OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Sitiar París"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el conflicto en Francia con las organizaciones agrarias que se han propuesto sitiar París como protesta por los precios de los alimentos. Una crisis en contra del sector agrario español y que carga contra las políticas de la Unión Europea.

Carlos Alsina

Madrid | 29.01.2024 08:50

Otro día deprimavera anticipada. Y así va a seguir toda la semana. Aún no ha terminado el primer mes del año y ya están floreciendo los almendros. Lo que antes era excepcional empieza a convertirse en costumbre. Lluvia tampoco se prevé en toda la semana.

Las organizaciones agrarias se han propuesto sitiar París

Si va a estar hoy usted en París, tenga presente que puede ser una mañana toledana. Las organizaciones agrarias se han propuesto bloquear la capital. Indefinidamente. Bueno, bloquear se queda corto. El verbo que emplean los convocantes de la protesta es sitiar. Sitiar París.

Cortar los accesos por carretera a la ciudad en siete puntos, con tractores, obstaculizar el tráfico, tomar el principal mercado de abastos e impedir que lleguen productos frescos desde hoy a ningún lugar de París. Lo ha resumido así una de las portavoces de los agricultores: ‘Queremos que París pase hambre. Sólo así entenderá lo que significa nuestro trabajo’. El mercado central de Rungis es el principal suministrador de verduras, carne y pescado de tiendas y restaurantes parisienses.

Queremos que París pase hambre. Sólo así entenderá lo que significa nuestro trabajo

El ministerio del Interior despliega, en respuesta, a quince mil policías para impedir que el sitio se consume. El día acaba de empezar.

Señalando a España y a Italia como culpables de competencia desleal

El pulso es entre las organizaciones agrarias, más de doscientos mil trabajadores del campo, y el gobierno de Macron, en la persona del recién ascendido a primer ministro, Gabriel Attal. Pero la crisis trasciende la política doméstica francesa por doble motivo.

Uno, que es la agricultura española la que está en el punto de mira. Los camioneros que transportan producto español lo están sufriendo en la frontera con Francia, que hoy también pretenden bloquear los agricultores franceses. Y no sólo la frontera: Fenadismer ha contado caso doscientos puntos de la red de carreteras donde se hacen cortes del tráfico o caravanas de tractores para retrasar al resto de vehículos.

Han lanzado, primero, un misil contra el sector agrario español y después una carga en profundidad contra la UE

Y dos, que el gobierno Macron está queriendo congraciarse con quienes protestan señalando a España y a Italia como culpables de competencia desleal. Bueno, han dicho países vecinos, pero todo el mundo sabe qué frontera es la más afectada por los incidentes. Tanto el primer ministro como el responsable de Agricultura, el Planas de allí, sostienen que en España las exigencias sanitarias sobre la agricultura son más laxas y eso permite producir a precios más bajos.

El gobierno de Macron carga contra la Unión Europea

Han lanzado, primero, un misil contra el sector agrario español -seguro que el Planas de aquí habrá tomado nota y responderá de inmediato-. Y han lanzado, después, una carga en profundidad contra la Unión Europea. Culpable, según el joven primer ministro macroniano, de sembrar la discriminación.

Ha pronunciado dos palabras que avisan de lo que viene: soberanía e independencia. Recuperar independencia para fijar las reglas revertiendo parte de la soberanía cedida a las instituciones europeas. Si esto lo hubiera dicho la señora Le Pen, o la izquierda insumisa de Melenchon, habría sido rutina. Es el discurso euroescéptico habitual de los dos extremos. Pero lo dice el gobierno de Macron. Macron, el europeísta. Y lo dice pretendiendo que España disfruta de trato de favor. La semana está empezando. Pero vienen curvas.

Mañana se aprobará en el Congreso la ley de amnistía

Mañana se aprobará en el Congreso la ley de amnistía (o impunidad) que Puigdemont exigió para hacer presidente a Sánchez. La nave llega a puerto en el Congreso habiendo sido parcheada ya tantas veces -línea roja va, línea roja viene- que es imposible negar a estas alturas que está redactada a la medida de políticos (y grupos afines) concretos y que se hizo y se ha ido rehaciendo en contacto permanente con quienes la van a disfrutar.

Entre las señas de identidad del actual gobierno destaca su falta de disimulo para legislar a la carta y su convencimiento de que la legislación es de chicle

Entre las señas de identidad del actual gobierno destaca su falta de disimulo para legislar a la carta y su convencimiento de que la legislación es de chicle y aguanta lo mismo una malversación light que un terrorismo sin intención. Es natural que se le hayan atragantado al gobierno sus últimos virajes, francamente arriesgados incluso para un gobierno habituado a virar constantemente.

Sánchez tiene que decidir si incluye el terrorismo en la ley de amnistía

De aquí a mañana tiene que decidir el presidente, que es quien lo decide todo, si se deja el remiendo como está o se traga con lo que está pidiendo Junts -de perdidos al río-, se ampara cualquier delito -terrorismo incluido- y que dios reparta suerte cuando llegue el examen europeo.

