Llevamos unos meses fascinados por el rápido desarrollo de la inteligencia artificial, en particular de ChatGPT. La mejor prueba de la fascinación es que se ha convertido en la aplicación de más rápido crecimiento en la historia con más de 100 millones de usuarios activos mensuales. Pero tras el deslumbramiento inicial de jugar a ver cuántos exámenes de selectividad puede aprobar la máquina, los gobiernos están preguntándose ya las amenazas que plantea. No solo a los trabajos de la gente, sino a la gente.
En España, la Agencia Española de Protección de Datos ha anunciado que investiga ChatGPT “por un posible incumplimiento de la normativa”. La Unión Europea está intentando coordinar entre países una regulación que atienda a los peligros de ChatGPT. EEUU también está en ello.
Hay quien se lo está tomando como ponerle trabas al futuro. Pero más bien se trata de que el futuro no se nos vaya de las manos. Y no es nada descabellado parar un momento a ver cómo funciona un sistema tan opaco cuyo alcance apenas podemos comprender. Como la mayoría de lo que sucede dentro de las redes neuronales avanzadas, no sabemos cómo funcionan sus algoritmos ni de dónde sacan la información que procesan. Normal que las autoridades busquen la manera de comprobar si el desarrollo es compatible con los derechos y libertades.
Si los humanos tenemos que pagar derechos de autor, ¿por qué no va a tener que hacerlo la máquina? Si ChatGPT está creciendo expropiando el trabajo de todos para su enriquecimiento, habrá que darle una vuelta. ¿Y qué datos personales recopila de los usuarios? Tampoco lo sabemos.
En realidad, la protección de datos no es la amenaza que más preocupa de esta tecnología que cada vez más expertos temen que se nos vaya de las manos. La protección de datos parece más bien una manera de meterle mano urgente para exigirle más transparencia y empezar a impulsar una regulación entre países. La carrera por la inteligencia artificial recuerda cada vez más a la que hubo el siglo pasado por la energía nuclear. Ponerle límites no va a ser fácil. Pero dejar que siga creciendo sin control y sin transparencia podría ser una amenaza aún mayor.
¿Moraleja?
No sabemos aún cómo regular la inteligencia artificial, pero coordinarse entre paises se está volviendo esencial.