteándole a Sánchez el reluciente proyecto progresista será muy inteligente, tendrá mucha experiencia política y muchas lecturas, pero como organizador de un complot es francamente mejorable. ¡Es un complot!, dijeron en la Moncloa hace dos semanas, según contó 'El Mundo', cuando salieron un día Felipe González y el otro, Alfonso Guerra, a impugnar la amnistía, cuestionar el proyecto de gobierno de Sánchez y refutar que a un tipo como Puigdemont pueda considerársele parte de la llamada mayoría progresista. Progresista, ¿de qué? Derecha supremacista dijo aquí el viernes Elena Valenciano. Que aunque nadie la haya llamado dinosaurio ni vieja gloria seguro que está también en la conspiración.
¡Es un complot!, dicen que se dijo en la Moncloa. Pues para ser un complot, andan los conjurados actuando a plena luz del día. Dan entrevistas en la radio, escriben artículos en prensa, se dejan ver juntos en homenajes a políticos jubilados y, en el colmo de la chapuza conspirativa, asisten a la presentación de un libro escrito por uno de los líderes de la asonada y presentado por el otro. ¡Pero qué filfa de complot es éste, vamos a ver! Señores conspiradores ---y señora, o señoras, que le leí a Matilde Fernández una declaración también medio crítica---, señores conspiradores, sin ánimo de cuestionar su destreza para la conjura, un complot se urde en la oscuridad, en la intimidad de un reservado, se rehúyen los focos, no se dan pistas (por amor de Dios, ¡no se dan pistas!), se trama la sublevación sin que el destinatario de la misma lo advierta. Y cuando el complot está maduro, ¡efecto sorpresa! ¡Qué efecto sorpresa va a haber si envían ustedes invitaciones para el Ateneo y proclaman allí, a los cuatro vientos, sus planes! Qué chapuza, confabulados, qué chapuza. Y encima se lo toman ustedes a broma.
La guasa como arma de refutación masiva. En esto Alfonso Guerra ---hay que admitirlo--- tiene un currículum difícil de superar. Guerra es el autor que ayer presentaba libro. Y Felipe, el invitado principal. De antiguos colegas de la política estaban: Javier Fernández, Redondo Terreros, Rodríguez Ibarra, Tomás Gómez. Y de la actual dirección del PSOE estaba… estaba… no, no estaba. Estaba nadie. Normal, si se huelen el complot no van a hacer el canelo (como diría Sémper) de meterse sin querer ellos también en la conspiración.
A Felipe González lo criticó el otro día Luis Yáñez ---compañero del alma, compañero--- por dejarse entregar un premio por Juanma Moreno y el nuevo alcalde de Sevilla, que es del PP. Acude a foros de derechas, desleal, le dijo y cosas así. El artículo fue muy celebrado, y redifundido, por el entorno de Zapatero. Anoche González dio la réplica a Yáñez sin nombrarle. Y puso el acento en el porqué ni en Andalucía ni en Sevilla gobierna ya el PSOE.
Bajo la cobija de Page o no sé dónde vamos a ir. Puede que ésta fuera la frase de la noche. Page, por cierto, también es del PSOE. No es que se hayan cambiado todos de partido. En fin. Que hay un complot, dicen en la Moncloa. Y una rebelión en marcha. Y no sé cuántas cosas más, chatarra retórica para mantener distraído al respetable. Guerra se describió a sí mismo como colgado de la brocha, porque siempre coincide con Sánchez en sus diagnósticos, y los defiende a muerte, pero luego va Sánchez y cambia de criterio. Que si gobernar con Podemos, que si los indultos, que si el procés.
Sánchez ya está abonando su caminito de baldosas amarillas
Es oportuno esto que recordó ayer Alfonso Guerra porque casi a la misma hora estaba Sánchez predicando ante los periodistas en Nueva York la buenanueva de su próximo Gobierno (aún más progresista que el de ahora) y el Nuevo Testamento de la impunidad en la política. Aún no llega tan lejos el presidente, claro que no, ni a la impunidad le llama impunidad ni pronuncia la palabra amnistía. Pero ya está abonando su caminito de baldosas amarillas. Entone su nuevo salmo favorito, presidente. La desjudicialización.
Una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial. Hombre, igual lo suyo es formularlo al revés ¿no? Una frustración política nunca debió derivar en acciones delictivas. Quiero decir que lo que trajo como consecuencia la acción judicial fue la comisión previa de varios delitos por parte de los gobernantes independentistas. Frustrados porque Rajoy no tragó con hacer la vista gorda a un referéndum de autodeterminación. Si uno dice: la frustración en política nunca debe conducir a cometer graves delitos está poniendo la carga de la culpa en quien delinque. Si uno, por el contrario, lo que dice es entonces pone la carga, y la culpa, no en quien delinquió sino en quien se querelló contra los delincuentes en defensa de los intereses de la sociedad española, o sea, el fiscal general. Pregunta obligada al presidente: cuando un gobernante autonómico viola la ley, ¿qué ha de hacer la fiscalía, según usted, hacerse la loca? ¿Porque el delincuente alega razones políticas? ¿Y porque le vota mucha gente?
Ya sabemos que si pones una detrás de otra todas las opiniones que ha vertido el presidente en seis años sobre el procés te sale una empanada rellena de contradicciones. Pero es que él sostiene que siempre ha dicho que no debió haber acción judicial. ¿No debió haber acción judicial cuando usted mismo describía lo ocurrido como un delito de rebelión como la copa de un pino? Sánchez en 2017, toma primera.
Lógicamente lo es. No el referéndum, ni la proclamación de la independencia. Eso, además. Era una rebelión de libro lo de septiembre en el Parlament: las falsas leyes del rodillo independentista. Era un delito de rebelión, ¿pero no debía perseguirse? Sánchez en 2017, toma segunda.
Es natural sentirse como Alfonso Guerra
¡Que rindan cuentas judiciales! Ah, pero yo siempre he estado en contra de judicializar, eh. Es natural sentirse como Alfonso Guerra.
Que todo es al revés de como era porque se cambia mucho de opinión. Mentir, no. Mentir, nunca se miente. Bueno, Feijoo, sí. Pero Sánchez, no. Que además el presidente tiene un plan. Da por hecho que gobernará cuatro años más y concreta sus intenciones en esta receta.
El progreso lo hablará con los agentes sociales. La convivencia, con los actores territoriales, entiéndase, el independentismo catalán y vasco. Y ya. Dices: ¿y con la mitad de la sociedad que no comparte tus alianzas, tienes intención de hablar de algo? No digo yo que Garamendi no sea una figura esencial para el progreso de los españoles, pero es que hay 171 diputados en la derecha del Parlamento que a once millones de ciudadanos. En el discurso del presidente, y en sus planes, esta parte de la sociedad no parece que cuente.
Gran verdad, en efecto. Ahora les santifican quienes en otro tiempo les combatieron. Lo que pasa es que eso mismo puede aplicarse a la dirección actual del PSOE, pero al revés. Los mismos que en otros tiempos subían a los altares a Felipe y a Guerra, oh, capitanes nuestros capitanes, nuestros padres fundadores, ahora los combaten porque andan en un complot, los tíos conspiradores. Un complot transmitido en Youtube por el canal del Ateneo madrileño. Se habrá visto. A cualquier cosa le llaman ya conjura.