Tampoco es que Hu Jintao fuera míster popularidad. De hecho, en España no es frecuente que sepamos ni cómo se llama ni qué cara tiene el presidente de China -dices: bueno, tampoco sé cómo se llama el chino del bazar de mi calle, ¿por qué? porque nunca me ha interesado- y eso que es un país, China, que tiene mil millones de habitantes más que los Estados Unidos (va camino de los mil quinientos), puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, es la segunda economía del mundo, sigue creciendo más deprisa que las otras (aunque esté frenando) y a base de comprar deuda pública de otros países y empresas de eso que se llama sectores estratégicos cabe decir que, ya hoy, es dueño de medio mundo. Pero de la política china apenas sabemos nada.
En Pekín han prohibido estos días los cuchillos y las pelotas de ping pong. Los cuchillos, porque el gobierno no quiere altercados violentos. Las pelotas, porque el gobierno no quiere propaganda subversiva. Entre los métodos que ingenian los críticos (que los hay) contra el gobierno está éste de escribir mensajes en pelotas de ping pong y lanzarlas por la calle: una forma pedestre, digamos, de hacer llegar tus denuncias al público en general que al régimen chino, que siempre fue muy de prohibir, le desagrada. A los taxis, dicen las crónicas, se les ha obligado a bloquear sus ventanillas traseras para impedir que se suban al coche disidentes avispados a lanzar octavillas coincidiendo con el Congreso del Partido.
Porque éste es el gran acontecimiento que en las próximas horas empezará en Pekín: el multitudinario congreso del partido, que aunque se llama comunista en realidad debe llamarse “único”, es “el partido” y punto. La suelta de palomas también está prohibida temporalmente para evitar que defequen sobre los coches oficiales o sobre los jerarcas mismos, que nunca han llevado bien que nadie, con perdón, se les cague encima. Aunque al congreso del Partido en China acuden más de dos mil delegados que habrán de renovar los puestos de mando en el país y el programa de gobierno para el futuro, quienes manejan el cotarro son bastantes menos que dos mil y, de hecho, al congreso se llega con los nombramientos ya decididos; llevan dos años dando pistas de quién iba a ser el heredero.
Por eso ya se sabe que Xi Jinping será el nuevo secretario general (y a la vez jefe del Estado, aunque importa menos) con Li Keqiang como primer ministro. Dices: ¿y qué más da, si allí quien manda siempre es la organización, el aparato en torno al cual funciona todo lo demás, el gobierno, las empresas, la prensa? Pues es verdad, pero es que en China los cambios políticos se reducen a esto: a ver quién llega a la cumbre del organigrama, porque cambios más profundos, como reformas de sistema, apertura, pluralidad, respeto de los derechos humanos, no están previstos.
La gran China ha inventado un sistema híbrido: economía de mercado a la manera de las naciones más competitivas, pero con un sistema político sin pluralidad y sin disidencia tolerada. Ojo, el sistema le funciona, crece mucho, aunque con desequilibrios sociales cada vez más grandes. Y es éste sistema, que Dios nos pille confesados, el que le está permitiendo comprarse el mundo.
Quién ganara en Norteamérica al régimen chino le daba bastante igual. Romney tenía mucha labia crítica, pero no menos de la que tuvo Nixon antes de irse a ver a Mao cambiando el curso de la historia. Con Obama han tenido peleas por los aranceles y las subvenciones chinas a los exportadores de piezas para vehículos, pero nada grave al lado de los miles de millones que se mueven en el comercio entre los dos países.
Obama será de los primeros en felicitar al nuevo secretario general del Partido en cuanto su nombramiento sea oficial, como Hu Jintao fue de los primeros en felicitar hoy a Barack Obama por haber prorrogado cuatro años más su trabajo en la Casa Blanca.
Dicen que con las elecciones americanas pasa como con las Fallas, que en cuanto han terminado de quemarse unas ya se empiezan a preparar las próximas. A Mitt Romney no han esperado ni a guardarle luto en el Partido Republicano. Sarah Palin se asomó anoche a la FOX, cuando aún existían posibilidades (un poco remotas) de que Romney ganara, para ponerle una pierna encima. No vaya a ser que reviva. Aunque los republicanos andan hoy en las discusiones propias de quien pierde unas elecciones -qué nos ha pasado, por qué no crecemos, por qué el voto de las minorías nos ha sido tan adverso- pronto empezará el baile de nombres y los primeros pasos de aquéllos que aspiren a la candidatura en 2016, aunque ahora parezca que queda un mundo.
Entre esos nombres, que ya hoy son unos cuantos, hay un hispano, senador, que se llama Marco Rubio. A Obama también habrá que buscarle relevo, aunque ahí el primer paso le corresponde a Joe Biden: si tiene aspiraciones, será él el candidato. La mayoría de los norteamericanos han creído a Barack Obama cuando éste dice que la terapia es la adecuada y que necesita más tiempo para que resplandezcan los resultados. Pidió otros cuatro años y se los han dado.
¿Y por las Españas, qué? ¿En qué andamos mientras Estados Unidos y China actualizan sus equipos al mando? Pues aquí lo que nos actualizan son las previsiones económicas. A una semana de la nueva huelga general que han convocado las centrales sindicales porque entienden que el ajuste está siendo excesivo y contraproducente, la comisión europea -que es quien ha diseñado, con Alemania, esta terapia lo que viene a decir es que aún nos quedamos cortos. En menos de dos meses terminaremos 2012 y podrán echarse cuentas definitivas, pero la comisión lo que prevé es que no cumpliremos con el déficit tampoco este año, ni aun habiéndonos dado un punto más de margen. Un 8%, calcula esta alegría de la huerta que es Olli Rehn.
El contexto económico sigue empeorando y por eso Bruselas oscurece sus estimaciones para España. Que ésta es la parte más dura del informe de otoño, el horizonte que dibuja para 2013 y 2014. Incluso en el año catorce, que es cuando la previsión de PIB ya es positiva, el déficit seguiría lejos del equilibrio al que nos hemos comprometido. Y por eso la comisión europea pide más madera, más cambios para poder reducir déficit (que hasta ahora ya sabemos qué cambios han sido: más impuestos y menos servicios públicos).
El año 2013 que dibuja el comisario Rehn se parece poco al que reflejan los Presupuestos de De Guindos y Montoro. Tasa de paro por encima del 26 %, deuda pública del 93 % de PIB y caída del PIB de un punto con cuatro décimas. Dices: mucha peor previsión que la del gobierno. Sin duda. Y mucho peor que la que hizo en primavera el propio Olli Rehn, que hasta hoy era la única que le ganaba al gobierno en broteverdismo. En 2013 íbamos a caer, según el comisario, un 0,3 %. Ahora es un 1,4 %. Las circunstancias cambian, como diría Zapatero. A falta de bola de cristal, también Olli Rehn, cuando no le queda otra, se la envaina.