Poniendo cara de verdaderamente enfadados (ceño fruncido, puños prietos, poniendo morros), Merkel, Hollande, Hollande, Merkel -el consejo lo integran 28, pero al final, estos dos son los que marcan el paso-han reprobado el feo comportamiento de la agencia de seguridad norteamericana al tratarles como si fueran unos extranjeros cualesquiera, es decir, con licencia estadounidense para ser espiados. Más pinchado que un acerico tenía el móvil la señora Merkel, como diría Sira Quiroga, o sea, una costurera.
Pinchado el de Merkel y el de todos los demás, según se ha ido sabiendo, españoles incluidos. Se sabe que los tenían controlados, lo que no se sabe es qué decían en esas conversaciones. Que esto es lo que ha salvado la cumbre europea de hoy, porque si hubiera trascendido lo que cada primer ministro decía por teléfono de los otros, es probable que la Unión Europea se hubiera terminado hoy mismo. En la intimidad de sus conversaciones privadas es cuando los jefes de gobierno aparcan la ortodoxia de sus valoraciones sobre lo que hacen y dicen sus colegas y dan rienda suelta a la crítica descarnada y a la broma hiriente.
El único caso conocido de primer ministro que lo hacía al revés, es decir, que era en público donde hacía bromas hirientes sobre los demás, fue Silvio Berlusconi, de quien pueden imaginarse la opinión que tenían los demás y que vertían en mensajes de texto nada cifrados.
No consta que entre los espiados haya estado el presidente Rajoy, que, por lo que se sabe, es menos adicto al móvil (menos de estar enviando todo el tiempo mensajes o haciendo llamadas) que otros jefes de gobierno, que algunos colaboradores suyos o que su antecesor en el cargo, el señor Rodríguez Zapatero. Si le preguntas a Bárcenas, por ejemplo, te dirá que él hubiera deseado que Rajoy se prodigara más en las comunicaciones porque así habría tenido más munición.
De Rubalcaba lo que se sabe es que tiene un móvil de la época de Atapuerca pero al que le da uso con cierta intensidad, tanto para hacer llamadas como para recibirlas. Y aunque las relaciones entre el PSOE y el PP estén rotas (oficialmente) desde el mes de julio -desde que se publicaron los sms de Bárcenas precisamente- no hay que ser ni Obama para saber que los dos líderes principales han seguido hablando. Nadie se creía que en todos estos meses Rubalcaba y Rajoy no hubieran cruzado ni media palabra, ni un mensajito de texto, ni una llamada aunque fuera cortita, y de noche, de la que sentirse culpables ambos.
- Sé que no debería llamarte porque tenemos las relaciones rotas, pero...
- No te apures, yo también lo sé, pero una golondrina no hace verano...
En la intimidad de la privacidad telefónica -con los americanos al otro lado de la línea puestos en plan “La vida de los otros”-, los líderes de PSOE y PP habrán hablado, seguro, de la cadera del Rey, por ejemplo, de ETA y la política penitenciaria, por ejemplo, y de la situación política en Cataluña. Siendo los dos personas responsables, sería irresponsable que no lo hubieran hecho.
- Cuelga tú.
- No, cuelga tú.
- Venga, no seas tonto.
Lo que ahora están ultimando ambas partes es cómo escenificar el restablecimiento formal de esas relaciones. Lo que en la jerga de la crónica social llamaríamos “hacer público lo suyo”. La razón que se alegará (y bien alegada estará) es, precisamente, Cataluña: el referéndum que Artur Mas mantiene que convocará y del que tiene dicho que anunciará fecha y pregunta antes de que termine el año.
Hoy ha estado Rubalcaba en el Palau de la Generalitat para explicarle al president la propuesta del Partido Socialista -entiéndase del Partido Socialista Obrero Español, ligeramente diferente a la del PSC porque la del PSOE no incluye consulta popular sobre la independencia-. Rubalcaba lo que propone, como es sabido, es estado federal con reconocimiento a la singularidad catalana, y como eso obliga a reformar la Constitución a fondo, referéndum, sí, pero no sobre independencia sino para ratificar ese cambio constitucional, es decir, referéndum, sí, pero sobre la Constitución y en toda España.
A Artur Mas ha debido de agradarle que acudiera el secretario general del PSOE a comunicárselo personalmente porque dice haber percibido, en esta propuesta que ya se conocía, “cambios” que le hacen pensar “que empieza a construirse un consenso sobre el diagnóstico de la cuestión catalana”. Eso ha dicho el portavoz del gobierno autonómico, que hasta hace cuatro días la cuestión catalana no se consideraba ni siquiera un tema. Ahí igual ha exagerado un poco, porque si ha habido un asunto recurrente en la crónica política de nuestro país estos últimos años, ése ha sido la cuestión catalana.
Desde los tiempos de Maragall (Pasqual) al frente del primer tripartito, pasando por el debate del Estatut en los dos parlamentos, el referéndum, el Constitucional, las manifestaciones, el cambio de gobierno y las elecciones anticipadas del pasado año. Lo novedoso no es que el PSOE esté abierto a modificar la Constitución para que Cataluña “se sienta más cómoda” -por emplear el lenguaje de Rubalcaba- en España; lo novedoso sería que a Artur Mas le sirviera esa reforma constitucional votada en urnas como solución satisfactoria, porque no es un estado federal lo que él ha venido defendiendo y porque no es una votación de todos los españoles (catalanes incluidos) lo que ha venido reclamando, sino una votación de lo que llama “el pueblo catalán”. Lo mismo que reclama Esquerra.
Rubalcaba quiere jugar, en todo caso, el papel de buscador de soluciones en un contexto de bloqueo (o aparente bloqueo) entre el gobierno autonómico y el gobierno central. Emerger, y rentabilizar políticamente, una suerte de función mediadora. Presentarse como estadista mientras Carme Chacón se deja ver con Tomás Gómez para reclamar su derecho a decidir al secretario general del PSOE en primarias y cuanto antes. Ellos no hace falta que hicieran público lo suyo. Ya era un clamor.