A Sánchez le preguntaron ayer en La Vanguardia por García Castellón y dijo, muy en su sitio, que él sobre cuestiones que están sub iudice no se pronuncia. Pero vamos, que terrorismo no hubo. Extraña forma de no pronunciarse. Qué habrá pensado la Fiscalía, que acusó de terrorismo a doce CDR.

Bendecir el texto que han escrito a seis manos Sánchez, Puigdemont y Junqueras

La amnistía, con una redacción o con otra, se va a aprobar. Con una o con otra porque a los ciento setenta y ocho diputados que la van a respaldar les da un poco igual lo que diga el articulado. Saben a lo que van: a bendecir el texto que han escrito a seis manos Sánchez, Puigdemont y Junqueras. No es un secreto, ni siquiera para ellos, que la mayoría de la sociedad está en contra de la amnistía. En seis meses no se ha publicado una sola encuesta que diga lo contrario. Por algo Tezanos prefiere no preguntar, ya sabe lo que saldría.

La mayoría de la sociedad la rechaza pero la mayoría de los diputados la abrazan. A veces ocurre esta paradoja, propia de la democracia representativa y que en nada cuestiona la legitimidad (palabra de moda) de los diputados de abrazar lo que crean oportuno. Sería más edificante que lo hicieran por convicción y no por disciplina de grupo, pero es lo que hay.

Es probable que todos los grupos parlamentarios reflejen fielmente la posición de sus votantes respecto de la impunidad. Todos menos uno

Es probable que todos los grupos parlamentarios reflejen fielmente la posición de sus votantes respecto de la impunidad. Todos menos uno. Los de Sumar, Junts, Esquerra, el PNV, Bildu, a favor de que sean abortadas todas las causas judiciales, lo mismo que afectan a Puigdemont que las de los CDR o los tsunami. Ah, Podemos también. Ahora ya lo difícil es no olvidarse de Podemos.

Los grupos del PP y Vox, más el diputado de UPN y la diputada de Coalición Canaria, en contra de amnistiar, en sintonía, seguramente plena, con su electorado. Y luego está el PSOE, que es quien peor está llevando todo el debate por razones palmarias, que diría el señor Galindo.

El tercio de votantes socialistas están en contra de la amnistía

Es el grupo que ha llegado a su actual posición, de exaltación de la amnistía, no por convicción sino por el vértigo de arriesgarse a unas nuevas elecciones. A sus diputados nadie le ha pedido nunca opinión porque para qué, si al que discrepa lo mandan al extrarradio. Y como sabe el líder del partido, presidente por la gracia de Puigdemont, hay un tercio de sus votantes -al menos un tercio- que no le aplauden en este viraje pobremente argumentado.

Es el tercio de votantes, socialistas, de izquierdas, pero en contra de la amnistía -que los hay, claro que los hay- que mañana verán cómo el partido al que votaron finge no darse por enterado de su existencia.

Como sabe el líder del partido, presidente por la gracia de Puigdemont, hay un tercio de sus votantes que no le aplauden en este viraje pobremente argumentado

En la entrevista de ayer le planteaban al presidente si la ciudadanía entenderá que se apruebe la amnistía sin que el independentismo haya reconocido sus errores de 2017. Fíjate que decían errores, ni siquiera delitos. En otros tiempos Sánchez se habría esforzado en persuadir a los lectores de que sí, que sí que han asumido sus errores, han renunciado a la unilateralidad, han aceptado la Constitución, en fin, toda esa chatarra argumental con que nos obsequió el gobierno durante meses.

Sánchez profetiza que la ciudadanía acabará apluaudiéndole la amnistía

Ahora ya no se esfuerza. Para qué. Si sus socios se encargan cada día de proclamar que no han renunciado a nada. Lo que digan las encuestas sobre este asunto al presidente, digámoslo claro, le resbala.

Él ha decidido lo que toca y despacha este incómodo asunto de la opinión pública profetizando que acabará aplaudiéndole la amnistía con la misma perseverancia con que afirma que se han acabado aplaudiendo los indultos -no hay una sola encuesta que diga que la mayoría social apoya tampoco eso-.

Poco discurso demuestra tener un presidente sobre el asunto crucial de la nueva legislatura cuando el periódico destaca como principal declaración esto de la fachosfera que ha debido de leer en El País.

Derrocar al gobierno desmovilizando al electorado. En la próxima entrevista que dé el presidente confío en que se le pida que desarrolle este razonamiento. Sólo hay una forma de jubilar a un gobierno durante la legislatura: se llama moción de censura.

Desmovilizar al electorado en el primer semestre de legislatura es imposible que tumbe a gobierno alguno. Y en las urnas, en todo caso, se releva a un gobierno, no se le derroca. Esto en La Vanguardia lo saben, porque aunque Sánchez dijo derrocar, el diario transcribió derrotar. Que, en efecto, Jordi, no es lo mismo.