El hombre, que ha hecho de la promesa de un referéndum el programa de gobierno más sintético (o canijo) de la historia de los programas de gobierno, mira el Times de Nueva York y ve en primera página Crimea, la diplomacia rusa y norteamericana debatiendo sobre el hecho diferencial de la república autónoma y su condición de elemento clave para la estabilidad europea; mira la CNN y ahí está, Crimea, los funcionarios de la junta electoral repasando el censo, un joven que muestra un taco de papeles donde están escritas las dos preguntas, ay qué subidón, míralas, míralas, las papeletas de la consulta popular, y otra vez el lamento envuelto sus suspiros, "ay, quién fuera crimeo este domingo".
A Artur Mas, que habla inglés y francés, que tiene presentes a los medios internacionales cuando hace discursos y dice Catalonia, que ha hecho de la promesa de referéndum el programa de gobierno más corto de la historia de la corta historia de sus programas, se le llevan los demonios estos días viendo a los dirigentes de Europa a los que él se molestó en enviar un libro promocional de su revisión histórica junto a una carta de amor autodeterminante hablando a todas horas de Crimea, de Kosovo y de esta consulta popular que el gobierno autónomo de la península ha montado en un pis pas, sin darle ni media vuelta a la pregunta que piensa hacer a los ciudadanos e importándole un pimiento ucraniano que al gobierno de Kiev (y al de Bruselas, y al de Washington) le parezca una ilegalidad de bulto.
"Qué audaz este Aksaniov", se dice, "protegido de Putin y devoto practicante de su doctrina de hechos consumados". Primero fueron los escoceses los que eclipsaron el interés europeo por la aventura independentista catalana ---espabilados los escoceses, que se aprovechan de que ellos sí fueron nación independiente con corona propia, estas menudencias históricas--- y ahora son los crimeos los que desbancan en atención a cualquier otra ambición secesionista. A ver, en Crimea quien diseña el camino de salida es Putin (palabras mayores) y la fuerza militar no está para garantizar la integridad territorial sino para garantizar que se resquebraje.
Ayuno de atención internacional, incluso nacional, hacia su consulta, ensaya Artur Mas fórmulas nuevas para abrirse hueco. Si al crimeo le está funcionando el lenguaje rambo ---"hemos tenido que acelerarlo todo antes de que los golpistas de Kiev vengan a matarnos a todos"---, él prueba a hacerse también el bravo. "Sacaré las urnas a la calle y movilizaré a los mossos de esquadra", dice, como quien anuncia el estado de emergencia en forma de invasión de metacrilato. Ni así. Todo lo que ha conseguido es que el nuevo presidente de los obispos, Blazquez, se ofrezca a rezar por él, para que vea la luz. A Europa, en estas próximas semanas, sólo le interesa Crimea.
No tanto lo que pase este domingo, que está cantado el triunfo de la rusomanía, sin lo que pase a partir del lunes: ¿se empiezan a comportar las instituciones de la península como una provincia más de Rusia o como si fuera un nuevo estado independiente? ¿El ejército de Ucrania pasa a ser considerado extranjero y amenazante? Esta guardia nacional que se ha inventado ahora el gobierno ucraniano reconvirtiendo a las autodefensas del Maidán en grupo paramilitar complementario del Ejército, ¿qué misión va a tener encomendada, de dónde salen tantas armas, quién las controla? Y sobre todo ---y ahí se abre paso ya la incertidumbre---, ¿se para aquí la iniciativa rusa (con Crimea le basta a Putin) o hay más territorios secesionistas en cartera? ¿Ha empezado ya esa operación en el Donbás? Las escaladas militares las carga el diablo. Putin le ha cogido gusto a exhibir músculo bajo la coartada de “maniobras de entrenamiento”. Este señor que se llamó Albert Einstein y que nació tal día como hoy de hace 135 años dijo una vez que él no sabía cómo sería la III Guerra Mundial, pero sí cómo sería la cuarta: a base de palos y de piedras. Ésa es la impresión que dejó la Segunda Gran Guerra y el desarrollo de las armas nucleares.
