con javier cancho

Historia de los días posteriores al final de la era del dolor

Recordaréis que el último día contamos cómo fue la historia de la primera vez que se usó algo parecido a la anestesia. Hoy proseguimos el recorrido que tuvo aquella noticia terminándose la primera mitad del siglo XIX.

Javier Cancho

Madrid | 10.11.2020 12:01

Hay reseña de lo que relató en 1823 el cirujano inglés Thomas Alcock. Alcock escribió que la humanidad se estremecería con todo lo que sucede cuando se hace una amputación. Cuando todavía faltaban algunas décadas para el uso de la primera versión de la anestesia, aquel médico relató el escalofriante episodio de un cirujano al que se le encalló la sierra cuando estaba cortando una pierna. La maldita sierra se quedó encajada en el hueso, y no había Dios que la moviera. Mientras, el paciente no podía hacer otra cosa que sufrir enormemente y morirse, no inmediatamente, con una sierra encajada en el fémur.

La primera vez que se usó el éter sulfúrico como anestésico en Europa fue con un tipo llamado Churchill, Frederik Churchill, que era mayordomo. Pasaron 28 segundos desde que se quedó dormido hasta que la extremidad fue arrojada a una caja llena de serrín. A continuación, se aflojó el torniquete, dejando a la vista las arterias y las venas cortadas que había que atar. La arteria principal solía atarse con un nudo marinero.

Cuando Churchill despertó, preguntó desorientado que cuándo empezaba la operación. Los ojos de Churchill se encontraron con el rostro flamantemente resplandeciente del cirujano, haciéndole un gesto cómplice con un rostro regido en ese momento por unas cejas muy arqueadas que dirigían la mirada del paciente hacia lo que parecía un muñón. Cuando Churchill inclinó la cabeza ligeramente hacia delante se encontró en primer plano, en efecto, con un muñón sanguinolento que resultaba ser suyo, a la vista de todos los indicios. Mientras, al fondo de la sala vio al público -que solía haber en aquellas intervenciones-…la gente allí estaba complacida comentando con algarabía lo que acaban de presenciar: una amputación sin dolor, que era la suya. La amputación de Frederick Churchill.

Suele pasar -más de lo que se cree- que no todo ocurre tal y como se pensaba que iba a suceder. Después de la difusión del uso del éter como anestesia, después de que se popularizara, sucedió algo estadísticamente relevante: aumentaron muchísimo las muertes por cirugía. Porque empezaron a hacerse mucho intervenciones que se hacían poco. Operaciones como la relatada por el doctor William Wilde que dijo haber vivido el peor momento de su vida cuando presenció la extirpación del globo ocular de un paciente sin anestesia.

Hubo un aumento frenético de operaciones, los cirujanos estaban enseguida dispuestos a usar el cuchillo. Total, no dolía. Pero, aunque se había descubierto la anestesia; las infecciones de quirófano seguían siendo un asunto pendiente. Y habiendo aumentado las operaciones, las salas quirúrgicas estaban más sucias que nunca. Había más mugre que esperanza.