La esperada reunión del Eurogrupo se ha ido aplazando hora tras hora esta tarde –ha empezado después de las siete- mientras, en la trastienda y a golpe de teléfono, ministros y primeros ministros cruzaban opiniones y propuestas. El tirasoga continúa a esta hora en la idea de que hay algo parecido a un borrador de acuerdo alcanzado por Alemania y Grecia que tiene que ser bendecido ahora por los demás. El griego Varoufakis y el alemán Schauble han estado tirando cada uno de un extremo de la cuerda. Los demás andan moviéndose.
Luis de Guindos, el español, ha formado con el holandés la pareja de refuerzo más activa del ministro alemán: si Grecia quiere financiación, que trague. El francés, el italiano, sin llegar a pasarse al otro lado intentan que el alemán afloje. Y el presidente de la comisión, Juncker, intenta salvar su propia cara demostrando que se presidente significa algo. Ha jugado estos días la baza conciliadora sumándose al discurso Syriza sobre la indignidad de la troika y celebrando como gran paso adelante cada pequeño paso atrás que ha ido dando el gobierno griego. Justo por eso, y porque en Berlín han pasado (hasta hoy) olímpicamente de la sensibilidad junckeriana se está jugando el luxemburgués su autoridad y su predicamento.
¿Está desempañando cada uno el papel que previamente le han asignado? ¿Encarnan Merkel y Juncker la recurrente pareja del poli bueno poli malo? Podría ser. Pero a primera hora de esta tarde cundió una cierta inquietud por si la sobreactuación no fuera tal y acabara produciéndose esta noche un choque de trenes.
El tono del recién llegado Tsipras anunciando, nada más empezar a gobernar, que la troika se la pueden meter por donde puedan, que va a contratar funcionarios, que no subirá el IVA, que para todas las privatizaciones en marcha y que si a Europa no le gusta su política es problema de Europa (porque la patria griega no se pliega ante nadie) ha escocido a todos los demás gobiernos del euro, unidos de forma inusual en bloque monolítico el lunes en la reunión más corta de la historia reciente del Eurogrupo. Que todos, por tanto, estaban deseosos a bajarle los humos a Syriza parece obvio. Que una vez que Syriza ha amansando su actitud y ha aceptado pedir la prórroga hubiera que seguir apretando para que Varoufakis muerda el polvo, esto ya no lo ven nada claro ni gobiernos tan relevantes como el francés o el italiano ni la propia comisión que lidera el muy político Jean Claude Juncker.
Esta mañana dijo: “ojo, que no es seguro que esto acabe bien”. Está tan extendida la idea de que en Bruselas se ejecuta un paripé (un tirasoga pactado) del que saldrá un acuerdo porque no puede acabar de otra forma, está tan arraigada esa percepción que ha creído necesario la comisión salir a inquietar un poco. “No tensemos más la cuerda”, se escucha hoy en Bruselas, “que estamos jugando con fuego”. Éste era esta tarde el riesgo: que el juego de la soga acabara siendo algo así como el juego del ahorcado: como no completas la frase que se te pide, Varoufakis, terminas colgado. Aunque a la reunión que se celebra ahora han sido convocados los ministros de Finanzas, son los primeros ministros los que siguen trasteando en la banda.
Con Renzi, el italiano, sugiriendo que Tsipras se comprometa a acelerar alguna de las reformas pendientes para satisfacer las exigencias alemanas; con Hollande, el francés, repitiendo cada minuto que Grecia ha de seguir en el euro; con Merkel en la mente de todos como última encargada de dar el plácet a un posible acuerdo y con Tsipras pìdiendo consejo europeo extraordinario en caso de que a última hora se frustre la fumata.