OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Lo que debería celebrar el departamento de propaganda de Moncloa es que Sánchez ha recuperado el gusto por el diálogo institucional"

El vendepatrias felón que ha pactado con Torra y con Otegi la desmembración de España se reunió con los bifachitos que quieren acabar con los derechos sociales, devolver España a los tiempos del franquismo y oiga, todo fue cortesía y afabilidad.

Carlos Alsina

Madrid | 08.05.2019 08:12 (Publicado 08.05.2019 08:04)

Pedro Sánchezinvitó a la peligrosísima derecha bifálica a la Moncloa (un día Casado, el otro Rivera)y éstos acudieron encantados a la llamada del cómplice de los golpistas. Entre los tres intercambiaron ofertas de pactos de Estado y apoyos por si fueran necesarios para aplicar el 155. Ya ve usted, ¿no? En cuanto los líderes políticos aparcan la caricatura que hacen los unos de los otros en sus mítines vocingleros y demagógicos resulta que no son tan incompatibles en todo como ellos pretenden (y como ellos predican). Casado ofrece pactos para las pensiones, la dependencia, la violencia de género. Rivera ofrece acuerdos en educación, en seguridad, en despoblación. Sánchez ofrece diálogo y se abre a estudiar todo lo que se le ofrezca.

Resumen de esta ronda de conversaciones monclovitas que nunca se supo qué objetivo concreto tenía:

· Sánchez está encantado de haberse conocido. Empieza a pensar que si juega a la lotería también le toca. Se siente infalible.

· Rivera quiere que todos sepamos que él es el más duro del lugar (te voy a vigilar de cerca, Pedro). En vista de que para gobernar no tiene votos se conforma con aspirar a líder de derecha. Quiere ser Rajoy, como dice Müller.

· Casado salió sonado de las elecciones generales. Está en sobrevivir. Y punto.

· E Iglesias está entregado a la tarea de construirse un personaje. El líder sosegado que tan buen resultado le dio en los debates (más en los debates que en las urnas) y el arquitecto sacrificado que se ha echado sobre los hombros la misión heroica de poner en pie un gobierno de izquierdas para España.

Pablo rescató ayer de su vestidor esta prenda que tenía abandonada desde que regresó de su cacareada baja paternal: la chaqueta. Eligió la de color gris —que se le ha quedado grande, porque ahora tiene treinta escaños menos— la combinó con una camisa rosa y se plantó donde Pedro para cerrar la negociación de los sillones que tendrá cada uno en la mesa del Congreso. Sí, ya sé que estuvieron dos horas y media de charla porque ésta tenía que ser, de las tres, la reunión que más tiempo durara. Reunión de compadres para pactar declaraciones y puestas en escena. Por ejemplo, qué responder cuando algún periodista preguntara si se han repartido ya la nueva mesa del Congreso.

Que en eso trabajarán Lastra y Montero. Trabajar, ¿en qué? Si esto es hacer dos números: cuántos sillones hay, cuántos para cada uno. Y ya lo tienen cerrado Pedro y Pablo. Esto de delegar ahora en Lastra y Montero es el paripé para que nadie diga que han estado diseñando el nuevo Parlamento desde la presidencia del gobierno.

Sillones para repartirse los partidos van a tener unos cuantos. No sólo en el Parlamento. Cuesta creer que Sánchez y Casado no hablaran el lunes de las renovaciones pendientes en el Consejo General del Poder Judicial —el relevo de Carlos Lesmes, abortado tras el pasteleo que los dos líderes protagonizaron en noviembre—; de los relevos en el Tribunal Constitucional —magistrados que finalizan mandato este año—; y de la cúpula de Radio Televisión Española —con el concurso de méritos que nunca llegó—. Renovaciones y sillones que tiene presentes el compadre Iglesias cada vez que habla del giro a la izquierda que desea imprimir a todas las instituciones. En la baraja de cartas para las negociaciones que vienen no entra sólo el número de diputados que tiene cada uno o los ministerios que ansía el líder de Podemos.

Sobre el gobierno de coalición, la conclusión de ayer es que Sánchez a Pablo le sigue dando largas. Con chaqueta y sin chaqueta.

La comparecencia del galapagueño ante la prensa fue una sucesión de naderías y frases hechas. Por alguna razón incomprensible, le ha debido de parecer al profesor Iglesias que es brillante esta frase hueca que dice ‘estamos de acuerdo en ponernos de acuerdo’. Fue todo lo que dijo anoche, pero muchas veces.

Para esto, Pablo, mejor echar mano de cualquier cita de Churchill que siempre queda más lucida. O de Pepe Mujica. O de quien sea. En lo de gobernar en coalición queda claro que no están de acuerdo. O que Sánchez se resiste e Iglesias no se anima a plantear aún abiertamente el ultimátum: o ministerios morados o no habrá investidura. El resto fue hablar por hablar. Que si esto de forjar un gobierno no es fácil, pero para eso está él, para trabajar con discreción y paciencia y bla bla bla.

La última vez que estos dos líderes pactaron constituyeron tantas mesas de negociación que en lugar de un acuerdo parecía una boda. Pablo pretende ahora repetir la lirurgia. Pedro ya veremos lo que pretende.

Las sinopsis, en fin, que ha hecho la Moncloa de las tres reuniones son un festival de luz y de color. Como si hubieran hecho secretaria de Estado a la abeja Maya.

Dice Moncloa:

· Con Iglesias todo fue muy positivo y constructivo, con voluntad de entendimiento y colaboración.

· Con Casado la toma de contacto fue muy bien. Muy afable, muy centrada en hablar de posibles pactos de Estado.

· Con Rivera la reunión fue fluida y cordial. (Fluida debe de significar que Rivera nunca se queda callado, no hay silencios, y cordial que salieron los dos sin lesiones graves).

Predica el departamento de propaganda monclovita que se ha demostrado que es posible el diálogo institucional incluso desde el antagonismo. Incluso. Qué cosa tan formidable. Se ha recuperado —proclama con orgullo la presidencia del gobierno—, se ha recuperado la institucionalidad. Que no se sabe lo que es pero suena pomposo y campanudo, a juego con el estilo de la presidencia.

Pedro no será el rey de España pero sí es el rey del mambo.

Hombre, vamos a ver: si se ha recuperado la institucionalidad será porque el presidente Sánchez (decreto man) la tenía enterrada la legislatura anterior. El presidente es quien toma la iniciativa para reunirse en Moncloa con quien le parece oportuno. Cuántas veces no fue por allí Sánchez a verse con Rajoy. Él convoca a los adversarios políticos y, como se ha visto, cuando les convoca éstos acuden. Así que a quien habrá que preguntarle por qué no citó a Casado en la Moncloa ni una sola vez entre agosto y mayo, o por qué no invitó nunca a Albert Rivera, o por qué acudía en secreto Pablo Iglesias mientras decía estar de baja es a Pedro Sánchez. A nadie más. Lo que debería celebrar el departamento de propaganda de Moncloa es que su jefe, el presidente del gobierno en funciones, ha recuperado el gusto por el diálogo institucional. Y en breve se verá si ha sido por convicción o ha sido por cálculo. Lo primero sería una novedad. Lo segundo es marca de la casa.