OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Dos no se entienden si uno no se fía y el otro, tampoco"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de 'Más de uno' sobre la tensa relación que mantienen Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en la que ninguno de los dos se fía de las intenciones del otro.

Carlos Alsina

Madrid | 18.12.2023 08:27

Buen día para el equipo de este programa, que amanece hoy disfrutando del cielo despejado que se anuncia para todo el día en la margen izquierda de la ría de Bilbao. Es decir, de la jornada luminosa, aunque sea fría, que estamos iniciando en Muskiz, con cinco grados a esta hora que serán doce a mediodía. Muskiz es, hoy, la capital de la energía y de la innovación en combustibles que no dejen huella de carbono. Porque para eso estamos esta mañana en Petronor, que en Muskiz no sólo tiene su sede principal, tiene una casi casi una ciudad dedicada desde hace cincuenta años a producir, a invertir y a actualizarse en tecnologías de producción de energías cada vez más descarbonizadas.

Si tiene usted interés en saber qué es un electrolizador, para qué se usa, qué es el hidrógeno renovable, cómo hacemos para llevar el hidrógeno que se produzca aquí hasta Amsterdam, por ejemplo, o cómo se consigue que una factoría como ésta nunca pare aunque a la vez esté transformándose a sí misma (los tiempos cambian), esta mañana tendremos ocasión de hablar de todo ello. Desde Petronor, y a la vera del castillo de Muñatones que, ahí donde lo ve, va camino de cumplir seiscientos años, patrimonio de esta ciudad, y que debe su ubicación a que, en tiempos, aquí había puerto fluvial. No cabían petroleros por el río Barbadún, o Mercadillo, pero sí subían los barcos desde Pobeña y se llegaban hasta aquí por el Cotorrio para bajar el mineral con el que hacían fortuna los Salazar de Muñatones. Hoy emitimos desde la cuenca minera de Vizcaya.

Y desde aquí les vamos a ir contando cómo empieza informativamente la penúltima semana del año. El lunes que viene es Navidad y al siguiente, Año Nuevo. Y como quiera que el espíritu de la Navidad se ha hecho carne en Puigdemont, está el hombre confiado en recibir un christmas de su nuevo mejor amigo, el presidente Sánchez, en el que no sólo le desee felices pascua sino que le adjunte la dirección, la fecha y la hora para su cita. La kedada por la que suspira Puigdemont porque, para él, sentarse con el presidente del Gobierno de España al que él personalísimamente ha elegido y poder ser tratado como presidente en el exilio de la República Catalana que nunca existió hay que entender que es algo más que un regalo de reyes, es el sueño de cualquier visionario independentista.

Sánchez quiere foto con Feijóo y no quiere foto con Puigdemont

Se está produciendo estos días la paradoja de que Sánchez se resiste a ser visto en público con su colega Puigdemont y prefiere ser visto con su némesis, el adversario de quien no se le ha escuchado una palabra en positivo desde hace año y medio, Núñez Feijóo. Sánchez quiere foto con Feijóo y no quiere foto con Puigdemont pero quien le está urgiendo a ponerle fecha a la cita es Puigdemont y a quien no sólo no le urge, sino que tiene al presidente esperando, y refunfuñando, es a Feijóo. Acuérdese que un propio de la Moncloa le llamó para proponerle tres fechas, la primera debía de ser hoy, y el del PP le dio largas. Y aún le dio más al enterarse de que, a la vez que simulaba Sánchez el cortejo, con quien se estaba encamando era con Otegi en Pamplona.

Que el presidente del Gobierno de una nación democrática convoque para abordar asuntos pendientes al líder del primer partido del país es rutina en casi todos los sitios serios. En España es un acontecimiento. No sólo eso, en España cuando el líder de la oposición recibe una llamada de la Moncloa lo primero que piensa no es ‘por fin, se abre camino el diálogo’ sino ‘qué raro, cuál será la trampa’. En España, cuando Sánchez o Feijóo reciben una oferta del otro para pactar alguna cosa inmediatamente sacuden la oferta a ver qué truco lleva dentro, se malician ambos que no es afán de pacto sino emboscada, y dado que Sánchez tiene acreditado un talento infinitamente superior al de Feijóo para la táctica, el relato y la encerrona, es comprensible que en el PP anden dilatando la cosa y planeando no tanto la reunión como el control de daños.

