EL BLOG DE ALSINA

Aquella nochevieja de 1985 y el entusiasmo por el IVA

Les voy a decir una cosa.

De la nochevieja de 1985, cuando la televisión de ámbito nacional sólo era una, quedó, sobre todo, lo deMartes y trecela empanadilla (¿Encaanna?) -que no era de Móstoles, sino de Algete (en Móstoles es donde estaban haciendo la mili los chicos)-. Pero en aquel programa actuó mucha gente.

ondacero.es

Madrid | 09.07.2012 20:09

Factura IVA
Factura IVA | EFE

En aquel tiempo los programas de fin de año eran la gran pasarela de músicos y cómicos de renombre. Y entre los que actuó estuvo Fernando Morán, ex ministro de Asuntos Exteriores que arrastraba la  cruz de haberse convertido en protagonista de abundantes chistes. Casi todos muy malos, como aquel que decía que entra Morán en unos grandes almacenes y escucha por megafonía “señor Morán, suba a la primera planta”, y se sube a un ficus. Muuy malo.

Morán no fue al programa de fin de año a contar chistes ni a que se los contaran, sino hacer un cameo entre el público para que la presentadora, Concha Velasco, pudiera acercarse hasta él para brindar juntos por Europa. El comienzo del nuevo año 86 suponía la incorporación efectiva de España a la Comunidad Económica Europea -así se llamaba entonces- y todo el programa, a excepción de la empanadilla, tenía como hilo conductor la euforia por aquel acontecimiento. Los guionistas habían escrito tres o cuatro canciones ad hoc para que las entonara la chica yeyé, con letras no muy brillantes, es verdad, pero que servían para salir del paso. Como aquella que decía:

Señoras y señores,

alcemos nuestras copas,

con todos los honores,

brindemos por Europa.

Todo es unión de norte a sur,

ya está completo el mercado común.

Ya les dije que brillantes no eran. Por obra y arte de un compromiso, ya somos parte del paraíso. Todo era entusiasmo y orgullo por haber conseguido que nos abrieran la puerta de Europa. E incluso el nuevo impuesto que, consecuencia de aquello, entraba en vigor aquella misma noche se vivía con aires de celebración. La más animada de las canciones que Concha interpretó aquella nochevieja fue “Viva el IVA”, cuya letra -con ésta sí que no se habían dejado las neuronas- rezaba así:

Que viva el IVA,

ay que viva el IVA,

que viva y viva,

ay que voy que voy.

Si hubiera dicho “ay que me voy que me voy” el clima de éxtasis ya hubiera resultado superlativo. Era tal  el ambiente de fiesta oficial que, como escribió un periodista de la época, “nunca antes había existido un tributo que fuera más festivamente llevado por las plazas públicas del espectáculo en boca de humoristas que se hartaron de sacarle punta”. Como luego cantaría La Trinca, el IVA “era moderno porque sí y en Europa causaba furor”.

Es cierto que era un impuesto, pero venía a sustituir otros impuestos anteriores y, según los cálculos del gobierno, supondría que muchos productos (alimentos, electrodomésticos, textil) bajarían de precio al ver aliviada su fiscalidad, bien es verdad que al final ningún producto se abarató en la práctica. Los españoles se fueron enterando, a lo largo del 85, de qué era eso del IVA, empezaron a pagarlo en el 86 y, desde entonces, nos ha acompañado el impuesto y esta pregunta que tanto indigna al ministerio de Hacienda, lo de “¿con IVA o sin IVA?”

En estos veintiséis años ha pasado del 12 % con que debutó en el 86 al 18 % que rige desde hace dos años, la última vez que lo subió Zapatero para incrementar los ingresos del Estado. A cada nueva subida, el pobre IVA ha ido resultado cada vez menos simpático, de tal manera que si ahora se le ocurriera a Concha Velasco salir a cantar “¡que viva el IVA!” probablemente tendría que exiliarse víctima de la animadversión general. Pero su relevó lo tomaron hace tiempo la comisión europea y los gobiernos nacionales de Europa, que son los que cantan ahora “que viva el IVA” cada vez que necesitan aumentar la recaudación del Estado para afrontar, de forma rápida, desvíos sobre el presupuesto que hacen improbable que se cumpla el recorte del déficit público en el que andan.