Claro que a Einstein le pasa un poco lo que a Confucio: que se le atribuyen tantas frases y tan huérfanas de contexto que es posible que no dijera no la mitad de las cosas que se dice que dijo. Una de sus más celebradas afirmaciones (hablamos del padre de la teoría de la relatividad general) fue ésta: “La cosa más difícil de comprenden de cuantas existen en el mundo es...el impuesto de la renta”. Obviamente Einstein no alcanzó a prever la exuberancia abrumadora que alcanzaría a tener en casi todas partes --la España autonómica, por ejemplo-- el maravilloso mundo de los tributos. Después de entregarle ayer el Quijote (444 folios) al ministro del ramo, los expertos que han dado a luz las más de cien recomendaciones para mejorar la recaudación han tenido a bien esta tarde explicar a los periodistas algunas de sus recetas.
A saber, que los siete tramos de IRPF se queden en cuatro, porque a menos tramos más fácil es saber cuál le corresponde a uno aunque su renta se incremente ligeramente de un año para otro. Que tipo mínimo se baje al 20 % (o en torno al 20) y el máximo se baje del 52 % actual a no más del 50 % (tesis del profesor Lagares: no parece justo que el Estado se quede con más dinero de mi renta que yo mismo; tesis adicional: en Europa la media es del 45 %). Impuesto de sociedades: bajar el tipo del 30 al 25 % y eliminar prácticamente todas las deducciones actuales (hay compañías que están pagando un tipo real del 10 %).
Rebaja de cotizaciones sociales para abaratar la creación de empleo y subida del IVA –-o cambio de tipo de algunos productos--: lo que se llama devaluación fiscal, baja el coste de producción y mejoran las exportaciones. Y la consideración del bien inmobiliario (la vivienda) como ahorro y, por tanto, parte de nuestra renta. Del mismo modo que se incluye en el IRPF lo que aumenta nuestro ahorro (el depósito del banco) que se incluya esta otra forma de ahorro que es la inversión en una casa. Como el propio Lagares admitió esta tarde, esta idea (y la sugerencia de que se vaya estudiando un impuesto sobre el vino) son las que menos posibilidades tienen de ser aplicadas por el gobierno.
Hoy ha dicho la vicepresidenta Sáenz de Santamaría: lo que hemos querido es abrir un debate sobre los impuestos. Interesante, porque nada más abrirlo, el gobierno ya lo está cerrando. O acotando. ¿Esto de tributar en el IRPF por la vivienda habitual que dicen los expertos? Ah no, dice el gobierno, por aquí no vamos a pasar: ésta idea ya me la van tachando. Y aún más interesante que no sienta la obligación de explicar por qué descarta de plano medidas que a los expertísimos fiscalistas les parecen razonables. Eres tú quien ha colgado el cartel de máximos expertos españoles en fiscalidad a estos señores. Eres tú quien les ha pedido que te diseñen una reforma en el entendido de que lo que ellos planteen será lo más acertado desde el punto de vista técnico.
Pero también eres tú quien ahora dice: uy, esto que ponen en la página 164, nada nada, implanteable. Hombre, al menos tómate la molestia de explicar por qué. Por qué unas recomendaciones sí y otras no. Por qué te interesaba vivamente que plasmaran en un papel las recetas que tú ya intuías que te iban a hacer para poder colgarte ahora la medalla de abrazar las que tienen mejor venta política y descartar las que no la tienen. El gobirno nos defiende de algunas de las propuestas que hace su grupo de consultores. Gracias por salvar nuestra vivienda de la zarpa. No sólo habremos de estar agradecidos porque nos bajen los impuestos que antes nos subieron, también habremos de estarlo por defendernos con uñas y dientes de sus expertos.