En la diplomacia monclovita, la forma de cortejar a un señor de derechas (que no sea Puigdemont) para que acuda presuroso y receptivo a la Moncloa no es cursarle una invitación afectuosa sino ponerle a parir. En público. Por rezongar en lugar de personarse en Palacio a las primeras de cambio. La jefa de esta diplomacia resultó ser, ayer, Nadia Calviño, en breve presidenta del Banco Europeo de Inversiones y, entretanto, vicepresidenta uno y mitinera en Galicia de fin de semana. Obsérvese la manera sutil en que pone en duda que Feijóo sea cortés y democrático.

Es verdad que rechazar una invitación del presidente del Gobierno es anómalo

De primero de democracia. El presidente llama y se va. Dicho así, parece que sea una orden. Es verdad que rechazar una invitación del presidente del Gobierno es anómalo. Tú vas a ver qué quiere, le llevas tu propuesta y a ver si hay suerte. Y es verdad que sería todo más fácil si ambas partes se fiaran la una de la otra y se comprometieran a no hacer uso partidista de lo que pase allí dentro, sobre todo si al final no consiguen poner un solo huevo. Lo natural es que el gobierno y la oposición se hablen y se entiendan. Ya lo era en 2018, cuando Sánchez anunció que rompía relaciones con el PP porque no le gustaba lo que hacía Pablo Casado. Romper relaciones entre instituciones y partidos como si fueran estados enemistados es un perfecto disparate. Lo natural es entenderse. Pero para entenderse lo primero es haber generado confianza. Que el otro sepa que discrepar no es engañar. Ni torear. Ni traicionar.

Salieron a la calle los pamploneses que desearon hacerlo a protestar por el casamiento del PSOE con Bildu. Casamiento que no es nuevo pero que ha dado a luz, por primera vez, un gobierno municipal cuya llave tiene el PSOE y que generosamente entrega a los de Otegi. Bueno, generosamente tampoco. En política, todo son negocios. Políticos. Tu me invistes a Chivite presidenta y a Sánchez presidente y qué menos que recibir a cambio la investidura de Asirón como alcalde.

Óscar Puente en el papel de orgulloso padrino

Esta vez nadie ha reclamado pedagogía porque está todo más claro que el agua. A los votantes de Bildu les parece un avance sustancial hacia la democracia que sólo ellos encarnan, al PSOE le parece una prueba de lo fecunda que es la gran familia socialista-separatista, con Óscar Puente en el papel de orgulloso padrino, y a los votantes de UPN (y a los navarros que aún creían que a Bildu no se le entregarían gobiernos mientras no asumiera críticamente su propio origen) les parece que es un retroceso y un incumplimiento (como una casa) de la palabra dada. Y por eso se manifestaron ayer. Porque no les gusta lo que ha pasado en su ayuntamiento.

Tan legítima es una moción de censura en un ayuntamiento como una concentración para protestar por la moción de censura. Haría bien en tenerlo presente el Partido Socialista de Navarra, gobierno de esta comunidad, para no confundir la disconformidad con la insubordinación a las reglas democráticas. ‘Sólo aceptan las normas democráticas cuando gobiernan’, dice el partido socio de Bildu. A ver, se pueden respetar las normas y quejarse por las decisiones que se toman. Sólo faltaba.

El PSOE no blanquea a Bildu, lo normaliza. Blanquear, sólo se blanquea a la extrema derecha

Ya dijo ayer El País que Sánchez ha roto los últimos tabúes. Que es la manera de decir que ha roto las últimas promesas. En la prensa mejor recibida en la Moncloa, el PSOE no blanquea a Bildu, lo normaliza. Blanquear, sólo se blanquea a la extrema derecha. A Bildu, como a Puigdemont, se le normaliza. Y los compromisos no se incumplen, lo que se hace es superar tabúes. Y conseguir que Bildu quiera hacer política. Querer, ha querido hacer política siempre. Siempre que no se le exija asumir su propia responsabilidad en lo que no fue política sino otra cosa. Ya anunció El País ayer que, en todo caso, la gestión gubernativa volverá a primer plano esta semana porque llegan decisiones económicas con buenas noticias. Aún no se conocen las decisiones pero ya se puede decir que será muy buenas. Casi tanto como normalizar a Bildu para que gobierne, por la gracia del PSOE, Pamplona.