Bruselas ya le dijo a Elena Salgado que subiera el IVA -que lo volviera a subir- el año pasado, a lo que replicó el gobierno de entonces que no tenía sentido subirlo cuando el consumo en España se había deprimido. Había una segunda razón, y es que la subida del IVA es muy impopular y la oposición de entonces había sacado partido de su campaña contra la subida en 2010, con Rajoy hablando de los chuches y Aguirre recogiendo firmas. Bruselas le ha vuelto a decir al gobierno de España, ahora conservador, que debería subir el IVA para paliar la caída en la recaudación de los otros impuestos -Sociedades, especialmente-.

Y hasta ahora el gobierno se ha  resistido por las mismas dos razones que el anterior: cree que daría la puntilla al consumo interno y sabe que le enfrentaría al severo examen de la hemeroteca (por qué hago ahora aquello que dije que sólo tenía consecuencias indeseadas). Hasta ahora, porque salvo grandísima sorpresa, es cuestión de horas que el gobierno comunique oficialmente su decisión de incrementar el IVA, no el año que viene -como en su día sugirió De Guindos- sino con carácter inmediato. No consta que esa subida vaya a verse acompañada, de momento, con una rebaja de las cotizaciones sociales.

A la espera de que el presidente Rajoy termine de desvelar el miércoles, en el Parlamento, qué medidas ha decidido tomar para “encauzar” la reducción del déficit público (esto de “encauzar” lo dijo el ministro Margallo y significa que, al ritmo que llevamos, no cumplimos a final de año ni de guasa), ha sido el jefe de Tributos, señor Montoro quien ha empezado a entonar las dos ideas sobre las que el gobierno va a construir su argumentario.

  1. El tipo que se paga por IVA en España es inferior al de otros países.
  2. Si no hubiera tanta gente que se escaquea de pagar IVA, no habría que subirlo.

En resumen: se paga menos que en los demás países y se defrauda más. Naturalmente estas dos ideas sustituyen a las que anteriormente utilizó el ahora ministro para oponerse a cualquier subida: perjudica la recuperación económica y no discrimina entre niveles de renta. Que el IVA que pagamos aquí es inferior al de otros países ya lo dijo el gobierno anterior el día que lo subió: era una forma de decir “no se me quejen que todavía lo tenemos pequeño”; y que hay gente que se escaquea de pagarlo es un clásico, y es verdad, pero hasta ahora Montoro no había utilizado este fraude como causa de que tenga que subirnos el IVA a quienes sí lo pagamos.

El gobierno decía “voy a combatir el fraude para que todo el que tiene que pagar IVA lo pague”, pero no “voy a subir el IVA para compensar el que no se paga”. Que es una forma de decir, o de no decir, “voy a cobrar más a los que pagan porque soy incapaz de conseguir que todo el mundo cumpla las normas”. Es el mismo argumento que empleó cuando anunció la amnistía fiscal que no quiso llamar amnistía: “voy a perdonar una parte de la deuda con tal de ingresar algo, y visto que soy incapaz de impedir el fraude”. Las razones, en realidad, son otras: voy corto de ingresos este año y la forma más rápida de corregirlo es subir el IVA; y tengo la prima disparada y los mercados cerrados, esperan de mí nuevos planes.

Visto con la perspectiva que dan diez días, aquel Consejo Europeo de junio tuvo mucho de puesta en escena y de anuncios importantes, pero poco de concreción sobre cómo afrontar de manera inmediata los problemas de financiación urgente a que se enfrentan España e Italia. De tal forma que nos hemos plantado en el lunes con el bono al 7 % y los inversores recelando. Qué poco duran las alegrías en casa Moncloa. Hace diez días todo era euforia por el éxito logrado en el Consejo Europeo y a quienes enfriaban el entusiasmo se les consideraba descreídos, estrechos, cenizos.

Ahora han vuelto los titulares agónicos y de aquel “ya hemos hecho todo lo que podíamos, no va más” hemos pasado otra vez al “aún podemos meter más tijera y además es bueno que lo hagamos”. El discurso se adapta a las circunstancias y el presidente Rajoy se prepara para una comparecencia con sustancia en el Parlamento. Toca decir cosas y aguantar las que le tengan que decir a él los grupos parlamentarios. No va a ser, para él, una semana grata. Pero gobernar es así. No todos los días puede entregarse uno al autohomenaje del botafumeiro.

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