opinión

Monólogo de Alsina: "Ahora sí, la ley de eutanasia sale adelante"

Carlos Alsina habla en su monólogo de Más de uno sobre la ley de la eutanasia. Asimismo, reflexiona sobre las medidas que hay que tomar durante las navidades en plena pandemia de coronavirus y la bronca entre María Jesús Montero y Pablo Iglesias en las que ella le pedía que no fuese cabezón.

- Claves de la nueva ley de la eutanasia: ¿Qué cambia y cuando entra en vigor?

Carlos Alsina

Madrid | 17.12.2020 09:32 (Publicado 17.12.2020 08:30)

Abril de 2019. Un hombre llama a los servicios sociales para informar del suicidio asistido de su mujer. Ella padecía una enfermedad degenerativa, no podía valerse por sí misma y requería de que alguien le suministrara la sustancia que pondría fin a su vida. Ángel Hernández, el marido de María José Carrasco, lo expresó con esas palabras: le presté mis manos.

La primera vez que el debate público sobre la responsabilidad penal de quien ayuda a otra persona a morir se abrió con fuerza en la sociedad española fue hace veintidós años. Una noche de televisión en que Fernando Ónega, director del informativo de las nueve de Antena 3, ofreció a sus espectadores el vídeo del suicidio de Ramón Sampedro.

Ramón Sampedro, el marino gallego cuya historia llevaría luego al cine Amenábar, tampoco podía valerse por sí mismo. Tetrapléjico desde el año 68 por culpa de un accidente ---y sin deseo alguno, veinticinco años después, de seguir viviendo--- solicitó en 1993 al juzgado que un médico pudiera administrarle la sustancia que lo matara sin incurrir en la responsabilidad penal, castigada, de aplicarle a una persona la eutanasia. Rechazada la petición, Sampedro ideó la forma de conseguir morirse sin que pudiera saberse quién le había ayudado: en aquel vídeo que emitió Ónega se veía a Ramón girando la cabeza (lo único que aún movía), alcanzando con su boca la pajita que salía de un vaso de plástico y... bebiendo. Eso fue todo. Nada menos que eso.

Entre la muerte de Ramón Sampedro y la de María José Carrasco pasaron veintún años. Veintún años de recogidas de firmas, iniciativas diversas de organizaciones sociales, debate público intermitente, campañas electorales, programas electorales y proyectos de regulación que fueron pasando por el Congreso. (El lugar donde se hacen las leyes). Veintiún años aprendiendo a distinguir los cuidados paliativos de la eutanasia, la eutanasia del suicidio asistido, aprendiendo conceptos nuevos como el testamento vital y debatiendo sobre si ha de ser digna la muerte o si lo digno debe ser la vida. (La vida que tu situación física te permite llevar). El debate que hoy llega a puerto -–esta vez sí que parece la definitiva— sobre la voluntad de quien queriendo morir no puede matarse por sí mismo. Eutanasia si se le inyecta una sustancia, suicidio asistido si es capaz de ingerirla por sí mismo.

El pleno del Congreso aprobará hoy la ley que se quedó colgada en la legislatura anterior. El primer paso lo dio el grupo socialista, mayo de 2018, tres semanas antes de que cayera (quién iba a saberlo entonces) el gobierno de Rajoy. Fue una de las últimas propuestas que presentó como oposición y fue una de las primeras en impulsar desde el gobierno. Luego llegó la disolución de las Cortes, las elecciones de abril del 19 (el mes en que se conoció la historia de Ángel Hernández y su esposa María José), y unas nuevas elecciones en diciembre y una nueva legislatura que empezó en enero y que ésta en la que hoy estamos. En febrero volvió a iniciarse la tramitación de la ley y hoy pasará su examen casi definitivo en el Congreso.

El texto exige que hasta en cuatro ocasiones el paciente (grave o incurable) manifieste su voluntad de morir y deja a criterio de una comisión médica tomar la decisión última. Ningún médico podrá ser obligado a participar en la muerte de un paciente. Quienes sí participen tendrán la garantía de que su acto, permitido en adelante por la ley, no genera para ellos responsabilidades penales.

A una semana de la Nochebuena, con España en recesión y en pandemia, el gobierno central diluye el plan aquel que se nos anunció para que todos tuviéramos claro a qué atenernos en las cenas y las comidas familiares.Tanto hablar de la armonización fiscal y ni siquiera alcanzamos a la armonización navideña. Cada gobierno autonómico puede poner el tope de asistentes por casa que desee: el máximo es diez, pero igual allí donde usted vive sólo son seis.

En unos lugares el toque de queda en Nochebuena empezará a la una y media de la madrugada, en otras a las diez de la noche. Hay sitios donde los niños cuentan como uno más al sumar familiares y allegados y otros donde los menores de diez años no computan.

Camino del final de 2020, la incidencia acumulada repunta y aunque aún estamos sólo un poco por encima de los doscientos casos por cien mil, hay señales que está por llegar una subida notable fruto del puente de la Constitución y del levantamiento de algunas de las restricciones. Vuelve el tono grave al discurso de los que gobiernan.

Propondrá. Porque el gobierno central deja las decisiones impopulares en manos de los presidentes autonómicos. Sánchez se reserva para inaugurar la próxima semana la campaña de vacunación. Ahora que la Unión Europea ha apretado el paso, los primeros vacunados podrían llegar antes incluso de la jornada navideña.

Y antes de eso tiene que despejar el gobierno la incógnita de la semana: si congela el salario mínimo en 2021 o lo sube y, en ese caso, cuánto. El presidente de la CEOE dijo ayer en este programa que un país en recesión y con un aluvión de pequeñas empresas en riesgo de desaparecer no puede permitirse subir el salario mínimo.

Esto de que la CEOE esté en contra de subir ahora el salario mínimo lo tradujo ayer el diputado de Bildu Matute como que es Garamendi quien maneja a su antojo a la vicepresidenta Calviño, bestia negra de los de Otegi, los de Junqueras y los morados. Y fue en respuesta a Matute cuando el presidente Sánchez dijo que iba a romper una lanza por su vicepresidenta.

No dijo que Calviño está cargada de razón cuando desaconseja tocar ahora el salario mínimo, o tocar ahora la legislación laboral, sino que ella también es progresista, no vaya a parecer que tiene una ministra de derechas, que eso sí que sería pecado mortal a los ojos de los morados, los de Otegi, los de Junqueras y a los ojos de Sánchez mismo.

La parte socialista del gobierno disimula cada vez menos su hartazgo por el empeño de los de Iglesias en aparecer siempre como más sensibilizados que nadie con las penurias de la gente, no porque les moleste que Iglesias se sensibilice, sino porque lo hace a costa de atribuirles a ellos una falta de sensibilidad galopante. Qué fue lo que provocó la discusión del vicepresidente tercero (el primero es Ivan Redondo) y la ministra de Hacienda ayer delante de los fotógrafos no está claro, pero sí que ella le dijo a él esta frase que resume un instante: 'Pablo, no seas cabezón'. Veinticuatro horas después, no consta que haya dejado de serlo.